Hace más de 15 años apostaron al diseño de accesorios con un objetivo claro: que se vendieran como piezas de arte en las tiendas de los principales museos del mundo. Cómo lo lograron.
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Karina iba al volante; llevaba a su hermana al aeropuerto. Gabriela estaba a punto de volar a la conquista de su sueño: había renunciado al trabajo que tenía como diseñadora en una casa de muebles y, con una inversión de $6000, había realizado prototipos de tres colecciones de aros y collares con los que planeaba triunfar en Nueva York. Tenía 26 años, estaba llena de energía y de libertad. “Estás loca”, pensaba su hermana mientras conducía. Pero no le dijo eso, sino: “Estás haciendo exactamente lo que me gustaría animarme a hacer”. La contestación fue contundente: “Venite conmigo entonces, yo te necesito”. Un mes después, Karina iba nuevamente rumbo a Ezeiza, ahora como copiloto. Había pedido licencia en la multinacional en la que ocupaba un puesto y estaba lista para dejarse llevar.
Gabriela y Karina son hermanas que apostaron al diseño de joyas de autor. Hoy, los collares y pulseras de Iskin Sisters –fabricados íntegramente en el país– están en las tiendas de los principales museos del mundo.
Así, en 2004, Gabriela (43) y Karina (42) Iskin le dieron arranque al emprendimiento que se convirtió en Iskin Sisters, una marca de joyería contemporánea argentina que se expandió lejos: hoy exportan a 16 países y venden sus piezas en museos top del mundo, como el Guggenheim y el Cooper Hewitt en Nueva York, la National Gallery en Washington, el San Francisco Museum of Modern Art, el Pérez Art Museum Miami, el Pompidou de París, el Bauhaus Museum Dessau alemán y el Tate Modern de Londres. En Buenos Aires, en el Malba.
La meca
El punto de llegada no fue un golpe de suerte al azar: “Yo quería que mis accesorios estuvieran en la tienda del MoMA –cuenta Gabriela– y a eso fui, a ninguna otra cosa”. Si era un capricho o una convicción, daba lo mismo. “Busqué cómo gestionar una entrevista con la responsable comercial –sigue–. A los tres meses nos llegó el primer pedido”. No podían creerlo, y a la vez sabían que, tarde o temprano, tenía que suceder: el MoMA Design Store como punto de venta formaba parte del mismísimo diseño de las piezas y su plan.
Gabriela es diseñadora industrial y está a cargo de la tarea creativa de Iskin Sisters. Karina es licenciada en Administración de Empresas; lleva adelante la dimensión del negocio. Juntas, vibran en la misma sintonía que traen de crianza.
Su infancia –y la de sus dos hermanos varones– transcurrió en Río de Janeiro. El ritual solía repetirse por las noches. Así como en muchos hogares a los niños les leen cuentos, en la casa de los Iskin las sobremesas eran clases magistrales. El padre, un ingeniero brasileño aficionado al arte y coleccionista de libros, elegía uno cualquiera y se ponía a contar las historias, a mostrar las imágenes. El hombre no solo les enseñaba a sus hijos datos históricos y nombres de artistas emblemáticos, sino que les transmitía una pasión que a cada uno, a su manera, le quedó impregnada.
Las chicas llegaron a esos museos que admiraban y que visitaban en los viajes familiares. Solo que lo hicieron por una puerta alternativa, la del espacio al final del recorrido, cuando ocurre la magia de lo accesible y se puede adquirir arte como un objeto funcional para vivirlo en lo cotidiano. “Nuestros collares son una forma fácil de llevar el arte en el cuerpo”, dice Karina.
Arte y tecnología
Las joyas de Iskin son producto de la creatividad y de la innovación tecnológica. “Están pensadas a la medida de una usuaria muy específica –define Gabriela–: que valora el diseño, que ama el arte y que viaja; por eso, son piezas livianas, chatas, trasladables. Para llevar de viaje y para regalar tras un viaje”.
En un comienzo trabajaban con metales como acero inoxidable –nunca usaron insumos de alto valor, ya que el foco está puesto en el concepto y no en la materialidad–, luego viraron hacia cueros y acrílicos. El juego óptico es clave: matrices singulares de formas geométricas y estampas sublimadas donde los materiales flexibles lucen como si fueran rígidos.
A los seis meses de llegar a Nueva York ya tenían una cartera de cinco clientes. Después, exploraron Europa y ahí también lograron hacerse un lugarcito.
“En la Argentina, en 2005, todavía no había un desarrollo del diseño como el nuestro –explica Karina–. Desde el vamos apuntamos al mercado exterior”. Sin embargo, hoy el 58% de su producción se vende en el país.
Si bien se llaman Iskin Sisters porque son hermanas, también es porque se piensan junto a sus proveedoras y consumidoras como una trama de mujeres hermanadas: sisterhood.
En esto tuvo mucho que ver la coyuntura. “La pandemia, con todas las pérdidas que trajo, a nosotras también nos hizo un regalo: la venta minorista”, señala Gabriela. Hasta hace poco tiempo, el comercio era casi exclusivamente mayorista. Nunca tuvieron un local, apenas un showroom para recibir a los compradores. Pero, con el aislamiento obligatorio, no les quedó otra que dejar los viajes y los museos de lado por un tiempo para apuntar a llegar vía e-commerce a las casas. “La gente se animó a comprar por internet y se generaron nuevos clientes”, cuentan. Creció el mercado local, superó al internacional por primera vez y la venta online se quintuplicó. Aunque son joyas atemporales, las colecciones se renuevan. “La pandemia pidió alegría y nuestra nueva línea explotó en colores”, señala Gabi.
El próximo paso será ampliar la marca hacia otros rubros –como moda y deco– y expandirse aún más en el mercado europeo. Para eso, Karina se instaló hace un año y medio en España.
Casi el 100% de los materiales que usan son argentinos y la mano de obra es nacional. El equipo de trabajo es íntegramente femenino. Tienen un taller en Vicente López y hay artesanas que trabajan en sus casas. “Del encuentro de las artesanías y las artes, de la combinación de la tradición, la práctica y la experticia, de la revaloración del trabajo manual y la mirada estética creativa nace la inspiración de Iskin Sisters”, dicen en su “about us”.
El mes pasado, sumaron un proyecto paralelo que marida con el espíritu de la marca: eligieron a cuatro artistas argentinas de entre 30 y 80 años, y llevaron sus obras al packaging en impresiones que vienen listas para ser usadas como cuadros. Además, ellas son las modelos de la nueva campaña.
“La idea es difundir su trabajo, darlas a conocer y agregar valor artístico. Llevarlas con nosotras a los museos donde estamos –cuenta Karina con entusiasmo–. Pero, también, lo pensamos por el lado de un envoltorio reutilizable, sustentable”.
La primera es Guillermina Lynch; también estarán María José Antelo, Nora Aslan y Mónica Fierro.
“Compartimos lo que nos conmueve y construimos vínculos perdurables y especiales. Nos reconocemos e identificamos como parte de una comunidad que siente al arte como algo propio y nuclear, y elige expresarlo en su propia imagen”, postulan a modo de manifiesto. Armar cofradía, de eso se trata.
La marca no fue siempre Iskin Sisters. Hasta hace ocho años era Iskin a secas. Pero estas hermanas llevan como apellido una palabra que significa “piel” en inglés y que es muy usada comercialmente en productos de variados rubros. Para diferenciarse, le agregaron Sisters, porque ellas son hermanas, pero, además, porque se piensan, junto a sus proveedoras y consumidoras, como una trama de mujeres hermanadas: sisterhood.