La exhibición que se presenta en La Rural hasta mayo despertó entusiasmo y reflexiones acerca de la relación entre el arte y la tecnología
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Es hora de convencernos, si no lo estamos ya: la asociación entre el arte y la tecnología es un hecho inexorable. No sólo porque los recursos están disponibles y pugnan por hacerse un lugar en la escena, sino también porque los modos de circulación y consumo cambiaron. Autenticidad, tangibilidad y soporte son algunos de los conceptos que ya no tienen equivalencias exactas con el pasado. Habrá que pensar distinto.
En este contexto, es significativo ponernos a hablar y a reflexionar acerca de una exhibición como la que hoy se estrena en La Rural, Imagine Van Gogh.
La noticia de su llegada generó un estallido de entusiasmo. Desde que se anunció que se presentaría en Buenos Aires, se vendieron 50 mil entradas en una semana (luego otras 100 mil y siguen vendiendo). Es que, además de tener como protagonista a un artista tan reconocido, admirado y tan masivamente “merchandiseado” -si existiera la palabra- como es Vicent Van Gogh, es una novedad el formato.
Se trata de una muestra inmersiva que recurre a una sofisticada tecnología (46 proyectores láser de alta gama, pantallas gigantes, 300 imágenes de ultra HD) para recrear un entorno.
Es una experiencia moderna basada en una obra concebida hacia finales del siglo XIX.
Después de pasar por una sección completamente analógica -con textos impresos montados en atriles que narran la historia del artista- se llega a un inmenso pabellón de 700 metros cuadrados. Allí ocurre la magia de zambullirse en las pinturas. Literalmente. La composición de las proyecciones -estáticas y dinámicas, sobre los laterales, las columnas y el suelo, grandes y pequeñas- genera la sensación de estar buceando. Sin embargo, no es una caja oscura: quizás haya demasiada luz ambiente como para sumergirnos del todo; y además se llega a ver donde terminan las pantallas (el techo es altísimo). Aun así, alguno dice que se marea un poco. Otros se sientan con las piernas cruzadas y conversan, hay quienes caminan de un lado al otro sin parar y están los que -inmóviles- siguen el ritmo de la música clásica en una contemplación profunda y personal. Cada grupo cuenta con media hora de visita, para cumplir el aforo y respetar los protocolos COVID-19.
Las pinturas del holandés van pasando. Hay una en particular que es esperada con ansias y celebrada con exclamaciones; cuando es exhibida “La noche estrellada” se rompe el silencio y se enfocan las cámaras de casi todos los celulares. Como si fuera el momento del hit en un recital. Los autorretratos, los lirios y los girasoles también funcionan como bises de “una que conocemos todos”.
La experiencia es cien por ciento instagrameable. Cada rincón, cada efecto, invita a hacer selfies con garantía de efectividad.
Ver estas pinturas en un soporte luminoso y mediante una composición coreográfica de proyección, no es lo único que distancia la experiencia de la típica apreciación de un cuadro. Otro aspecto distintivo y sorprendente es la escala: así, inmensas, las obras muestran sus miniaturas exageradas. Trazos pequeños en los cuales es posible distinguir dónde empiezan y en dónde terminan, la trama del lienzo, pinceladas muy cargadas donde se formaron finas grietas craqueladas, un detalle como un brillo sutil que hasta ahora había resultado inadvertido. Es una perspectiva de la obra que no tuvo ni el propio artista.
Walter Benjamin podría asegurar que el aura, aquí, está atrofiada. Cuando el teórico alemán, en 1936, analizó “La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica”, planteó que los recursos para reproducir el arte lo desvincularon del ámbito de la tradición y se refirió a ese tejido espacio temporal de la autenticidad de una pieza.
Sin embargo, quizás la clave está en pensar que la creación artística en Imagine no es la de Van Gogh sino la de sus directoras, Annabelle Mauger y Julien Baron.
Imagine Van Gogh no es una muestra de arte plástico sino un espectáculo digital sobre arte. El aura del show está intacta: su aquí y ahora es todo.
Imagine Van Gogh se puede visitar hasta el 1° de mayo en el Pabellón Frers de La Rural (Av. Santa Fe 4363)