Cómo es la estructura que permite a los ciudadanos incidir en las decisiones sobre el gasto municipal.
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En los comienzos de este siglo, la feligresía progresista se reunía en Porto Alegre para celebrar el Foro Social Mundial. El lema del primer encuentro fue “otro mundo es posible” y allí miles de jóvenes de todo el planeta se reunían para dar a conocer sus movimientos antiglobalización, compartir experiencias políticas y organizar campañas globales. En esos tiempos en los que cualquier cacatúa soñaba con la pinta de Manu Chao, resultaba una experiencia iniciática en la militancia, en las ideas y hasta en la sexualidad. Además de intercambiar camisetas de fútbol de clubes raros y pantalones de bambula, la gente pasaba información de lo que sucedía en su tierra. Así es como llega a expandirse rápidamente la idea del presupuesto participativo.
El Presupuesto Participativo es un proceso de cogestión de los asuntos públicos entre los gobiernos locales y la sociedad, en el cual se deciden políticas públicas que se deben realizar con parte del presupuesto municipal.
El PP es un proceso de cogestión de los asuntos públicos entre los gobiernos locales y la sociedad, en el cual la ciudadanía conjuntamente con el gobierno local discuten y deciden las políticas públicas que se deben realizar con parte del presupuesto municipal. La primera experiencia fue en 1989 en Porto Alegre, bajo el gobierno del Partido de los Trabajadores. Ante un escenario de mucha desigualdad y con recursos limitados, al ver que el mero ejercicio de la democracia a veces no alcanza, crearon esta estructura que permitió a los ciudadanos incidir en las decisiones sobre el gasto municipal. Para su implementación dividieron la ciudad en 16 regiones y, dentro de cada una de ellas, los ciudadanos definieron un orden de prioridades para cada región en donde invertir ese porcentaje que oscilaba entre un 15% y un 25% del presupuesto municipal.
En Argentina, fue implementada por la ciudad de Rosario como respuesta a las necesidades de relegitimación de las autoridades políticas y de reparar los daños económicos y sociales producidos por la crisis del 2001. Luego le siguió la ciudad de Buenos Aires, con resultado dispar. Actualmente son más de 50 municipios en todo el país los que lo aplican: un 70% de las experiencias corresponden a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza y otro 30% a provincias patagónicas como Tierra del Fuego, Neuquén y Río Negro. Hoy, en Argentina, el porcentaje que se destina a estos programas oscila en un 2% del presupuesto municipal. Parece poco, pero de acuerdo con el tamaño de la ciudad podemos estar hablando de un número más o menos importante.
Si bien se fue perfeccionando la herramienta, su éxito depende de factores como la escala de la ciudad, los acuerdos políticos y las necesidades de la ciudadanía y del territorio. La experiencia indica que es necesario que los funcionarios públicos participen del proceso; muchas veces, el pedido de los vecinos se termina transformando en un “gobierno paralelo” que solicita la ejecución de cosas que ya estaban empezando a ser ejecutadas, que no coinciden con los procesos que conllevan o con escasa viabilidad técnica. Por otro lado, para el ciudadano puede ser un sistema arduo que supone armarse de mucha paciencia porque implica ir a largas reuniones periódicas donde muchas veces se discuten cuestiones de lo más insólitas o tener que enfrentarse a propuestas ya cerradas entre las organizaciones barriales y/o políticas locales que logran imponerse por estructura. Algo así como ir a un remate y quedar a merced de la liga de martilleros.
Así y todo es una buena forma de involucrarse con los destinos de los fondos y la orientación de las políticas públicas, solo es cuestión de animarse y tener paciencia. Para darnos una idea de la importancia de la participación, en 2019 en BA Elige (así se llama en Capital) se presentaron alrededor de 28.000 proyectos. La mayoría de ellos tuvieron que ver con movilidad, tránsito, reciclado y seguridad.
A medida que las ciudades continúan experimentando el presupuesto participativo, vemos cómo una ciudadanía informada y la redistribución equitativa de los recursos redundan en una mayor eficiencia y transparencia de los gobiernos locales.
*Asesor urbano. Gestor de ciudades y agitador cultural. Trabajó en 109 ciudades y flaneurió otras 80 en 20 países. Le gusta más descubrir lo que las iguala que lo que las diferencia.