Una ley provincial promueve la caza y recompensa con dinero
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Mil pesos la piel de zorro, $5000 la piel y el cráneo de puma. Además de su frialdad innegable, la política chubutense que recompensa a quienes cazan a los predadores que acechan al ganado activa una polémica resbalosa: ¿Y si el remedio fuera peor que la enfermedad?
Junto al yaguareté, el puma es el único felino que sobrevivió a las glaciaciones, recuerda Manuel Jaramillo, director ejecutivo de la Fundación Vida Silvestre, que lidera la oposición a la Ley Provincial XVII-52 (que promueve y recompensa la caza de zorros colorados y pumas por considerarlos depredadores de ganado). Con un área de influencia que va desde Estados Unidos hasta Santa Cruz, es una bestia plástica y esquiva. Los senderos patagónicos están repletos de carteles que alertan sobre su presencia, pero los encuentros con turistas son raros.
Frente a la ley provincial que promueve la caza bajo la premisa –discutida– de que son predadores de ganado, los conservacionistas alertan que genera nuevos problemas en el equilibrio del ecosistema.
A los criadores de ovejas les pasa todo lo contrario. Hace tres lustros el puma era un problema marginal, pero llegó la mala racha: sequías, cenizas, desertificación, caída internacional del precio de la lana y costos elevados. Los campos se fueron vaciando: primero de animales, después de gente. Fue una vía libre para el felino, que en poco tiempo se expandió por toda la provincia. Entonces se armó un círculo vicioso. Ante la falta de rentabilidad, los propietarios cerraban los campos y los pumas avanzaron sobre más áreas productivas.
También están recolonizando la provincia de Buenos Aires. Hay avistamientos recientes en zonas como Tandil y Costa Esmeralda. El proceso es similar al de la Patagonia: con menos gente en el campo, aumenta la población de presas como coipos (roedores parecidos al castor) y con ella la de pumas. Aunque no hay reportes de que maten al ganado, los pobladores locales los eliminan por miedo. El problema se extiende a Cuyo y otras zonas de la Patagonia, donde los conflictos con la ganadería son crecientes, según reconoce Jaramillo.
Buscados
Las presas favoritas del puma son los guanacos, la mara (casi extinta por la presencia de la liebre europea) y las ovejas. Como indica el saber popular, los zorros son oportunistas: esperan la época de parición para llevarse a los corderos. En 2018, el Ministerio de la Producción chubutense informó que de los 3,5 millones de animales en sus campos, morían unos 100.000 corderos y chivitos. Las pérdidas llegaban a los $100 millones.
Aquel año se reportó la caza de 5000 zorros colorados y 250 pumas. El fondo para pagar los “precios estímulo” –que el gobierno aumentó 200% y 330% desde el 8 de marzo de 2021– se constituye mediante una tasa de recaudación de 40 centavos por kilo de lana vendido. “Muerto el animal, hay que cuerearlo desde el hocico hasta la punta de la cola y entregar el cuero en la Sociedad Rural más cercana al predio o al domicilio del productor”, explica el diario Jornada. Una comisión controladora integrada por los propios productores y dos funcionarios recorre los campos para entregar los cheques y llevarse las pieles, que se incineran.
Este año se transfirieron más de $7 millones a las sociedades rurales de Esquel, Valle del Chubut, Comodoro Rivadavia y Sarmiento para pagar las recompensas. A su vez, la provincia recibió $3,5 millones desde Nación para capacitar a productores, encargados y peones de chacras y estancias, “con la finalidad de llevar el nivel de depredadores a un punto tal que sea viable la actividad ganadera, que está totalmente descontrolada”, advirtió Ariel Aguirre, director general del área.
A mediados de julio, la petición online para derogar la ley superaba las 85.000 firmas. La presión hizo efecto y el gobierno provincial evalúa cambios.
Desde el 26 de marzo, la gobernación organiza reuniones gratuitas en distintos campos, donde se explica todo sobre el armado y la colocación de jaulas y trampas (se compraron más de 550 a una metalúrgica cordobesa), y las diferentes técnicas de rastreo de acuerdo con el terreno. Como el puma se comporta de manera distinta en cada ambiente, la estrategia de caza también varía. Los encuentros dedican un tiempo a los métodos no letales, con la idea de que “los productores tengan a su alcance toda la paleta de colores para empezar a manejar la predación de una manera aceptada por la sociedad”, precisó el funcionario.
Después de las primeras críticas, Aguirre decidió bajar el perfil. “No estamos a favor de la matanza ni el exterminio de los predadores de las majadas de ovinos y caprinos, como el puma, en tierras privadas de ganaderos chubutenses”, asegura ante la consulta para esta nota. “La producción sustentable es totalmente viable en esos predios, de manera que no le encontramos sentido al planteo que apunta a la división de la sociedad”. El funcionario no quiso explayarse sobre esa alternativa.
Efectos adversos
Para Vida Silvestre, la política de matanza generalizada es anacrónica y contraproducente. Los “predadores tope” son un eslabón fundamental en los ecosistemas, con sinergias positivas incluso en la actividad agropecuaria. La mayoría de los zorros y de los pumas protegen su territorio del ingreso de otros competidores, además de prevenir explosiones demográficas de guanacos y liebres europeas.
“Cada vez que se anuncia una compra de pieles, la gente empieza a matar en cualquier lugar y, sin embargo, sigue habiendo ataques”, critica Jaramillo. “No más del 20% de los pumas matan ovejas. Si se elimina a alguno del 80% restante, puede venir otro que sí tenga esa costumbre, como los maduros desplazados, los jóvenes inexpertos o las hembras que enseñan a cazar a las crías. El puma que no mata es el mejor seguro”. También hay consecuencias indeseadas en la eliminación de zorros, que controlan todas las especies de roedores, incluidos los portadores del temido hantavirus.
A mediados de julio, la petición online para derogar la ley superaba las 85.000 firmas. La presión había hecho efecto tres semanas antes, cuando el gobierno provincial invitó a la ONG a una reunión, donde se reconoció que evalúan cambios en la norma, con más consenso y espacio para otros sectores sociales. Vida Silvestre celebró la apertura, pero aclaró que solo seguirá dialogando si se suspende el sistema de recompensas. Mientras tanto, propone mejorar las condiciones de crianza del ganado (es aconsejable evitar el estado silvestre), diseñar un mapa de conflictividad (que constate si la muerte del animal fue realmente responsabilidad de un predador) y crear un sistema de alerta temprana, que permita al productor comunicarse con personal de la provincia para desplegar medidas disuasorias.
Biólogos, veterinarios y estudiantes de cinco universidades nacionales se reunieron en el Proyecto Puma-Productor para pensar alternativas en esa línea. El diálogo con los ganaderos los ayuda a entender cada conflicto particular –con variables como el tipo de ganado, la topografía y los recursos económicos–, para sugerir opciones por fuera de la trampa y el fusil. Basadas en experiencias de Córdoba, el noroeste y la misma Patagonia, sus propuestas van desde rociar con repelentes como el gasoil los collares del ganado hasta pintar ojos sobre sus ancas para confundir a los atacantes. En el medio, un abanico de opciones como perros protectores, cencerros que alerten sobre movimientos sospechosos y cámaras que registren los momentos en que los predadores bajan a pozos y bebederos.
Aun así, no todos los atacantes van a sobrevivir. “Por más que lo captures y traslades, un animal cebado va a hacer un desastre en otro campo”, reconoce alguien que sigue el tema de cerca. “Hay tanto puma en cautiverio que nadie va a mostrar interés en alojarlo. Y, si lo aceptan, va a tener una mala vida. En algunos casos, hay que tomar la solución letal con profesionales como los leoneros, que saben rastrear y ubicar a esos animales específicos. A veces, eliminar uno puede salvar la vida de cientos”.