Por qué amamos las biografías deportivas. Eso nos preguntábamos hace unos días con una amiga, tan antideportista en la vida real como yo. Estaba un poco desilusionada porque para su cumpleaños le habían prometido un libro de los que ella tiene en la lista de “pendientes imprescindibles”, pero al abrir el paquete se encontró con una novela de moda. “Y yo quería tanto el de Agassi que no pude disimular mi cara”, escribió en el wasap junto a un emoji lloroso.
Entonces, acumuladora de libros como soy, fui a la biblioteca y ahí estaba Open, las memorias del gran tenista criado en Las Vegas, casado con la enorme Steffi Graf, que se cansó de repetir que odiaba ese deporte “con una oscura y secreta pasión”. Biografía de la que Alessandro Baricco dijo: “El mejor libro que he leído en la última década”, y Rosa Montero escribió: “Este libro peligrosamente hipnotizante (me mantuvo una noche sin dormir hasta las siete de la mañana) es una conmovedora historia sobre la tiranía del éxito y del fracaso y sobre las muchas vidas que hay en una vida”.
Tenemos todo ahí: pasión, épica, gloria, derrota, traición, amor, miedos y, sobre todo, el eterno dolor físico que se convierte en gran rival de la mente. Porque los partidos, sabemos, se ganan con la cabeza.
Open estaba ahí, dije. Impoluto, sin hojear, en su edición de tapa blanda, juntando polvo. Mi amiga deseándolo y yo haciéndome desear a su lectura. Como en ese cuento de Clarice Lispector, “Felicidad clandestina”, en el que la protagonista añora tanto tener un libro que, cuando finalmente lo consigue, hace como si no lo tuviera: quiere demorar el placer de meterse en sus páginas, alargar la espera del éxtasis.
Lo puse en mi mesa de luz sobre la pila que funciona de dulce somnífero. Pero Rosa Montero tenía razón. Cómo dejar de leer cuando el primer capítulo te cuenta, con el ritmo de un thriller y en primera persona, el día que Andre jugó su penúltimo partido profesional con la espalda rota, amansada a fuerza de corticoides, y una contradicción como mantra en su cabeza: “Por favor que acabe todo esto/ No estoy listo para que acabe”. Ese partido del US Open contra un joven Baghdatis que le había confesado, un año antes, que creció imitándolo. Que quería ser como él. “Esta noche voy a enfrentarme a mi imagen reflejada”, piensa Agassi mientras afloja los músculos en la ducha.
Creo que alcanzan diez páginas para responder por qué amamos las biografías deportivas. O, al menos, las tan bien contadas como esta. Tenemos todo ahí: pasión, épica, gloria, derrota, traición, amor, miedos y, sobre todo, el eterno dolor físico que se convierte en gran rival de la mente. Porque los partidos, sabemos, se ganan con la cabeza.
“La batalla mental”. Así titulamos la tapa de Nadia Podoroska bajo los influjos de Open que, también, ilumina historias como la de ella. Semanas antes de viajar a Tokio y con el aura de haberle ganado a Serena Williams, su ídola, la tenista rosarina le contó a Fede Bianchini parte de su estrategia para ir más allá de lo que puede un cuerpo: “Tuve muchas lesiones, y el dolor queda guardado en el cerebro. Si tenés un problema, para resolverlo el cerebro busca en las experiencias previas y responde igual que antes. Me pasaba de estar nerviosa y que me empezara a doler una pierna, por ejemplo. Es un dolor real, pero si estás tensa, se maximiza. En cambio, si seguís concentrada en el juego, se te va. Entonces, la idea es buscar el modo de revertir esa situación. Dejar el dolor de lado, que no te ocupe tanto lugar en la cabeza, y poder volver a enfocarte en el partido. No identificarte con él. ¿Cómo? Con salidas, trucos, que le vas haciendo a la mente, porque el dolor existe, pero el tema es la magnitud o la importancia que le das”.
Hace dos noches que sacrifico horas de sueño por el libro de Agassi. Y subrayo párrafos mientras pienso en Nadia, en la insoportable soledad de las canchas y en los diálogos internos que tienen los y las tenistas para combatirla; en los paralelismos entre vida y juego (eso dice Andre y eso escribió su talentoso ghost writer, J. R. Moehringer) y el destino marcado por el binomio éxito y derrota. Dolor y gloria. Pienso en Gabi Sabatini, Steffi, Monica Seles, la gran Navratilova, heroínas de mi infancia y adolescencia.
Y marco otro párrafo, al final del primer capítulo: “La gente me pregunta a menudo cómo es la vida de quienes nos dedicamos al tenis, y yo nunca sé cómo describirla. Pero esta palabra es la que más se acerca: más que cualquier otra cosa, es un remolino doloroso, emocionante, espantoso, asombroso. Llega a ejercer, incluso, una débil fuerza centrífuga, contra la que llevo tres décadas luchando. Ahora, boca arriba en las entrañas del Arthur Ashe Stadium, con mi mano en la mano de un rival derrotado y a la espera de alguien que venga a ayudarnos, hago lo único que puedo hacer. Dejo de luchar contra ella. Cierro los ojos y observo, nada más”.
Como Agassi, cuando Podoroska habla de tenis, habla de la vida misma. Pueden leer la entrevista y, después, ir a comprar Open.
*Directora de Brando