Espacios que invitan a hacer un alto en tu día con una combinación que nunca falla
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La Garage
De vez en cuando la vida es un Tetris en el que todas las piezas encajan.
Martina “Machu” Schvarzstein y Camila Malvido se habían conocido en el restaurante barcelonés Tickets. Luego cada una siguió su camino hasta que en pandemia, como muchos cocineros y cocineras, se unieron para producir desde sus casas.
“Empezamos a vender cajas con lo que la gente pedía, que eran productos de panadería”, cuenta Malvido.
Un día, entre tantos pedidos, llegó el de Sol Eskenazi, quien conocía a Machu del rubro. “Vi lo que estaban haciendo en Instagram y quise probar; eso nos puso en contacto otra vez. Ellas me comentaron que iban a buscar una cocina fuera de sus casas, y yo también estaba con ganas de encarar algo propio”, explica. Así aparecieron las primeras piezas de este Tetris que enseguida pasó de nivel.
Recomendados: budín vegano de banana, focaccia con huevo frito y knishes de papa.
“Lo de la cocina no se daba y en un momento flasheamos un garage, y Sol nos contó que tenía uno y que podíamos reconvertirlo en cocina”, explica Schvarzstein. ¡Bingo! El garage se convirtió en el primer lugar donde dejaron de ser empleadas para transformarse en dueñas de la cocina, como rezaba un programa televisivo.
Quienes anden por la nueva bicisenda de Córdoba o la ya clásica de Gorriti pueden desviarse por Arévalo para probar especialidades en donde se lucen las masas; la tipo philo, estirada a palote, se luce en uno de sus productos insignia: los knishes de papa. En lugar de la clásica forma de bolita, los hacen tipo bastón y son vegan.
Los hojaldres, dulces y salados, y los panes de masa madre son otro boom. Los sándwiches rotan cada día, al igual que la focaccia al corte, que también varía de forma diaria; eso sí, no se negocia el huevo frito que le cae encima como una bomba de sabor.
A la hora de las bebidas, la especialidad es el café turco. Tienen soda en sifón y todo el resto está enlatado, ya que el objetivo es reducir el impacto ambiental, hasta el agua –con y sin gas– sale en envase de aluminio.
“La pandemia aceleró la ruptura de algunos esquemas; puede ser rico lo que hacen en una panadería de barrio, pero no nutritivo y durante la cuarentena la gente empezó a interesarse en lo que consumía, algo que antes quizás no podía hacer por falta de tiempo”, concluye Malvido.
Arévalo 2253 (Palermo). Miércoles a viernes de 10.30 a 18, sábados de 11 a 18. @_lagarage
Fauna
Plantas, alimentos vegan y café… ese listado podría ser un resumen de los hits de la cuarentena, y también son los pilares sobre los que se asienta Fauna.
Mariano Shaw y Álvaro Zapiola son amigos desde que tienen 5 años. Cansado de la vida de traje y corbata en una multinacional, Shaw pateó el tablero y se fue a vivir a Australia. En marzo de 2020 decidió tomarse unas vacaciones y regresar al país, pero a los días de llegar salió el decreto del ASPO y los planes se trastocaron. Tanto que su pareja sueca, con quien convivía en Australia, nunca pudo llegar y quedó varada en el aeropuerto de Uruguay.
Sin trabajo, novia ni posibilidades de subise a un avión, buscó algo para hacer que no estuviera ligado a la vida corporativa.
Recomendados: croissant, avo toast y alfajor de naranja y nuez.
Zapiola, por su parte, es arquitecto y desde hace unos años empezó a especializarse en paisajismo y jardinería. También sin trabajo fijo, una noche de charla entre amigos empezaron a cranear qué hacer.
Pero, claro, toda historia feliz necesita su cuota de magia. El padre de Zapiola tenía un local en pleno Palermo Soho, que le alquilaba a una peluquería que había bajado su persiana. El espacio quedó vacío y Fauna encontró su hogar.
En Fauna hay plantas, ramos de flores, macetas artesanales y también muy buen café. Por el momento no tienen filtrados. “Queremos ir de a poco, tenemos una carta corta, pero que cumple y funciona muy bien; vamos a ir ampliándola de a poco”, cuenta Shaw.
Todo fanático del café sabe que la mano del buen barista es clave, y acá se luce.
La propuesta gastronómica es vegana en un 80%, lo salado lo elaboran en el lugar y lo dulce se lo compran a Camila Villalobos, la jovencísima panadera que está detrás de Vica Plant Based. Lo tercerizan porque la idea es “darles oportunidades a emprendedores”.
En carta, cada producto indica si es vegano o gluten free, y esa aclaración se agradece porque la pastelería es un tanto diferente a la tradicional, no en relación con las combinaciones o las propuestas (hay alfajor de coco, de nuez y naranja, etcétera), pero sí en materia de texturas y sabores.
El local es blanco, lleno de vegetación y con bastantes mesas al aire libre, un espacio que invita a quedarte por horas mientras descansás de tu ¿intenso? pedaleo.
Malabia 1578 (Palermo). Martes a domingo de 10 a 20. @fauna.cafeyflora
Compadre
Compadre es la prueba de que un mar bravo puede llevar a buen puerto. Amigos de toda la vida, Nicolás Polero y Lucas Dattilo tenían un catering a las brasas que funcionaba como piña, hicieron el último evento el 28 de febrero y los casamientos que tenían previstos se cancelaron por la pandemia. Había que apelar a la tarea de moda: reinventarse.
Lucas empezó a vender empanadas fritas por Instagram y fue un boom, tuvo pedidos de hasta 100 docenas por semana. Un día se enteró de que unos colegas vendían un horno y le avisó a Nicolás para que fueran a verlo, la idea era hacer pizzas. Pero se dio cuenta de que en su casa era imposible colocarlo, así que lo guardaron en un galpón. Ese mismo día, la madre de Lucas le contó que había visto una esquinita muy linda de Devoto que estaba en alquiler, llegaron al local al día siguiente y lo señaron y así empezó Compadre.
Recomendados: fosforitos, croissants, rolls de canela, tostadas con huevo y palta.
La masa madre domina la escena, pero se trata de una masa mansa, que no golpea con notas ácidas. No solo se luce en el pan, también en los hojaldres, los laminados y en las pizzas que salen de jueves a domingo por la noche.
El resto de la carta es bastante rotativa, siempre hay alguna torta, budines, sándwiches. “Nos gusta jugar para no aburrirnos; si hay fainá, por ejemplo, vemos qué tenemos y le ponemos cositas ricas encima”, cuentan.
Esa cintura la tienen porque ambos son cocineros egresados del IAG y vienen con mucha experiencia de restaurante. “Tenemos cookies y rolls de canela, por ejemplo, pero no hacemos recetas de escuela, es a nuestra manera”, explica Lucas.
En café, los asesora el reconocido Dani Calderón y trabajan con granos de la Motofeca. Y los fosforitos y las croissants son un hitazo.
Compadre es un viaje, al pasado, a los valores más nobles, al sentido de comunidad. La vajilla que hay en el local –superochentosa– es la misma que usaban cuando eran chicos para tomar café con leche, fue directo desde sus casas. El vecindario siente a Compadre como un espacio propio, comunal. “Nos regalan cosas, nos ayudan todo el tiempo; si pasan o están comiendo acá y ven que hay alguien parado, se acercan y nos ofrecen traer sillas de su casa”, cuenta Nicolás.
Todo tiene onda, pero cero pretensión: “No somos tan cool –dice riéndose Lucas–, acá se escucha reggaetón y rock nacional”.
Av. Mosconi 4300 (Villa Devoto). Martes y miércoles de 10 a 19, jueves a domingo de 10 a medianoche. @compadre.bikeandcoffee
Yapán
Yapán nació en diciembre de 2020 con un objetivo: “Se pensó como una panadería de barrio que pudiera abarcar diferentes segmentos etarios y situaciones, que fuera para cualquier persona que quiera comer rico”, cuenta Federico Briones, uno de los socios.
Trabajan con panes de masa madre, pero decidieron no comunicarlo de manera activa porque consideran que “se llegó a un tope”. Es cierto, ya se sabe que la masa madre fue el tamagotchi de la cuarentena.
El foco está puesto en revalorizar los productos clásicos de la panadería argentina: medialunas, tortitas negras, palmeritas, cremonas, etcétera. “No hay muffins, ni budines, ya hubo mucho de eso y seguro seguirá habiendo, pero son productos que tienen que convivir con la identidad propia de la panadería nacional”, explica Briones.
Recomendados: medialunas de manteca, tortitas negras y palmeritas.
Trabajan con un café de especialidad elaborado por una empresa familiar, Agricafé, que tiene sede en Bolivia. El filtrado viene con bonus track: refill constante, un gran punto a favor.
Para los que prefieran versiones lácticas, se recomienda el latte, que preparan con una rica leche de almendras.
Claro que al ser un lugar multitarget, también ofrecen avocado toast, pancakes, huevos benedictinos y otros platos que para algún adulto mayor “fuera de onda” son un jeroglífico.
Este mix es producto de una decisión que tomaron Briones y sus socios: “La pandemia exigió que volvamos a estar en contacto con las cosas terrenales, como el pan y el café. No queremos perder de eje que somos una panadería de barrio, pero al mismo tiempo tenemos que mantenernos actualizados”.
A metros de una plaza y junto al viaducto Mitre, Yapán es ideal para cualquier comida en familia y terminar la salida en las hamacas.
De jueves a domingo, están abiertos a la hora de la cena. Cuando en el cielo salen las estrellas, a las mesas llegan en forma de pizzas y bebidas alcohólicas de lo más variopintas: cócteles, cervezas y vino, todo bien democrático.
Y si de democratizar se trata, el tema de los precios también pasó por ese filtro: “Es una falta de respeto que alguien quiera cobrar un pan $500 o $400; en definitiva, todos sabemos que el pan nunca debería faltar”, concluye Briones.
Franklin D. Roosevelt 1895 (Núñez). Todos los días desde las 8. @somosyapan