Historia de una amistad que celebra la música y la autogestión en estado de gira.
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BERLÍN, 2013. Victoria Cornejo, delgada y de pie, con su vestido colorido, agradece en español, inglés y alemán. El show de Capitán Tifus está por terminar en la sala Lido, repleta y efervescente, con ganas de más. Jerónimo Cassagne, su pareja, levanta el brazo, se acomoda la guitarra y les habla a los músicos, al sonidista. “¡Vamos a hacer nuestra última canción y que siga la fiestaaa!”, arenga Victoria desde el escenario al público berlinés que poco a poco comienza a saltar, y enseguida se arroja sobre ellos cuando el último tema de Capitán Tifus entra en ebullición. “¡Qué genia es esta piba!”, celebra una chica la locura alegre de la cantante argentina.
Pasaron ocho años de este recital que se puede ver en YouTube y algunas cosas cambiaron en la vida nómade e inquieta de Jerónimo y Victoria. Capitán Tifus mutó de nombre por La Fanfarria del Capitán en 2014, como un guiño a la alegría que traen las fanfarrias cuando suenan las trompetas, y en 2015, el nacimiento de Galileo, su primer hijo, los convirtió en una familia rodante que evita el invierno y abraza el verano europeo y argentino.
En la adolescencia, junto al violinista Francisco Mercado, comenzaron a soñar este proyecto musical que ya cuenta con 17 años de vida, cinco discos y 10 giras por Europa. Tuvieron un reconocimiento mayor e inesperado en 2019 porque dos de sus temas –”La flor y el libro” y “La Palloza”, ambos del álbum La Giravida (2016)– fueron seleccionados como parte de la banda de sonido de La casa de papel.
El nexo con la producción española vino de la mano de “Bella Ciao”, canción que interpretan desde 2011 en cada show, en cada festival. El tema, un himno antifascista de libertad y resistencia, resurgió con la serie, y la ola de popularidad repercutió en el grupo.
Valeria Velásquez (violín), Federico Sánchez (voz y bajo), Joni Strugo (batería), Chitrili (percusión), Juan Pablo Peláez (trompeta), Facundo Pérez Torres (trombón) y Farras Scopigno (saxo), junto a Francisco, Jerónimo y Victoria, que además de cantar toca el acordeón, integran la banda. La orquesta viajera combina ritmos latinos, sonidos balcánicos, rock, tango y folclore con melodías pegadizas; las letras, poéticas y sensibles, celebran la incertidumbre, la aventura, lo incierto, la leve vida del camino.
“Tienen una energía brutal y mucha personalidad”, dice Koldo Serra, uno de los directores de La casa de papel. “Daban ganas de ponerse a saltar y bailar”.
Además de La Giravida, editaron los discos Flores del bosque de Bolonia (2008), E Viva! (2012), Fanfarria Latina on Tour (2014) y Magias de hoy (2019).
“Lo único que hacíamos con Vicky y Fran era ensayar, proyectar, soñar, hablar de música todo el tiempo”, cuenta Jerónimo. “Nos conocimos en tercer año del secundario y en quinto armamos el grupo. Tocábamos mucho Led Zeppelin y Pink Floyd. Nuestro primer disco es el más rockero. Después nos nutrimos de otros ritmos”, dice Francisco.
Desde hace casi una década, la banda adoptó el estado de gira como modo de vida habitual. “La gente nos cuenta anécdotas que tuvieron con nuestra música. Sentimos como el deber cumplido cuando llevamos un poco de alegría a los pueblos y más en este momento”, agrega Jerónimo. Está en el norte de Alemania, cerca de Polonia, y en la pantalla de la computadora aparece Galileo. Saluda breve, con la manito, y pide atención a su papá mientras me presenta su juguete nuevo. Es fin de agosto y La Fanfarria del Capitán está por terminar en Bélgica su décima gira europea, un itinerario difícil de gestionar y a punto de derrumbarse por las restricciones sanitarias.
“Fue muy importante ser flexibles. En abril se nos cayeron los shows porque parecía que en junio todo cerraba. Pero en mayo salieron fechas nuevas. Entonces dijimos: ¿Vamos o no vamos? ¿Qué hacemos? Esta situación precisaba flexibilidad y decidimos a último momento”, explica Victoria con la mano sobre su panza de ocho meses mientras acaricia a Galileo. “Al final, vinimos y fue muy bueno porque en Europa se abrió todo. Hicimos 33 shows en 60 días”.
La pandemia impidió que parte de la banda viajara desde Buenos Aires, pero varios integrantes viven en Alemania. Las giras crearon parejas que formaron familias en Europa. En este tour extraordinario, las presentaciones –Alemania, República Checa, Austria, Eslovenia y Bélgica– fueron los fines de semana y casi todas al aire libre con diversos porcentajes de aforo según el país. En los festivales grandes –entre 3000 y 5000 personas–, las autoridades exigían el carnet de vacunación completo o un test de antígenos.
Desde hace casi una década, la banda adoptó el estado de gira como modo de vida habitual. Tienen, además, cinco discos editados.
“El público iba a los shows sin barbijo. Al principio teníamos miedo de que alguno de nosotros se contagiara. Si eso pasaba, había que aislarse y el problema era no poder continuar con los recitales. Entonces tomamos conciencia de mantener la distancia con la gente y tomamos precauciones. Cuando estuvimos todos vacunados con las dos dosis nos relajamos un poco más. Por suerte no tuvimos ningún problema”, dice Jerónimo.
Fuera de los recitales, la vida cotidiana del tour alimenta los demás aspectos del grupo. A veces graban canciones, también editan fotos o buscan sitios donde filmar los videoclips. La distensión adquiere formato de guitarreada, paseos por bodegas, algo de playa y jugar en los bosques con Galileo, que quiere ser bombero.
“Viajar con la familia es hermoso y no conocemos otra manera. Esta es la quinta gira de Gali. Tenemos amigos en muchos lugares. Podemos elegir dónde quedarnos. Y vamos resolviendo incógnitas. Nos preguntan: ¿Qué harán con la escolaridad de Gali? Bueno, ahora es el momento de pensar en eso. Ya tiene 6 años”, dice Jerónimo. “La próxima vez vendremos con dos chicos. Tenemos que resolver la ecuación de cuántos somos en la furgoneta y quién nos ayudará con la beba”.
Sin embargo, este tour no fue el más largo, intenso y vertiginoso. El podio lo lidera el de 2012. Una ruta de siete meses con 80 conciertos por Europa, Rusia, China y Japón a bordo de una furgoneta comprada para la aventura.
“Las partituras y las letras vuelan todo el año por correo electrónico. Sugerimos arreglos y consensuamos. Antes de comenzar la gira ensayamos juntos tres semanas para aceitar la banda nuevamente y ajustar detalles”, describe Francisco, uno de los alemanes, como Juan Pablo y Facundo.
UELZEN, 2011. Capitán Tifus está por terminar su show en la fiesta de carpinteros itinerantes en Uelzen, en el centro de Alemania, cuando una especie de vikingo salta de repente al escenario con un papel en la mano. Señala, dice algo en alemán. Victoria, incómoda y sorprendida, lo toma y se lo acerca a sus compañeros. Nadie entiende nada, levantan los hombros. Es una partitura con unos acordes. Entonces deciden tocarla y el hombre comienza a cantar: “Una mattina mi sono alzato / O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao / Una mattina mi sono azalto / E ho trovato l’invasor / O partigiano, portami via / O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao / O partigiano, portami via / Ché mi sento di morir”.
Los artesanos bailan y deliran en el cierre del concierto regado de cerveza. Todo es desborde, celebración y alegría en la festividad de los carpinteros. El tema funciona como un hechizo, una contraseña, un conjuro que enciende los cuerpos pálidos y fornidos.
“Tocamos «Bella Ciao» como tres veces seguidas. Fue impresionante. El público se prendió fuego, hubo mucha energía. No conocíamos la historia de la canción. Nunca la habíamos escuchado. Comenzamos a investigar y decidimos incorporarla a nuestro repertorio”, explica Victoria. Se trata de una canción popular italiana que, en la Segunda Guerra Mundial, fue adoptada por los partisanos italianos como un himno de la resistencia antifascista. “La incluimos en Giravida y en 2017 grabamos el videoclip. Quedó una versión cojonuda. Desde 2011 es un emblema de la banda”.
La primera aventura por Europa marcó un punto de inflexión. La experiencia desplegó un mundo nuevo, fascinante y curioso con imprevistos por resolver a cada paso mientras coordinaban fechas en festivales, bares o tocaban en la calle.
Siete años después, la canción los vinculó con La casa de papel, la exitosa producción de Netflix inspirada en Willie Sutton, el ladrón de bancos estadounidense que disfrazado concibió más de 100 robos sin disparar un solo tiro entre 1920 y 1950.
La banda de ladrones de la serie española adoptó “Bella Ciao” como su himno y el tema se transformó en el leitmotiv de la serie que empezaba a expandirse en buena parte del planeta. Esa versión le dio un impulso inusitado a la canción, como un renacimiento que la acercó a un público más amplio. El acontecimiento fortuito repercutió en La Fanfarria del Capitán. “El tema que tocan ustedes está en La casa de papel”, les avisaron sus amigos y familiares.
Entonces Jerónimo y Victoria decidieron contactarse con la producción. Sin mucha expectativa enviaron un correo electrónico a una cuenta genérica de la serie, tras una búsqueda común y corriente en Google. Detallaron quiénes eran, agregaron el link del video, adjuntaron la versión propia del tema y se sentaron a esperar.
La orquesta viajera combina ritmos latinos, sonidos balcánicos, rock, tango y folclore con melodías pegadizas.
Al tiempo recibieron una respuesta positiva del cineasta Koldo Serra, uno de los directores que les pidió mantener el contacto. Dijo, también, que estaba escribiendo el guion de la tercera temporada.
A partir de ahí hubo una seguidilla de correos hasta que les propuso actuar y ser parte de la banda de sonido. Serra imaginaba un escenario pampeano, de fiesta y alegre con olor a asado, un sitio ideal para que Nairobi (Alba Flores) y Helsinki (Darko Peric), dos de los protagonistas de la serie, se escondieran.
“Ese correo nos emocionó. Además de actuar, tocamos en la presentación de la serie en Madrid, frente a todo el elenco”, recuerda Jerónimo. “A ellos les interesó nuestro espíritu guerrero. De la nada nos empezó a escribir gente de todo el mundo. Decían que nos conocían por La casa de papel. La serie nos dio una proyección increíble. Se multiplicaron las reproducciones de las canciones y las visualizaciones de los videoclips. Desde ese momento nuestra música se escucha mucho en México y Estados Unidos, dos lugares donde nunca tocamos”, destaca Victoria.
“La participación de La Fanfarria del Capitán le dio realidad y autenticidad a la secuencia. Me pasaron su música antes de conocernos en persona. Buscábamos un estilo festivo, alegre, algo que diera mucha vitalidad a la secuencia, ya que transcurría durante una fiesta nocturna en donde Helsinki y Nairobi disfrutaban mezclados entre la gente local”, dice Koldo Serra. “Me gustaron desde la primera escucha, tienen una energía brutal y mucha personalidad. Daban ganas de ponerse a saltar y bailar”.
Los músicos recuerdan muy bien el rodaje en la pampa argentina. Especialmente por la temperatura. La noche de la filmación, ambientada en verano, se extendió hasta la madrugada. Pero, en verdad, se grabó en Segovia, a 90 kilómetros de Madrid, en pleno invierno.
“En España nos llamaban la banda de La casa de papel. Pero por la pandemia no pudimos venir el año pasado”, se lamenta Victoria. Serra, por su parte, destaca el vínculo con el grupo, la predisposición que hubo en el set de filmación. “Aguantaron como unos campeones porque fue una jornada muy larga. Hacía muchísimo frío. Todo el tiempo tuvieron un buen rollo increíble”.
UCRANIA, 2014. ¿Tocamos o no? ¿Vamos? ¿Quién nos alquilará una furgoneta? Preguntas, dudas, incertidumbre. La Fanfarria del Capitán tiene recitales en Ucrania. La serie de conciertos está muy cerca, pero atravesar el país es un salto al vació porque está en guerra con Rusia. El entorno, tenso y peligroso, se vuelve inestable por los bombardeos frecuentes.
Entonces Victoria llama por teléfono a la Embajada Argentina en Kiev. Consulta, explica, se informa. Le advierten de la situación, por dónde transitar, los escenarios posibles, las ciudades que deben evitar. Corta y les describe el panorama a sus compañeros. El grupo completo se sienta a una mesa y decide qué hacer. Después de un silencio se escucha el primer “yo voy” con la mano levantada, y todos, de a uno, se suman, se animan a seguir el plan, a recorrer Ucrania en tren y colectivo.
“Nadie nos alquilaba un auto porque el seguro no cubría el tránsito por países en guerra. Fue un problema entrar. Había gendarmes rusos en la frontera. Todo fue bastante intenso. Por eso, viajar ahora en pandemia, embarazada, con un niño y con el riesgo de tener el bebé acá es como nuestra filosofía: seguir adelante. Como un deseo de decir que sí a las circunstancias”, describe Victoria, enfocada en el último recital antes de volver a Buenos Aires.
En el grupo hay roles bien definidos sobre los que se sostiene la base de la autogestión. En cada presentación ofrecen discos, vinilos, remeras, calcomanías y hasta venden El vino del Capitán.
El despliegue logístico se constituyó poco a poco sobre la base de la autogestión con roles definidos. Jerónimo, enfocado en la organización general, busca los sitios donde pasar la noche; Francisco delinea los números, analiza las finanzas, y Victoria se ocupa de los proveedores, de obtener permisos, de los trámites burocráticos.
El paulatino conocimiento del terreno abrió la posibilidad de producirles tours a bandas amigas. Sudestada Sounds se llama la red de colaboraciones, contactos y conexiones, con La Fanfarria del Capitán como nexo, que amplió el espectro para que El Plan de la Mariposa, Onda Vaga, Bersuit y La Bomba de Tiempo, entre otras, pudieran presentarse en Europa. (Con Bersuit, llegaron a tocar en Moscú, el día previo al debut de la selección argentina en el Mundial de Rusia).
El grupo también gestiona productos propios que ofrece en cada presentación. Además de discos, vinilos, remeras y calcomanías, venden El vino del Capitán. Producen uno en Alemania y otro en Argentina, que les permitió subsistir en 2020.
Las botellas son protagonistas en el videoclip de “Bella Ciao”, que realizó Santiago Ropero, responsable del registro audiovisual y fotógrafo de la banda. Los videoclips, en su gran mayoría filmados en Europa y en exteriores, son una marca registrada. La propuesta estética busca transmitir emoción, contar una historia.
“Nuestra primera gira la hicimos con Cabezones y Los Cafres por la costa atlántica. Duró una sola fecha porque justo ocurrió la tragedia de Cromañón. La escena musical se murió y no había lugar en donde tocar. Nos refugiamos en la sala de ensayo. Años después cae una invitación para ir a un festival en Italia. La primera posibilidad de tocar en Europa. No sabíamos qué hacer. Al final, todos renunciamos a nuestros trabajos y nos fuimos tres meses”, recuerda Jerónimo.
BUENOS AIRES, 2017. En el jardín de una casa en Pilar, en la provincia de Buenos Aires, Jerónimo y Victoria componen las canciones del disco Magias de hoy. Victoria se siente diferente, incómoda, con una sensación de extrañeza. Y dice: “Jero, me está costando confiar en el universo”. Se hace un silencio y un lagarto enorme aparece sobre el pasto. Los mira y sigue caminando.
Más adelante, el lagarto se convirtió en canción –”Lagarto Skay”– y también en anécdota, ese tipo de relato que resalta lo curioso, introduce la novedad y habilita un interés, la posibilidad de continuar la conversación. Ellos lo saben: vendrán más y más.
“Cuando empezamos, todo era un sueño juvenil. Estábamos muy verdes. La banda nos cambió la vida. Jero y Vicky son familia. No puedo definirme sin ellos dos como persona. Nuestras almas están enredadas”, dice Francisco. “Nuestro estilo de vida siempre fue con amigos, tratando de mantener la armonía. Fran ya tiene un hijo de un año y medio. Está por nacer nuestra segunda hija. Esto es un trabajo y vamos creciendo, todo se vuelve más profesional”, considera Jerónimo.
“Y no entiendo por qué te molesta nuestra vida, todos somos barco a la deriva, buscando el amor”, dice un fragmento de la letra “Magias de hoy”, canción que grabaron con Bersuit.
“La Fanfarria del Capitán es una forma de vivir la vida. No conocemos otra manera. Nuestro trabajo es que la gente pase un buen momento”, explica Victoria. “Somos un hospital de almas”.