Después de tres años, llegó a Netflix; cuenta la vida del popular cantante mexicano, que abarca el período entre 1996 y 2005
- 4 minutos de lectura'
El 15 de julio de 2018, Netflix entregaba el último capítulo de la primera temporada de Luis Miguel, la serie tal vez con la certeza de que el intenso minuto final de ficción/realidad, con el protagonista recibiendo de manos de Hugo López, su manager, un informe que revelaba el paradero de Marcela Basteri, su madre, creaba un suspenso insoportable. Lo cierto es que para ese entonces la compañía mexicana Gato Grande y MGM, productoras del envío, recién estaban comenzando a trabajar en la continuidad de la serie. Pero el dato, tan vago como un poco escamoteado, terminó siendo una prueba de fuego para la paciencia de la legión de fans cosechada por el programa en sus tres meses de emisión, repartida entre los eternos adoradores del cantante mexicano y gente que poco sabía de su vida y de su música, pero que se enganchó con el novelón. Luego, el mundo sería sacudido por la pandemia y, por supuesto, la cosa se atrasaría aún más. Pero todo llega, y después de tres años de espera, el domingo 18 de abril se estrenó la segunda temporada en la plataforma de streaming.
Modelo de bioserie con foco en una megaestrella de la canción latina (luego de su irrupción aparecieron varias en el mismo estilo: una kilométrica dedicada a José José, otra que retrata vida y milagros de Juan Gabriel, y varias más), en su primera temporada Luis Miguel, la serie jugó fuerte: mientras en forma de culebrón clásico entregaba al público aquello que había sido celosamente guardado (la vida de un artista que envolvió su intimidad en el más absoluto de los misterios), por otro, la aderezaba con una playlist imbatible (ver recuadro), tatuada en el corazón de los fanáticos. La ganancia estaba a la vista: una audiencia metida hasta la coronilla en el juego héroe/villano trenzado entre el protagonista y su padre, Luisito Rey (gran papel del español Óscar Jaenada), su primer y abusivo manager y acaso verdadero responsable, por acción u omisión, de la desaparición de la abnegada Marcela, madre del artista y de sus hermanos, Alex y Sergio; y que además miraba y escuchaba embobada al actor Diego Boneta, el Luismi de la ficción, mímesis del “Sol de México” y portador de una voz que volvió a darles brío a temazos como “Culpable o no” o a aquellos viejos boleros que Luismi desempolvó para su álbum Romance, de 1991.
Tanta ilusión de realidad tuvo origen en la participación directa del cantante, que cobró muy bien por el aporte (unos US$5 millones) y permitió que la fuente principal de la historia fuese un libro también autorizado por él: Luis Miguel. La historia, de Javier León Herrera. Sus amores de juventud (con acento en la fotógrafa Mariana Yazbek, Erika Camil y Sophie, nombre de ficción para Stephanie Salas, madre de Michelle, la primera hija del astro), el drama familiar, los excesos, la fama desmedida, la celebridad y sus conflictos fueron también argamasa para la primera temporada, cuyo punto final se ubica el 9 de diciembre de 1992, día en que fallece su padre y Micky (otra cosa que descubrió la serie: el sobrenombre del astro en la intimidad de la familia) recibe la carpeta con el esperado dato de la ubicación de su madre. Una puerta abierta para este modelo 2021, que abarcará el período 1996/2005 y estará narrado en dos líneas temporales diferentes. Esta vez no habrá lugar para otro Luis Miguel que Boneta, y el regreso del argentino César Bordón como Hugo López indica la importancia que tuvo para la vida del ídolo el hombre que le hizo revalorizar la figura paterna. Eso sí, de Aracely Arámbula, madre de dos de sus tres hijos, ni noticias: la actriz y cantante no autorizó su participación en la trama. El resto, lo esperado: la existencia entre excitante y torturada de un hombre que, a pesar de estar dispuesto a contar su historia, sigue siendo un misterio.
Cuando calientan los números
Si hubiera que unir entre dos puntos de la discografía de Luis Miguel la línea de tiempo que comprende esta segunda temporada, habría que ubicarla entre Nada es igual (1996) y México en la piel (2005). Álbumes exitosos, pero lejanos a Romance (1991) y sus siete millones de copias vendidas. De todos modos, la serie significó en 2018 un reverdecer de Luismi en la consideración pública: durante el trimestre de emisiones aumentó un 600% la búsqueda del cantante en Google y las reproducciones de su música en Spotify se incrementaron un 152% en promedio diario: de los 4 millones entre marzo y abril de 2018, al cierre de julio se registraron 6,3 millones. Impresionante.