Muchas versiones circulan en las creencias populares acerca de este número.
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Alguna vez, chequeando tu reloj, ¿tuviste la sensación de que siempre ¡siempre! que mirás es una hora determinada en especial? ¿Las 5:55? ¿Las 20:02? En mi caso, las 13:07 (que es la fecha de mi cumpleaños) o, quizás, la más destacada de todas las horas repetidas del mundo, las 11:11.
¿Cuántas veces viste justo ese número en la pantalla del celular, en la computadora, en los microondas, en el auto? Y no solo la hora, en direcciones, en números de teléfonos, en la calle, en todos lados. Es evidente que el 11 11 es un número especial y tiene una legión de conspiranoicos obsesionados con su significado, pero como en esta columna gambeteamos los prejuicios para no quedar en orsai, salimos a la cancha con los tapones de escepticismo de punta. (¡Oh, cuántas metáforas de fútbol! ¿Será porque ahí son 11 contra 11?).
Muchas versiones circulan en las creencias populares acerca del 11 11. Por un lado están los que dicen que si lo ves repetidamente en un determinado momento de tu vida es porque estás a punto de atravesar una crisis importante, mientras que otros argumentan casi lo contrario, que tener épocas de ver 11 11 por todos lados es una especie de confirmación celestial de que vas por el camino correcto. Y como las conspiranoias son interseccionales, no faltan quienes lo mezclan con otras teorías y ponen el acento en que, por ejemplo, la primera misión en llegar a la Luna (si es que llegaron, guiño guiño) fue la Apolo 11; o lo vinculan al atentado a las Torres Gemelas, que sucedió el 11 del 9. Calculan: 1 + 1 + 9 = 11. Es más, el 11 del mes de septiembre es el día 254 del año, que sumado entre sí (2 + 5 + 4) da como resultado el número 11. También, si hacés la cuenta, luego del 11 de septiembre quedan solo 111 días para que culmine el año. Los numerólogos también tienen toda una explicación medio sarasa de que 1 + 1 = 2 y ese “2″ es la dualidad de no sé qué de la percepción y la sabiduría. Ponele.
Muchas versiones circulan en las creencias populares acerca del 11 11. Pero ¿cuántas veces esa tendencia a privilegiar la información que avala nuestras propias creencias nos jugó una mala pasada?
¿Cuántas veces esa tendencia a privilegiar la información que avala nuestras propias creencias (que algunos llaman “sesgo de confirmación”) nos jugó una mala pasada? Así como vemos formas en las nubes o caritas en las cosas, los humanos tenemos una habilidad innata para reconocer patrones. Desde antes de saber escribir o incluso hablar, ya entendíamos algunas cosas básicas de nuestro entorno. Sabíamos que el día le seguía a la noche, y a la noche, el día; que ese punto blanco en el cielo al que después llamamos Luna aparecía y desaparecía cada 29 días, aun sin tener idea de lo que significaba el concepto de “fases lunares”, de “día” o el número 29.
Lo malo es que solo vemos las casualidades que ya coincidían desde antes. Las que no coinciden, simplemente, no se constituyen en casualidades y ya. Mi teoría arbitraria es que todas las veces que miramos en el reloj y no fueron las 11:11 no se quedaron grabadas en la memoria como un hecho destacado y particular, en cambio todas las veces en que miramos y eran efectivamente las 11:11, sí.
Para el cerebro es como si sacaras una foto todos los días sobre el mismo negativo sin moverlo; con el tiempo, se van a ir sobreimprimiendo y destacando las formitas que se parezcan y repitan. Y la silueta del doble 11 es muy particular y reconocible. ¡Son cuatro palitos, uno al lado del otro! ¿Cómo no sucumbir a la tentación de “ver” la casualidad? Además, es siempre deliciosa esa sensación casi de epifanía que se produce cuando conectás emocionalmente dos eventos medio mágicos y misteriosos. El haber visto ese vínculo es lo que deberíamos analizar como señal, porque eso sí existe. No cualquier hecho cotidiano es evidencia de un orden cósmico especialmente diseñado para sembrar señales en nuestro camino y que, de ese modo, por fin entendamos algo.
*Experto en delirios. Guionista y dibujante. Desde 2012 se dedica a investigar conspiraciones para columnas radiofónicas. En 2018 estrenó su podcast Conspiranoia para principiantes, y ha recopilado un libro que lleva el mismo nombre.