Nosotros lo escribimos así: “ídish”. Pero los estadounidenses lo hacen de otro modo: “yiddish”. Y esto mismo ocurre con muchísimas palabras de este idioma hablado, hasta hace unas pocas generaciones, por los judíos de Europa del Este, y hoy mismo por los ortodoxos de Once y de Brooklyn, esos que aparecen en series como Unorthodox (que, en una experiencia lingüística extraordinaria, hablan el ídish cotidiano para no profanar el sagrado idioma hebreo). ¿Por qué “ídish” y no “yiddish”? Porque así lo pronunciaron nuestros antepasados, a lo campestre, y así lo seguimos diciendo nosotros. Se llama “transliteración”: es el problema de escribir las palabras del alfabeto hebreo (que el ídish utiliza) con las letras del alfabeto latino. No son las mismas letras, y ahí aparecen las variaciones. Ídish. Yiddish.
El libro se titula Apuntes para la historia del periodismo judío en la Argentina y describe el período aventurero de 1898-1914.
A este tipo de desafíos me enfrenté durante los 10 años que pasé traduciendo un libro escrito en ídish, titulado Tsu der geshijte fun der idisher dyurnalistik in Argentine. Como ven, el ídish suena a alemán. Tiene algunas palabras en ruso y muchas en hebreo. Según su carátula en español, el título del libro es Apuntes para la historia del periodismo judío en la Argentina. Fue publicado en Buenos Aires, en 1929, y describe el período aventurero de 1898-1914. El autor se llamaba Pinie Katz: fue un periodista famoso y fue traductor, él también. Llevó al ídish Don Quijote, de Cervantes, y Facundo, de Sarmiento, entre otras obras. Dirigió durante décadas un diario en ídish, Di Presse, y fundó la rama local de la organización cultural ICUF. Pero ¿qué tenía ese libro que lo hacía tan interesante? ¿Por qué me metí en el fango de una lengua que hasta entonces yo no conocía?
La historia es larga; la voy a hacer breve. Hacia 2010 yo estaba tras la pista de una serie de homicidios ocurridos entre 1889 y 1906 en una colonia agrícola poblada por judíos rusos: Moisés Ville. Más adelante eso daría pie a mi libro Los crímenes de Moisés Ville. Mucho de lo escrito por la colectividad en esa época (¿mucho? ¡todo!) estaba en ídish y de hecho mi bisabuelo, llamado Mijl Hacohen Sinay, creó en 1898 el primer periódico judío de la Argentina, Der Viderkol [El Eco]. Fue un periódico contemporáneo a aquellos crímenes, por lo tanto yo quería saber si los había informado. Pero después del atentado a la AMIA –donde se conservaba al menos un ejemplar– ya no lo pude encontrar y por eso decidí recurrir a otros informantes, como Pinie Katz, que había escrito sobre ese periódico en su libro.
Me costó encontrar el libro de Katz y al principio trabajé con un ejemplar que me prestó Eliahu Toker (un gran especialista en cultura ídish). Pero después, en un rincón de la casa de mi abuela, encontré el que había pertenecido a Mijl Hacohen Sinay, mi bisabuelo. Ese es ahora mi ejemplar. Bueno, ¿y entonces qué tenía el libro que lo hacía tan interesante? Tenía una sensibilidad muy humana para narrar a aquellos primeros periodistas de la belle époque. Katz mostró, en un escenario porteño babilónico, las aventuras vocacionales de ellos, pero también sus competencias despiadadas. Y entendí que el periodismo cambió, obviamente, pero los periodistas no lo hicimos tanto. El libro me cautivó inmediatamente.
No enfrenté aquellos problemas de transliteración solo, sino que lo hice con la ayuda de Ana Powazek de Breitman, una traductora de mucha experiencia que aprendió ídish de la boca de sus padres, sobrevivientes del Holocausto, y que trabajó conmigo en la Fundación IWO (Idisher Visnshaftlejer Institut – Instituto Judío de Investigación), situada en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Nos reunimos ahí quién sabe cuántas veces. Nos reunimos ahí, esto sí lo sé, hasta que el libro de Pinie Katz dejó de ser un misterio. El título de la nueva versión es: La caja de letras: Hallazgo y recuperación de «Apuntes para la historia del periodismo judío en la Argentina», de Pinie Katz. Es una joya literaria impensada. Es extraña y fascinante. La rescatamos de la bruma, del olvido, del silencio. Tanta cultura ídish, ahora en español.