Tienen 30 locales en todo el país y durante 2021 factutaron 1000 millones de pesos.
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Cuatro jóvenes de 25 años están jugando al fútbol tenis en una quinta; es un verano cualquiera –o, concretamente, en el verano de 2010–. Mientras patean, hablan de cualquier cosa. Uno dice: “Armemos un negocio juntos”. Otro devuelve la pelota con un “Dale”. “Pongamos un local”; “Puede ser un taller”; “¿Y si es de bicis?”; “Dale”. Cuando tres de ellos se habían olvidado por completo del tema y habían perdido cualquier interés en retomarlo, para uno era demasiado tarde: Maximiliano Minoli (35) ya había sido atrapado por un entusiasmo irreversible, ya se había imaginado todo, ya quería arrancar. Por entonces él tenía otro emprendimiento: manejaba una ticketera para espectáculos (Ticket Go) y no le iba nada mal. Pero, sin motivo alguno –quizás una corazonada, tal vez el impulso de dejar que suceda el destino que estaba escrito–, creyó que lo de la bicicletería era exactamente lo que tenía que hacer. Una convicción inexplicable.
$1000 millones facturaron durante 2021.
Pensando con quién asociarse –los ideólogos originarios habían desertado definitivamente de la aventura–, se le ocurrió la persona ideal: Damián Pardal (35). Un amigo de la infancia, fanático de las bicicletas a tal punto que había empezado a repararlas a los 13 años, en el taller del papá de un compañero de ellos. Se prendió enseguida. Era el sueño que él quería cumplir. Él era la pata técnica que necesitaba el proyecto. Un plan redondo.
En ese momento planificaban con alegría, pero sin ambiciones enormes, ni se les ocurría que podían terminar siendo los fundadores de la cadena de bicicleterías más grande del país.
Tímidamente, en 2011, alquilaron una verdulería del barrio (Villa Urquiza), un local de 25 metros cuadrados sobre una calle en la que aún no había ciclovía (en Ceretti a pasos de Crisólogo Larralde). Ahí se pusieron a vender y a reparar bicicletas a bajos precios. Con Goldenbike apuntaron a un público masivo, ofreciendo un servicio accesible y buscando buenas oportunidades. Mes a mes el volumen de trabajo crecía, y también los ingresos.
30 franquicias tienen en todo el país.
Llegó un punto en el que ni el tiempo ni el espacio alcanzaban. Trabajaban hasta la medianoche y ya habían pedido a los vecinos pedacitos de vereda prestados porque no tenían dónde acumular tantas bicis.
Había que crecer. En 2014, alquilaron también la esquina, unieron las propiedades y aumentaron a 75 metros cuadrados. Iba a ser el local insignia de algo muchísimo más grande: de un negocio que el año pasado facturó $1000 millones.
Es que se les metió en la cabeza la idea de las franquicias. Así como había un Farmacity o un Garbarino, ¿por qué no podrían hacer un multimarca de bicicletas franquiciado? Porque eso no existía en la Argentina podría haber sido la respuesta. O porque llevaba una compleja arquitectura construir esa logística de cero. Sin embargo, la respuesta que se dieron fue otra pregunta: ¿por qué no?
Preparar la transformación llevó casi cuatro años. Hubo que entender el negocio, aprender mucho, ordenar todo, definir dinámicas, asimilar una cantidad de manuales (de marca, de procedimiento, de imagen, de presentación), completar pliegos generales y especificaciones de obra para locales, tender una amplísima red de proveedores nacionales e internacionales.
3000 bicicletas venden por mes.
Mientras hacían todo este trabajo puertas adentro, hacia afuera seguían avanzando; abrieron un segundo local –a 10 cuadras del primero– y lo imaginaron como lo que terminó siendo: un futuro depósito central.
A comienzos de 2020 estaba todo listo para el despegue; en marzo harían el lanzamiento de la franquicia Goldenbike en una expo de La Rural. Pero, pandemia y aislamiento total mediante, no pudo ser.
Vino un año extraño: de planes frustrados, de venta online considerable y de un aumento exponencial del uso de las bicicletas. Todo junto.
En la Ciudad de Buenos Aires ya se habían extendido ciclovías, el transporte público tenía restricciones, estar al aire libre –tras el confinamiento– se impuso tanto como una necesidad personal y como un requisito sanitario para evitar el contagio del coronavirus; la vida saludable y el ejercicio cobraron una dimensión inédita en el estilo de vida urbano.
El ciclismo –como medio de transporte, deportivo o actividad ocasional– ganó terreno en el mundo entero. Y las ventas de Goldenbike crecieron un 1000% durante el año pasado.
50.000 reparaciones de bicicletas realizan por año.
El plan de expansión se impulsó en el momento justo; en enero de 2021 lanzaron la franquicia Goldenbike. Sin expo, sin presentación rimbombante: solo en redes sociales. En nueves meses ya habían vendido 20 sucursales. Para fin de año, 30. En Acassuso se abrió la bicicletería más grande de la Argentina: 500 metros cuadrados. Se inauguraron sucursales en Belgrano, Devoto, Recoleta, Nordelta, Olivos, Parque Leloir, Monte Grande, Lomas de Zamora, La Plata, Olavarría y Caballito. Llegaron a vender 3000 bicicletas por mes y a reparar más de 50.000 al año.
¿La novedad? Los locales Goldenbike tienen un concepto diferente de lo anteriormente conocido. Son megarretails, espacios modernos donde se puede encontrar una cantidad y variedad apabullante tanto de rodados como de accesorios de todo tipo (venden más de 3000 productos diferentes). Funcionan con un criterio parecido al de las concesionarias de autos, a través de licencias exclusivas de varias marcas nacionales, como Vairo, y extranjeras, como la norteamericana Trek, la italiana Trinx y la británica Raleigh, entre otras. Brindan services y garantías oficiales.
Tienen 40 empleados y generaron más de 100 puestos de trabajo en las franquicias. Ellos no son proveedores, sino distribuidores para los ciclistas. Y a las franquicias las proveen, además del know how y del formato de comercialización, de los contactos y de las oportunidades: al hacer compras voluminosas para toda la cadena se consiguen mejores oportunidades, que se trasladan a precios más bajos, lo cual aumenta la competitividad de la propuesta en el mercado.
El plan 2022 es expandir la marca por todo el país, quizá sumar artículos de surf en los locales de la Costa y, con nuevas alianzas estratégicas, estiman alcanzar un crecimiento del 300%.
Del barrio aseguran que no se van a ir nunca. Aquella idea volada de tener una bicicletería hoy es una cadena récord, un negocio millonario. Los amigos del fulbito se quedaron a pie.