Considerada una de las más importantes en la historia de la ciencia ficción, finalmente fue adaptada para televisión.
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El 1 de agosto de 1941, mientras Europa era fagocitada por las llamas y la sombra de Hitler se extendía sobre el mundo, un joven de 21 años tuvo una idea que cambiaría para siempre nuestra relación con el futuro.
Ocurrió en el vagón de un tren. Aquel día, un estudiante de Química e incipiente escritor llamado Isaac Asimov se dirigía a una cita con su editor para venderle una nueva historia para su revista. El problema era que no tenía ninguna trama en mente. “Por lo tanto, probé un truco que utilizo a veces”, confesó tiempo después. “Abrí un libro al azar y establecí una asociación libre con lo primero que vi. El libro que tenía conmigo era una colección de obras de teatro. Lo abrí en la imagen de una reina arrojándose a los pies de un soldado. Pensé en imperios militares, en el Imperio romano, en un imperio galáctico, ¡ajá!”.
Así recuerda Asimov que nació Fundación, una de las sagas más ambiciosas en la historia de la ciencia ficción que, tras varios intentos fallidos, al fin desembarcó en la pantalla (chica) como serie de la plataforma Apple TV+.
Los efectos que ha tenido esta opulenta saga de 16 libros han sido enormes. Ha cautivado a generaciones de científicos, ingenieros y economistas como Paul Krugman.
El motor de esta alegoría sobre el crecimiento y la decadencia de las culturas es la invención de una disciplina: la psicohistoria, capaz de predecir con precisión eventos futuros en una escala masiva a partir del análisis del comportamiento de multitudes.
En un futuro lejano, el protagonista de la historia –el matemático Hari Seldon– predice con este método el colapso de un imperio galáctico y el advenimiento de una Edad Oscura de 30.000 años. Para ayudar a la civilización a mitigar este inevitable cataclismo crea un plan que implica enviar colonias científicas a planetas distantes para resguardar el conocimiento acumulado en la Enciclopedia Galáctica.
Los efectos que ha tenido esta opulenta saga de 16 libros han sido enormes. Ha cautivado a generaciones de científicos, ingenieros y economistas como Paul Krugman. “Crecí queriendo ser Hari Seldon”, confesó el Premio Nobel de Economía. Inspiró también a Elon Musk a fundar su compañía SpaceX y nutrió sus sueños de convertir a la humanidad en una especie interplanetaria.
Wikipedia y películas como Star Wars son descendientes directos de las ideas vertidas a lo largo de Fundación, así como también la obra de Asimov le dio forma a un concepto que mueve los hilos de nuestro ecosistema tecnológico: el de big data.
A medida que aumentan los volúmenes de datos que generamos y consumimos colectivamente –palabras, imágenes y videos en la web, en sensores de automóviles, equipos industriales, medidores eléctricos–, también avanza a paso firme esta tendencia tecnológica que abre la puerta a un nuevo enfoque para comprender y predecir el mundo y tomar decisiones.
Científicos de datos coquetean con la ancestral fascinación con la predicción de eventos. Valiéndose de técnicas de inteligencia artificial como procesamiento de lenguaje natural, reconocimiento de patrones y aprendizaje automático, canalizan torrentes de datos para identificar tendencias y necesidades.
Al analizar los patrones del uso de celulares y búsquedas online, un equipo de investigadores en San Francisco puede predecir la magnitud de un brote de una enfermedad en la mitad del mundo.
Wikipedia y películas como Star Wars son descendientes directos de las ideas vertidas a lo largo de Fundación, así como también el concepto que mueve los hilos de nuestro ecosistema tecnológico: el de big data.
En una era digital en la que la privacidad parece haber quedado obsoleta, nuestros datos personales se recopilan, filtran y monetizan cada vez más sin que nos demos cuenta. Las publicaciones en redes sociales permiten medir el comportamiento y los sentimientos colectivos con gran detalle y a medida que ocurren.
Además de ser usada ahora por centros meteorológicos, agencias espaciales, fondos de inversión, proveedores de salud y agencias de empleo, la ciencia de datos permite a equipos de fútbol y otros deportes estudiar y mejorar el rendimiento de sus jugadores y optimizar tácticas y compras, como lo expuso la película Moneyball (2011).
Supermercados analizan las ventas para adaptar las selecciones de productos en tiendas y determinar el momento de ofertas. Compañías como Netflix y Spotify recopilan los datos sobre todo lo que vemos y escuchamos para producir más películas, series y temas que se adapten a nuestros gustos.
Si bien la psicohistoria sigue siendo ficción y se encuentra más allá de nuestro alcance tecnológico actual, el despegue de la era de big data alienta una suerte de utopismo digital: el sueño de amainar la incertidumbre que gobierna la naturaleza y, de una vez por todas, desarrollar la capacidad de controlar el mundo.