Tras la suspensión del año pasado, los deportistas tuvieron que reinventar sus modos de entrenamiento
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El 21 de marzo de 2020, el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, dijo que los Juegos Olímpicos no se podían posponer como si se tratase “de un partido de fútbol de un fin de semana”. Tres días después, el mismo Bach hablaba de los “devastadores efectos de la pandemia mundial de coronavirus” y confirmaba la postergación de los Juegos Olímpicos hasta 2021. En los últimos 125 años, la competencia nunca se había pospuesto, aunque sí cancelado tres veces: en 1916, 1940 y 1944 (por la Primera y Segunda Guerra Mundial). Quizás haya sido la potencial inutilidad de millones de vasos, llaveros, banderas y vinchas lo que hizo que estos Juegos sigan llamándose “Tokio 2020”, a pesar de que se disputen un año después.
En la Argentina, las medidas tomadas en marzo de 2020 para frenar los contagios incluyeron el cierre de clubes. Esto hizo que, en varios casos, los atletas debieran interrumpir sus entrenamientos durante varias semanas. Luego de que hicieran pública su preocupación por la desventaja a nivel deportivo en competencias internacionales, un Decreto de Necesidad y Urgencia publicado el 16 de junio del año pasado exceptuó de la cuarentena a los y las deportistas que se encontraban clasificados/as para los Juegos de Tokio. A los que tenían lesiones, el parate mundial les sirvió para poder concentrarse en la recuperación y en los entrenamientos. Sin embargo, la mayoría de los atletas argentinos lamentan la irrupción del virus de Wuhan, que interrumpió el normal suceder de todas las cosas. Algunos de ellos nos cuentan cómo se prepararon y qué esperan de estos Juegos.
Delfina Pignatiello, una vida anfibia
Según su entrenador, Delfina Pignatiello tiene dos características que la ayudan a desarrollar una máxima potencia en el agua. La primera es la flotabilidad, que depende, entre otras cosas, de cómo tiene distribuido el peso corporal y de la cantidad de aire contenido en los pulmones. Delfina no necesita patalear para mantenerse a flote: así, al moverse en la pileta, usa toda la fuerza de los músculos para avanzar. La otra, su sensibilidad al medio acuático: la capacidad de sentir el agua, de aferrarse a ella y moverse con “gran eficiencia en la propulsión”. Claro que, por sí solas, estas dos características no explican sus tres medallas de oro, tres de plata y dos de bronce en los Juegos Sudamericanos de la Juventud de 2017, las de oro en 400, 800 y 1500 metros libres de los Juegos Panamericanos de 2019 ni ninguna de las otras. Más allá de su genética, Pignatiello no se detiene nunca. En todo el año, solo se toma una semana de vacaciones de “no entrar al agua”. Una o dos semanas en las que no nada en piletas, ríos ni océanos. El resto de los días, cada día, va y viene, de un lado al otro, en el agua clorada.
Por la pandemia, la nadadora estuvo a punto de abandonar la idea de ir a Tokio. Pero el campeonato sudamericano la envalentonó.
Debido a las medidas tomadas para disminuir los contagios de coronavirus, en junio de 2020, los clubes estuvieron cerrados. Al principio, Pignatiello se entrenó en la pileta de su casa. Ataba una soga y un elástico a la ventana del cuarto y, con esa resistencia, hacía ejercicios en el agua. Pero con la llegada del frío, temperaturas alrededor de 10 grados, seguir se hizo imposible. La quietud de esas 12 semanas, la falta de objetivos por la postergación de los Juegos, la conciencia de que sus rivales no se detenían y la certeza de la desventaja la hicieron pensar seriamente en no ir a Tokio. Tenía ganas, claro, pero quería hacerlo bien, no ir mal preparada. “¿Para qué apurarse? –se preguntaba–. ¿Por qué no esperar a París 2024?”.
“Esa incertidumbre le generó bastante ansiedad y depresión”, contó su entrenador Gustavo Roldán en una entrevista y explicó que en la mayoría de los nadadores fue más difícil recuperarse desde el punto de vista psicológico y emocional que desde el punto de vista físico.
En marzo, Pignatiello volvió a competir en el sudamericano de natación que se realizó en Buenos Aires. Volvió a ganar: dos medallas de oro en 400 y 800 metros libres y una de plata en 1500. Su Instagram con 567.000 seguidores explotó: “Hace un año atrás dábamos todo por volver a estar en el agua. Hoy somos campeones sudamericanos después de 55 años: orgullo por este equipo y la celeste y blanca”. Y si bien los tiempos de esas carreras no fueron los que solía tener antes de la pandemia, con ese impulso se siguió entrenando para “conseguir su mejor versión” e ir en la búsqueda de una medalla argentina en los Juegos Olímpicos de Tokio.
Paula Pareto, la última samurái
El umbral del dolor es la intensidad mínima a partir de la cual un estímulo se considera doloroso. Es subjetivo y, por eso, los médicos suelen decir: “De uno a diez, ¿cuánto le duele?”. El médico no podrá comparar el dolor de un paciente con el de otro, pero tendrá una idea de la intensidad. Tres veces, la yudoca Paula Pareto fue al médico y se hizo una radiografía o un estudio y el médico le dijo: “Pero vos acá te fracturaste”. Y cada una de esas veces, ella hizo memoria y recordó el momento de “la molestia”, cuya causa era un hueso roto. El umbral de dolor de Paula Pareto es montañés: por eso, su padre no mira sus peleas. Le cuesta diferenciar si ella estará sufriendo o si apenas sentirá los golpes. La excepción son los Juegos Olímpicos, porque los hermanos de Paula obligan a su padre a sentarse frente al televisor mientras la hermana de Paula, psicóloga, le repite al hombre que tiene que superar sus miedos. Sin dudas, a pesar de que le cueste, el padre de Pareto verá las luchas de Tokio: para después de la competencia, Paula está pensando en su retiro. La ganadora de dos medallas olímpicas, tres podios mundiales y 44 medallas en torneos oficiales de la Federación Internacional de Yudo tiene 35 años y muchas lesiones acumuladas.
Después de su oro en los Panamericanos de Guadalajara –y habiendo entrenado con los muebles de su casa–, la campeona de yudo de 35 años busca retirarse con gloria.
En marzo de 2020, después de cinco meses de recuperación por una operación en las cervicales, viajó a Rusia para participar del Grand Slam de Ekaterimburgo, pero el coronavirus obligó a suspender el torneo antes de la primera pelea. Al regresar a la Argentina, luego de los días de aislamiento, volvió a su trabajo como traumatóloga en el Hospital Central de San Isidro. Por las restricciones, durante cuatro meses no pudo luchar con otra persona. Sin embargo, siguió levantándose a las 6 para hacer doble turno de entrenamiento y se armó un circuito en su casa. Se viralizaron sus videos usando la mesa del comedor para hacer bíceps, tríceps y dorsales. En una entrevista, contó que intentando hacer cosas diferentes, rompió la mitad de su casa, pero no se detuvo. En octubre de 2020, después de 14 meses sin competir, ganó la medalla de plata en el Grand Slam de Budapest. Y, al mes siguiente, el oro en el Panamericano de Guadalajara, México.
En un posteo de Instagram, comentó sobre el encierro: “Fue como un sacudón duro de pasar, pero estoy feliz porque fue necesario para mejorar de cara a Tokio. A veces se trata de hacer más por QUERER y no tanto por poder”.
Sebastián Simonet, los Gladiadores tras la hazaña
En agosto de 2019, los Gladiadores –como se conoce al seleccionado argentino de handball– vencieron por 31-27 a Chile en la final de los Juegos Panamericanos. Ganaron la medalla de oro y, así, clasificaron a los Juegos. El grupo de Tokio no será fácil: deberán jugar contra Brasil y también contra cuatro europeos de elite: Noruega (medallista de bronce en el certamen continental 2020 y finalista en dos de los últimos tres Mundiales), Francia (cuarto en el último Mundial y cuatro veces medallista olímpico), Alemania (bronce en Río 2016) y España (campeón de Europa y bronce en el Mundial de Egipto 2021). “Creo que el único que está un poco en nuestro nivel es Brasil”, dice Sebastián Simonet, emblema del equipo. “Sin miedo a decirlo, todos los demás están un escalón por arriba. Esto no quiere decir que no podamos ganarles. Pero es mucho más que un grupo de la muerte”.
Para Simonet, estos Juegos tendrán una importancia especial: porque piensa retirarse de la selección y porque por fin jugará con sus dos hermanos, Diego y Pablo. “En Londres 2012 estuvo Diego. En Río 2016, Pablo (Diego estaba lesionado). Esperemos que este sea el de los tres. No quiero ni pensarlo hasta que se dé… Se hizo tan larga la espera”.
Con el oro en los Panamericanos como pasaporte para el seleccionado de handball, el emblema del equipo apuesta todo antes de su retiro.
Por las suspensiones debido a la pandemia, en el último año y medio, Sebastián solo jugó los seis partidos del Mundial en Egipto. Tras derrotar a Croacia y a Japón, Argentina quedó segunda en el grupo después de Dinamarca y finalizó undécima en la general. “Mi rendimiento fue bueno. Creo que a pesar de no haber tenido roce durante el año aporté mucho y eso me deja tranquilo para los Juegos”, dice.
Si bien en la Argentina el handball es un deporte amateur, Sebastián –que juega en la Sociedad Alemana de Gimnasia (SAG) de Villa Ballester– se lo toma en serio. Cena temprano, se acuesta alrededor de las 10 de la noche y se levanta a las 6. Trabaja de 7 a 12 en la empresa familiar de adhesivos y luego se va a entrenar. Entrena duro, como si se moviera en un ámbito profesional. Por el momento, el retiro será solo de la selección: va a seguir jugando en la Argentina. “No me imagino con una panza terrible, pero tampoco impecable como ahora. El handball será una actividad más secundaria: pasaré más fines de semana en casa, no viajaré tanto”, dice. Aunque en estos días solo piensa en Tokio: “Será el broche de oro de mi carrera, no solo hacerlo en un juego olímpico, sino en una cancha junto a mis dos hermanos”.
Gastón Alto, peloteando con un robot
El entrenamiento físico de un jugador profesional de tenis de mesa es similar al de un boxeador. Por eso, hace 15 años, el mendocino Gastón Alto decidió entrenarse saltando la soga y pegándole a la bolsa; sin embargo, después le dolían mucho las manos y no podía agarrar la paleta. Así que buscó otra manera de ejercitarse. Con un grupo de amigos probó con el fútbol de salón: le fue bien y siguió. Jugó en la selección de Mendoza y salieron campeones nacionales 2015, 2016 y 2017. Al año siguiente, lo preseleccionaron, pero tuvo competencias internacionales de tenis de mesa y debió elegir.
Su carrera en el tenis de mesa había empezado a los 4 años, cuando lo hicieron socio del Club Mendoza de Regatas. De chico acompañaba a todos lados a su hermano Matías, entrenador de la selección argentina de la disciplina (junto a Gustavo Levisman). A los 9, participó en su primer sudamericano y, desde ese momento, estuvo en los seleccionados de todas las categorías hasta llegar a la mayor, a los 16. En los últimos años, para poder lograr mejores resultados, compite en ligas europeas. Estuvo viviendo en Alemania y, a partir de ahora, cuenta, piensa asentarse en Portugal y jugar en simultáneo las ligas de Francia y de Ucrania.
El mendocino es uno de los dos argentinos clasificados. Durante la pandemia, se entrenó en su comedor con una máquina tirapelotas.
Cuando está en Mendoza, su rutina es avasallante. A la mañana, hace dos horas de gimnasio y dos horas de tenis de mesa; luego busca a su hijo en la escuela o da clases particulares y, más tarde, otras dos horas de tenis de mesa. De 21 a 23 se entrena en futsal: juega en el club Andes Talleres. Durante la cuarentena, tampoco se detuvo. Corrió los muebles de su departamento de Guaymallén y, con un robot que le tiraba pelotas, se entrenó en el comedor. Así, pudo mejorar su revés. Sus golpes fuertes, dice, son la derecha y el saque.
La parte mental también es fundamental: “Tenés que ser muy positivo, estar tranquilo y no enojarte, porque los puntos pasan muy rápido y, por un fastidio, podés perder un set”, explica.
Por primera vez en 13 años, Argentina tendrá dos representantes en la disciplina. El preolímpico se realizó en abril, en Rosario. El primero en clasificar fue el platense Horacio Cifuentes. Al día siguiente, Alto le ganó al chino nacionalizado dominicano Jiai Wu y también se aseguró una plaza para los Juegos.
Respecto de las expectativas, es cauteloso. “Vamos a ir a luchar el primer partido y buscaremos pasar de la primera ronda. Va a ser muy difícil, porque te enfrentás a los mejores del mundo, pero estar allí ya es para festejar”.