En los textos de Leila Sucari, el tiempo de la maternidad, del trabajo y el deseo se chocan, se alinean y se atraviesan al ritmo incesante de la ciudad o de la promesa de la naturaleza.
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“Miento. Le miento a mi hijo para quedarme en el piso, para no tener que hablar. Ayer le mentí para seguir leyendo. ‘Dormí un ratito más, mi amor, que es muy temprano todavía’, le dije cuando eran las 11.30 horas y había ocurrido el milagro de despertarme antes que él”, escribe Leila Sucari (Buenos Aires, 1987) en Te hablaría del viento, su libro de crónicas íntimas publicada por Editorial Excursiones. A lo largo de sus 162 páginas, el tiempo narrado será el de la vida personal, en el que la crianza de un niño pequeño a solas ocupa un centro que abre periferias: el recuerdo de su infancia, su relación con su familia en su vida adulta, su profesión de escritora y periodista y el erotismo como un mundo que funciona en paralelo, que segmenta esa identidad de madre, quizás su estereotipo.
Leila Sucari publicó las novelas Adentro tampoco hay luz (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2016) y Fugaz. También poesía y además escribe para La Agenda. Su libro de crónicas no resta detalle de ese agitado oficio, que quita tiempo de ocio pero gana experiencia en lecturas: Katherine Mansfield, Ida Vitale, Fabián Casas, entre muchos otros autores célebres pueblan las citas que alimentan el andamiaje de sus ideas en torno a la literatura y la vida. “Construir un espacio donde las palabras circulen y hagan vibrar la lengua. La escritura es un acto de soledad, pero la creación es colectiva. Es con lxs otrxs; sean personas, animales, plantas, estrellas, vivos o muertos. Se trata de abrir ventanas, que el mundo pase y te atraviese. Dejar de ser uno”. El espacio para dejar de ser uno será indudablemente la naturaleza, que se construye como una interlocutora que no contesta con palabras sino con símbolos luminosos, densos, arremolinados. En este sentido, Sucari proporciona una buena cantidad de caminatas por bosques imaginarios y por campos reales, por mataderos abyectos y por la vida doméstica compartida con sus mascotas.
“Cuando me dispongo a la depresión, suena el celular. Me llega una foto de mi hijo remontando un barrilete de colores al costado del río. Tiene una sonrisa enorme, el hoyuelo marcado y el pelo revuelto por el viento. No puede existir algo tan bello, pienso, y es como si el mundo entero se ordenara de pronto”. Leila Sucari no teme abjurar y al segundo correr a abrazar ese impacto permanente que es estar al cuidado de una vida pequeña, frágil, vulnerable pero también demandante, tirana, prosaica -sobre todo en lo concerniente a los chats de mamis. Porque “La maternidad puede molestar como un abrojo incrustado en la piel”, pero también “abrir el corazón y provocar una lucidez psicotrópica capaz de acercarte a una especie de verdad mucho más fuerte que el tiempo”.
La edición de Te hablaría del viento viene acompañada por dos reproducciones a color de la artista Lola Goldstein (Buenos Aires, 1978), quien también ilustra la tapa; el plus que distingue a la Editorial Excursiones y que caracteriza toda su colección: acompañar con la obra de un artista plástico contemporáneo los textos de ensayo latinoamericano que publican. ¡Atención coleccionistas! y seguidores de esta gran artista residente en Burzaco: las postales que reproducen una obra de 2013 y otra de 2020 están finamente troqueladas y son muy enmarcables.