El cantante, poeta y periodista reivindica el fútbol como el lugar más desvinculado de la razón.
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¿El presente de San Lorenzo invita a pedirle favores extras al papa? ¿Cómo lo estás viviendo?
Bastante mal, aunque no tanto como lo hubiera vivido en otro momento. Pertenezco a una generación de hinchas de San Lorenzo que pensamos que jamás íbamos a ganar la Copa Libertadores. Y la ganamos justo un año después de que nombraran papa a Francisco. De modo que tengo cierto resto para aguantar este presente desastroso. Lo vivo como una resaca. Imaginate, yo siempre fui ateo y anticlerical de la línea León Ferrari. Y, de repente, me vi creyendo en el papa, en Tinelli… De todos modos, si hablamos de referentes, soy cuervo de la línea Viggo Mortensen, que es un capo.
¿Cómo te llevás con el humor cuando pierde San Lorenzo o te cargan? ¿Hay un límite con el que no se jode?
Ahora me importa menos. Pero hace unos años me ponía insoportable. De todos modos, no creo que existan límites con eso y siempre acepté las reglas del juego. No solo el fútbol es un juego: también es un juego todo lo que pasa alrededor del fútbol. Y, en ese juego en torno al fútbol (las cargadas...), creo que todo vale, si respetamos las reglas. El fútbol se parece al insulto: es una representación. Y la cancha es un lugar, básicamente, para insultar.
¿Por qué es importante la vuelta a Boedo?
Para mí, la vuelta a Boedo es algo crucial porque yo no solo conocí el Viejo Gasómetro, sino que iba mucho. Vivía a 10 cuadras, en Pompeya, así que cuando era chico me iba caminando con un grupo de pibes del barrio. También fui con mi viejo, con mi hermano… Saltar en los tablones de madera era grandioso, como alentar desde un trampolín.
¿Sos de ir a la cancha?
Hace mucho que no voy, pero iba mucho. Seguí toda la campaña en la B. Mi mejor recuerdo como equipo es el del campeón del 2001, con Pellegrini de técnico. Desde el 83 (el equipo subcampeón del Bambino) no vi a San Lorenzo jugar tan bien. Pero el mejor recuerdo fue el viaje a Rosario, en 1995. Fue la primera vez que vi campeón a San Lorenzo en Primera. Fue épico.
¿Cuánto te interesa el resultado en función del estilo de juego?
Mucho. En principio me interesa el estilo de juego como planteo teórico y hasta ideológico. Pero llegado el momento, lo que me importa es ganar. Y más con San Lorenzo. En ese sentido, prefiero reservar el lirismo para la Selección. O para esos partidos premium, onda Champions League.
¿Qué clase de hincha sos?
Aunque estoy mucho más calmado, sigo reivindicando al fútbol como territorio de la pasión. Una pasión y una emoción que conecta con la infancia, con algo que se gestó y se cristalizó en determinado momento y que sigue allí, intacta. Puedo tomar distancia, pero sé que siempre voy a conectar con eso. El fútbol es posiblemente el lugar más desvinculado de la razón y de la lógica. Por eso hay que ser cuidadoso. Y, por eso, también, es tan hermoso, a pesar de lo que se sufre. Es un lugar de pertenencia desvinculado de cualquier tipo de artificio intelectual.
Completá la frase
El mejor insulto que escuché en la cancha ¡Sorete de luto! (lo cual denota que vi a los árbitros de negro).
Mi condición preferida en un jugador es Que tenga fuerza y habilidad. Los grandotes con técnica, como Mario Alberto Kempes. por eso, “la Chancha” Rinaldi es mi favorito de todos los tiempos.