El cantante recuerda su educación sentimental, entre la música disco y los conciertos de Sumo, y repasa su vínculo con la cultura mexicana.
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“Unos sanguchitos de miga y una coca light”. El taxi que nos lleva desde su casa de Caballito al estudio donde se realizará la sesión de fotos, en el barrio porteño de Colegiales, toma la avenida Jorge Newbery, y a la altura del bar Rodney (inmortalizado por La Portuaria en una de sus canciones más emblemáticas), Gustavo “Cucho” Parisi improvisa el catering para su almuerzo. Su pedido está lejos de las exigencias de las estrellas de rock: ni sushi, ni langosta, ni un strogonoff de lomo, ni –mucho menos– una fuente de M&M de todos los colores, salvo los de color marrón. Fiel al imaginario de Los Auténticos Decadentes, Cucho pide una bandejita con sánguches de miga (que convidará luego a todo el equipo involucrado en la producción de fotos) y una botella de gaseosa dietética.
"Yo no sabía ni cantar, ni afinar, ni seguir una nota. Pero tenía mucha música encima."
Cucho Parisi
Desde hace 35 años, Cucho Parisi no solo es el cantante de Los Auténticos Decadentes, también es un soldado de plomo de la alegría de pueblos, ciudades y metrópolis de América Latina. A pesar de la raigambre nacional y popular, Los Decadentes expandieron su cancionero de Ushuaia a Tijuana, a tierras donde no necesariamente entienden a qué se refiere ese pingüino que menciona el bolero “Loco (tu forma de ser)” –uno de los hits seminales del grupo–, pero que sobre la base de la magia intangible de las canciones, de la algarabía que transmiten sobre el escenario y de esa actitud de vivir la vida como si fuera un viaje de egresados permanente, los adoptaron como a una banda local más.
“Ser cantante es muy difícil. Siento que estoy aprendiendo siempre. Fui a un profesor, me enseñó ejercicios. Después me olvidé todo. Subo a cantar y soy yo”, dice Cucho. Y en esa frase se resume, en buena parte, la clave del éxito de Los Decadentes. Y, también, la conexión con la filosofía punk que fue parte de la piedra fundacional del grupo (y de su propia carrera artística) y que mantiene hasta hoy.
“Empezó a salir como algo natural que yo tenía que cantar. Y yo no sabía ni cantar, ni afinar, ni seguir una nota, nada. Sí tenía mucha música encima, entonces por ahí eso me facilitaba copiar a alguien como cantaba. Y, además, estaba de moda el ska. Habían pegado mucho los Cadillacs, Madness, Specials… Entonces veníamos de esa movida que se podía cantar más con onomatopeyas”, recuerda.
En la casa de los Parisi se escuchaba folclore y tango, y estaban los discos del trío infantil Gaby, Fofó y Miliki y del legendario grupo argentino de cumbia Los Wawancó. Pero Cucho explica que su fascinación inicial fue con la música disco. “El primer disco que me compré fue Le Freak de Chic, después Buenos tiempos (Good Times, del mismo grupo), el single de “Love Is in The Air”, después Noticias del mundo, de Queen. No había en mi casa una cultura musical que me llegara. Más que nada me conecté con la música disco, que era lo que sonaba en ese momento. Hasta que pos-Malvinas, el rock nacional tomó el protagonismo.
–¿Salías a bailar?
–En la preadolescencia, nos juntábamos, y yo ponía a todos mis amigos en silencio. Ponía el vinilo en un Winco y grababa en un grabador de periodista. De aire. Sin conexión. Estaba loco. Muchos músicos de los que escuchaba, como Earth, Wind & Fire, eran monstruos. Más allá de la música chatarra de la época de la disco. Es decir, todo lo que venía después del funk verdadero… A mí, la música me llenaba el espíritu. Yo jugaba al básquet, era federado. Pero más allá del básquet, de tener una novia… La música me llenaba el espíritu. Escuchar música bolichera; antes de salir al colegio, tenía que escuchar los temas que había grabado la noche anterior. Estaba muy loco. Quería ser DJ. Al principio iba a las discos. Y las bandas vinieron a las discos. Los Abuelos, Sumo, Virus, tocaban en discotecas… El rock entraba en los boliches, lo que después hicimos en los 90. Era la época de Badía. Estaba todo mezclado.
–¿Y cómo fue que te transformaste en cantante?
–Como te contaba, yo no había cantado nunca, no sabía mi registro ni me imaginaba que podía cantar. Pero me gustaba mucho Miguel Abuelo, Luca, los Sex Pistols. La actitud punk de hacerlo como sea, el “hacelo tú mismo”. Y salió, pintó ahí. No sabía cantar ni pelar una voz. No tenía ni idea, pero lo que tenía que hacer yo como comunicador, como una performance, era comunicarme con la gente. Era el último eslabón de la banda, haciendo que ese beat le llegue a la gente.
Le fui encontrando la onda al formato de hacer una canción. En la banda, son todos músicos de primera, y son todos amigos, así que empecé a juntarme, por lo general, con un guitarrista, para hacer canciones.
–¿Qué cosas fuiste aprendiendo del oficio? ¿Cómo fue pasar de tocar en los sótanos con bandas de punk a la tele y luego a los grandes estadios?
–Tiene que ver con ubicar las manos, los gestos, la forma de moverse. La participación con el público, el feedback… Lo veía a Freddie (Mercury), a Ian Curtis, a Luca, a Fede Moura, al propio Dárgelos, a Vicentico… Y los ves ahora y decís, loco, son chabones que tienen una personalidad que marcan. Yo ocupé un lugar, pero nunca fui la moda ni nada. Fui trascendiendo un estilo con la ropa, con el pelo. Fueron muchas cosas que pusimos… Cuando pasó lo de Kurt Cobain, que Charly se tiñó de rubio, después lo hice yo… Y, a partir de ahí, nunca paré de teñirme. Hice de todo para quedarme pelado, pero no lo logré.
–¿Y a componer?
–Le fui encontrando la onda al formato de hacer una canción. En la banda, son todos músicos de primera, y son todos amigos, así que empecé a juntarme, por lo general, con un guitarrista, para hacer canciones. Voy probando, va saliendo. Se va aprendiendo el oficio. Si no tenés la actitud es más difícil. Pero yo tenía la actitud. Quizás era más tímido, pero cuando fuimos a La noche del domingo, con Sofovich, me vi y arrasaba con todo. Y, además, era música bailable. Yo tenía una energía punk y la música era tropical. Anárquica. Tropical, como decimos nosotros, con nuestro estilo.
Todo empezó con una frase que Lu, un amigo de Cucho, repetía como un latiguillo: “¡Qué decadencia!”. Lo decía todo el tiempo. Era su marca de fábrica y esa frase funcionó como un hechizo para que Nito (Montecchia, actual guitarrista y manager de Los Deca) se hiciera amigo del Francés Gastón Bernardou en el colegio San Martín, donde coincidieron después de haber repetido en otros colegios.
“Somos todos chabones, no hay ni una mina: ¡Qué decadencia!”. O “No hay trabajo: ¡Qué decadencia!”. La frase formaba parte del código de amigos, y quedó. “Era un momento de mucha fanfarria, de divertirnos mucho, de hacer pintadas antes de haber tocado con la banda”, evoca Cucho, que era el vicepresidente del Partido Decadente. El presidente era Lu. Sí, antes de armar una banda, habían armado un partido político. “Era en joda”, aclara Cucho. “Habíamos hecho carnets y Cynthia Nilson (quien luego sería vocalista del grupo The Sacados), la única compañera nuestra, era una de las diputadas del partido. Éramos un colectivo de amigos que se juntaban en una casa, y en esa trasnoche de joda, de palabras, de frases, llevaron a un estado de emerger. Teníamos ganas de decir algo. Sin saber tocar, en mi caso. Partiendo de cero, y algunos ya tocando, como Nito, que tocaba la guitarra en varios grupos. Pero el Francés, que tampoco había tocado, se compró una timbaleta. Ahí había influido mucho, como imagen, Luciano Jr., el percusionista de los Cadillacs. En esa época, las timbaletas como presencia, pensó que se podía tocar sin saber demasiado”.
–Sumo fue una de las primeras bandas que seguiste, con Nito. ¿Cómo era ver a Luca en vivo?
–Ver a Luca era todo. Era un show muy fuerte. Luca era muy histriónico, muy irónico, muy todo. Cada día era una escena diferente, más allá de la puesta en escena. Hablo de él. Depende de cómo estaba, podía llevar el show a un lugar hermoso. La banda era demoledora. Escuchabas esos sonidos de Joy Division, Lou Reed, la new wave, el reggae. Yo llegué a Marley por él. Y pensé ¿esto es reggae? Porque no tenía nada que ver con Sumo. Claro, lo había empaquetado de otra manera… Más que nada, en Divididos por la felicidad, me encantaba. Verlos a ellos era increíble. Era una magia suprema en una época donde no había mucha data de discos, de vinilos… Era todo de boca en boca, y juntarte a escuchar. Tener un disco de Joy Division, o de new wave, era una rareza… Buena parte del público que estábamos viendo a Sumo en ese momento terminamos haciendo una banda. Los Cadillacs, Los Cafres, nosotros…
El mes pasado salió a, el primer volumen de ADN, el disco triple con el que Los Auténticos Decadentes –Pablo Armesto (bajo), Gastón “Francés” Bernardou (percusión), Diego “Cebolla” Demarco (guitarra), Guillermo “Capanga” Eijo (trompeta), Mariano Franceschelli (batería), Martín “Moska” Lorenzo (percusión), Nito Montecchia (guitarra, management), Pablo Rodríguez (saxo), Jorge Serrano (guitarra y voz), Eduardo Trípodi (percusión) y Daniel Zimbello (trombón)– exploran el cancionero iberoamericano y, también, rinden tributo a esas canciones que forman parte de su educación sentimental. El primero es la versión de “Los viejos vinagres”, que grabaron con la colaboración de Roberto Pettinato y el grupo mexicano Panteón Rococó. El listado es ecléctico: desde la asociación con Attaque 77 para versionar a Los Chunguitos en clave punk melódico (tremenda versión de “¡Ay! Qué dolor”) hasta la relectura en clave reggae con los Pericos de “Seguir viviendo sin tu amor”, pasando por Virus (“Una luna de miel en la mano”, con Bándalos Chinos), Los Abuelos de la Nada (“No te enamores de aquel marinero bengalí”, con aires electro-tropicales, gentileza del grupo chileno Santaferia) y una versión en cumbia de “Life is life”, el hit que Maradona inmortalizó en la entrada en calor más famosa de la historia del fútbol.
“Iba a ser un disco, pero se multiplicó”, confiesa Cucho. “Lo habíamos empezado en 2018, pero lo interrumpimos para grabar el MTV Unplugged. Queríamos homenajear a las bandas que nos gustaban. Somos tantos integrantes y hay tantas formas de contemplar la música que hicimos una lista larga y le dimos a cada una un toque decadente”.
Parte del disco se grabó en los viejos estudios de la CBS en el DF, actualmente propiedad de Sony Music. Allí, Cucho se puso el traje de productor. En una sala de usos comunes, se cruzó con la cantante Natalia Lafourcade. Primero la choluleó, le dijo que su hija Violeta era fan, se sacaron unas fotos. Pero después le insistió para que fuera a conocer a sus compañeros, que en ese momento grababan una versión de “Golpes en el corazón”, uno de los éxitos de Los Tigres del Norte. Y la terminó convenciendo de poner su voz en ese tema. “Burlé todos los sistemas de compañía. Burlé toda la burocracia de los acuerdos previos”, se enorgullece. “La empecé a joder, a decirle cosas argentinas. Ella se reía. Y le digo: «Estamos grabando un tema, ¿querés conocer a Los Decadentes? ¡Dejate de joder! ¡Vení a conocer a Los Decadentes!». La llevé al estudio, una divina, dijo a todo que sí. Estábamos grabando un tema que, obviamente, ella conocía. La saludamos, empezamos a bailar… Está reflejado en el video. En el grupo estaban sorprendidos porque no se la esperaban. Quedaron todos admirados. Ella conocía, de hecho, a Gustavo Borner, nuestro productor. Y flasheó. Y se puso a cantar porque es divina. Salió de un modo muy espontáneo, con esas cosas que no pensamos y salen, ¿viste?”.
Esa colaboración, que fue uno de los primeros simples del nuevo álbum, ya acumula casi dos millones de escuchas en Spotify, y es un nuevo mojón en la relación que Los Auténticos Decadentes han construido con la escena musical mexicana.
“Primero empezó por Jorge (Serrano), que vivió un tiempo en Los Ángeles, en los 80, y como estaba con mexicanos todo el tiempo, trajo casetes de Los Lobos, Los Tigres del Norte, Bronco, Los Bukis. Artistas que no se escuchaban demasiado acá”, explica Cucho.
A principios de los 90, viendo un programa de televisión que conducía Verónica Castro, Cucho descubrió a Café Tacvba. E inmediatamente se hizo fan. “Me pareció que tenían algo de nosotros. Tenían algo muy loco, con lo tradicional y el rock, el punk, el pop de la época. ¿Viste esas bandas que las ves y te encantan? Bueno, yo me enamoré al toque. Probablemente porque nosotros estábamos en una parecida, en el sentido de buscar en las raíces y juntar el tango, la murga, el bolero. Había muchas coincidencias y nos empezamos a hacer amigos. También aparecían en MTV todo el tiempo. No te olvides que eran estrellas. Acá estaban los Kuryaki, Babasónicos… Y allá eran los Tacvba”, cuenta Cucho.
En una de las primeras visitas de los Tacvba a Buenos Aires, Cucho llegó hasta el hotel donde paraba el grupo y se encontró con Rubén Albarrán para regalarle los discos de Los Decadentes. Así se empezaron a hacer amigos, y el círculo cerró en varias colaboraciones. Primero, con una versión de “Corazón” que Los Decadentes incluyeron en su álbum Hecho en México, grabado en el Palacio de los Deportes del DF para celebrar los 25 años del grupo. Y luego, en 2018, cuando Rubén viajó hasta Buenos Aires para grabar “Loco (tu forma de ser)” en el MTV Unplugged. “Construimos una relación hermosa”, se enorgullece Cucho. “Cuando estuvimos allá, fuimos a su casa a escuchar música. Después de un Vive Latino le caímos todos en una camioneta, y fue muy divertido. Una casa muy mística, como es él. Con el altar, con toda su preparación… Un divino. Tal como me lo imaginaba”.
Fue en Fiesta monstruo (1993), su tercer disco, que Los Auténticos Decadentes inauguraron la era de los feats, con la participación de un plantel diverso que incluía a Pipo Pescador, Miguel Zavaleta (cantante de Sueter), Gamexane (uno de los fundadores de Todos Tus Muertos, junto a Jorge Serrano) y Alberto Castillo. “(El percusionista) Eduardo Trípodi ponía todos los días el casete con «Siga el baile» y nos decía: «Tenemos que grabar esta canción»”, rememora Cucho. “Al final, la grabamos y lo invitamos a Alberto Castillo. Fue como que venga Elvis. Por su historia, por su bagaje, por sus 20.000 películas. Todo lo que le preguntabas lo había hecho. Había tocado en todos los lugares y lo habían visto nuestros padres y abuelos”.
La que podría haber sido una alianza circunstancial se transformó en un vínculo profundo. Los Deca adopotaron a Alberto Castillo, el cantor de los 100 barrios porteños, como el abuelo del grupo. “Tenía una vitalidad impresionante. Subía a cantar con nosotros y salía de gira, y cuando veía que hacían pogo se mataba de la risa. Se acordaba el nombre de cada uno de nosotros, y al principio nos decía «Los últimos penitentes». Para él, estar con nosotros era como un renacer. Cuando salió la primera nota juntos, en Clarín, hizo que le cayéramos simpáticos a las abuelas, a las familias, y de alguna manera fue la puerta de entrada a muchos hogares”.
Castillo terminó cantando en los casamientos de varios de Los Deca. También en el de Cucho. “Que haya estado sentado en la mesa con mi viejo, que era fanático suyo, de algún modo fue un sueño cumplido para todos”. La muy buena versión de “Ayer te vi”, que acaban de grabar junto a Rubén Rada, quizás sea la puerta para otro vínculo con el candombe como factor común.
"Como repetí muchas veces, no tuve viaje de egresados. Conocí Bariloche gracias a Los Decadentes."
Cucho Parisi
Gracias a su trabajo, y a su carisma, Cucho pudo entrar a Estados Unidos sin visa. “Me olvidé el pasaporte donde la tenía, pero como los oficiales de inmigración eran colombianos, les mostré fotos con Carlos Vives. Pagué una multa y me dejaron pasar. ¿Lo mejor? Cuando salí, en el aeropuerto se quedaron escuchando a Los Decadentes”.
A los 54 años, Cucho mira atrás y es feliz. Además de los Decadentes, armó su DJ Set y los sábados, de 20 a 22 hs, también conduce, junto al Francés Gastón Bernardou, Enciendan los parlantes, un programa que incluye playlist fiesteras y entrevistas a músicos consagrados y emergentes, por Nacional Rock. Como repitió muchas veces, cuando terminó el colegio no salió de viaje de egresados. Ironía del destino, armó una banda que vivió en estado de viaje de egresados perpetuo. “Tocar con Los Decadentes es vivir permanentemente de fiesta. Si conocí Bariloche fue gracias a la banda. La alegría y el humor están en nuestros genes. Lo importante siempre fue eso, tener nuestra propia personalidad. Vos podés copiar un ritmo, pero siempre te va a salir a tu modo. Y eso fue lo que nos pasó a nosotros: tocamos mal y nos salió bien. Pero el secreto para que hayamos durado tanto tiempo es la amistad, las ganas de hacer música y que vamos todos para un mismo lado. Lo importante es delegar y confiar en el otro. Somos un equipo, nos vamos pasando la camiseta, y el que hace el gol, lo hace”.
Producción: Virginia Gandola. Pelo y Makeup: Veronica Fox. Agradecemos a: Giesso, Equus, Terrible Elefante, Infinit y Hardem