Conocé al conductor que marca una diferencia en la TV actual y su historia hasta llegar a Los Mammones, el programa fetiche de América TV
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“Tocaron el timbre, del departamento; no me anda el portero, tuve que bajar. Son los de la tele, que me andan buscando, una gran propuesta, me quieren contar… Mamita, mamita, estoy asustado, siento taquicardia en el corazón, ya fui panelista, y participante, ¡me llegó el momento de la conducción!”. Sobre la melodía de “El sueño del pibe”, ese tango de 1942 que solía cantar Diego Armando Maradona, Jey Mammon inauguraba el 4 de enero de este año Los Mammones, un late night show en la pantalla de América TV (que por esta semana se emitirá de 20.30 a 22). El programa, una emulación del clásico formato norteamericano, parecía ser un romance de verano, y acaso se haya transformado en un amor para toda la vida. “Juego donde el canal me pida que juegue”, dice Jey Sobre el cambio de horario. Es un modo de mostrar el agradecimiento a América TV y a la productora Jotax, aunque aclara que la idea es volver, pronto, a las 23.30.
Saltó a la fama con las entrevistas virales de Estelita y transitó por el Bailando y otros éxitos del prime time, pero al frente del late night show Los Mammones encontró su mejor forma.
A los 44 años, y después de poco menos de una década de transitar en programas de un altísimo impacto popular (Tu cara me sueña, Bailando por un sueño, Polémica en el bar, La pelu de Flor de la V), y de un prestigio inversamente proporcional entre la intelligentsia, Juan Martín Rago, popularmente conocido como Jey Mammon, vive este momento de éxito como algo milagroso. “Después de ese viernes en que vinieron al programa Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto, me empezaron a llegar un montón de mensajes. Se viralizó el momento musical y mucha gente que no lo había enganchado en la tele lo terminó viendo y comentando”, celebra. Y aclara: “Si digo que es milagroso, es porque es superador de cualquier expectativa que uno puede tener con respecto a un programa que estás haciendo, porque siempre estamos superando la apuesta, porque vinieron Moris y Antonio Birabent, o Los Palmeras. Lo que sucede es tan mágico que decís: «Bueno, después de esto no hay más». Y siempre hay más. Creo que tiene que ver con alguna mística que va más allá de cualquier humanidad”.
Que Jey utilice el término “milagroso” nos remite a su pasado religioso, en el colegio Guadalupe y en la parroquia de San Ildefonso, del barrio de (Alto) Palermo. Allí se formó como catequista, allí tocaba el órgano en las misas que eran televisadas y allí compuso, también, canciones de misa que el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, tuvo que autorizar para que fueran ejecutadas en la eucaristía. La anécdota Jey la contó mil veces: antes de irse a hacer una temporada en Villa Carlos Paz, tiró esos papeles. Al poco tiempo, Jorge Bergoglio se transformaba en el papa Francisco. Quizás, ahora, esos documentos valdrían una fortuna.
Escuchá la entrevista a Jey Mammon
“Era como una chacarera, para el momento de las ofrendas. Decía que se llevaba el pan y el vino al altar, y se transformaban en Jesucristo, una cosa maravillosa, psicodélica”, recuerda Jey, entre risas, sobre esa canción que autorizó Bergoglio. Pero no fue la única: “Hice un montón de canciones que se usaban para la catequesis, que no se viralizaban porque no había internet, pero sí se iban pasando de boca en boca. Hace rato que no me meto en una iglesia, así que no sé qué puede haber ocurrido”.
De esos tiempos, a fines del milenio pasado, Jey recuerda las cenas que compartía con quien unos años después sería el Papa. “Eran muy cotidianas. Se hablaba de lo que pasaba en esos días o de lo que se había vivido ahí en el lugar. Cada vez que Jorge me veía, me decía que la terminara con el «chingui, chingui»”, se ríe. “No sé qué quería decir con eso, pero siempre haciéndose el amigo. Me mata que sea el papa”.
Descartando sus intervenciones eclesiásticas, Jey empezó su carrera en los medios conduciendo Gay Hermano, un programa de radio orientado, claro, a la comunidad LGBTI, y fue pionero del streaming. “Lo hacía a través de una plataforma de transmisión que no era solo de la voz, lo que hoy se hace con un vivo de Instagram”, recuerda. “Tenía un pianito, era un show muy a mi medida, como lo es Los Mammones: lo jugaba solo desde mi casa y hacía lo que quería”.
Jey ya había salido del clóset. Una vez, su mamá le dijo: “Mirá qué linda chica” y él le respondió: “Mamá, es que a mí no me gustan las mujeres”. Fue su propia madre la que le ahorró el momento incómodo frente al padre (“Ya se lo conté”, le avisó). Y, aunque no les resultó fácil de asimilar, tampoco fue un gran conflicto.
En Gay Hermano nació su personaje más célebre, Estelita. Una síntesis gasallezca de las grandes divas argentinas (Susana Giménez y Mirtha Legrand, acaso Moria Casán), que se volvió viral cuando Jey empezó a subir las entrevistas que les hacía a las famosas y los famosos que la visitaban en su espectáculo teatral a la gorra. “El contenido se viralizaba, pero yo lo subía porque me generaba placer o cholulez mirar la nota, decir: mirá, entrevisté a fulano”.
–¿No era parte de un plan?
–No, para nada. De hecho, un día empecé a ver que las declaraciones eran fuertes, porque las levantaron Crónica y un par de medios, y ahí empecé a encontrar esa veta. Y un periodista, Sebastián Tempone, me dio un mailing de medios y de periodistas. Y cada vez que hacía una nota, mandaba el video. Entonces, todas las semanas, en varios lados marcaba la agenda una nota de Estelita. Yo qué sé, venía Pachano y decía que en la galera llevaba droga, y toda la semana en la tele hablaban de eso. O la China Suárez, que contó que estaba saliendo con Cabré. Y era muy loco, porque en un teatro pequeño del under, por ejemplo, algo que dijo Dalma [Maradona] fue tapa en un diario de Italia. La verdad, fue una experiencia interesante.
El brillo oculto
Además de simpático, Jey es extremadamente talentoso. Lleva más de una década transitando lo que los periodistas de otrora llamaban “la colonia artística”. Pero somos muchos los que, hasta ahora, no le habíamos prestado la atención que se merecía. Como si fuera un accesorio perdido en el desorden de una feria americana que, en el outfit de una modelo, se transforma en un objeto admirado, Jey Mammon pasó al centro de la escena.
“Creo que soy mejor conductor que panelista –confiesa–. Me parecía natural que algún día llegase esto, aunque me costó. Yo tengo un camino muy corto en el medio: fui más tiempo catequista y músico de misa. Pero también transité por un montón de lugares donde siempre estaba a disposición y al servicio de un programa, de un formato o de otra persona, lo cual tampoco es nada malo. Tengo una cosa versátil de hacer muchas cosas, porque me gusta hacer de todo. Pero ese Jey conductor tomó un lugar donde me hace sentir cómodo a mí. No sé si se transmite, pero yo me siento supercómodo ahí”.
Jey, en Los Mammones, despliega todas las virtudes de un buen anfitrión (“en mi casa, en cambio, soy un desastre”): hace un pequeño monólogo de actualidad liviana (rara vez se mete en política), se divierte con sus compañeros Gabriel Schultz y Silvina Escudero, anuncia con gracia variopintos PNT (de notebooks, medicamento para aftas y llagas, tinturas para el pelo con una foto de Susana Giménez en el envoltorio, sánguches de miga... ¡Y también canta en la publicidad de un antiácido!), presenta con canciones ad hoc a sus invitados y, después de entrevistarlos en profundidad y con segmentos de preguntas veloces (“Las 24 de las 24”, el “Ping Pong”), los lleva al piano para cantar sus canciones favoritas.
Jey empezó su carrera en los medios conduciendo Gay Hermano, un programa de radio orientado, claro, a la comunidad LGBTI, y fue pionero del streaming.
Lo que trasciende desde este lado de la pantalla es que todo el mundo la pasa bien. De Natalia Oreiro a Jorge Burruchaga, de Pepito Cibrián a Pablo Echarri, de Guillermina Valdés a Sandra Mihanovich, de Charlotte Caniggia a Rodolfo Ranni, todos pasaron por el programa. Es el boom de la temporada, el sillón –al lado del osito Norberto– donde todos quieren estar.
–¿Sentís que se alinearon los planetas? ¿Te preparaste toda tu vida para este momento?
–El Bailando, por ejemplo, es un programa megapopular. Sin embargo, por lo que percibo, es como si la gente que ya me conocía me hubiese descubierto desde otro lugar. En el Bailando, jugás una dinámica con un conductor que es el número uno y un jurado que plantea el juego. Acá me toca plantear mi juego. El tablero lo establezco yo, y eso me da libertad. Amparado en una productora, Jotax, que apostó por mí. Cuando vi el estudio, dije: “O se equivocaron, o pensaron que venía otro” (risas).
–¿Cómo fuiste generando tanta empatía con todo el mundo?
–Cuando yo hacía teatro, a la gorra, antes de llegar a la tele, los invitados de Estelita eran todos famosos. O sea, cuando el público masivo no me conocía, mucha gente del medio, sí. Y de repente venía Florencia Peña, y después le decía a la Negra [Elizabeth Vernaci]: “No te lo pierdas, andá a verlo”. Más allá de eso, gracias a Los Mammones aparece gente que yo nunca había visto en mi vida. Me parece que es un efecto dominó.
–¿Por ejemplo?
–El otro día me llamó el papá de Tini Stoessel y me dijo: “Tengo ganas de que Tini vaya a tu programa y de que presente ahí el tema nuevo”. Y yo me preguntaba: “¿Desde qué lugar, si nunca tuvimos el mínimo trato?”. Pero él sabía lo que hacía: “A mí me encanta el programa, yo quiero que Tini vaya ahí”. Pero pienso que el teatro fue una primera movida muy importante, porque conocí a mucha gente. Pero Leonor Benedetto, por ejemplo, que vino el otro día al programa, me dijo cosas hermosas. Yo no la había visto nunca en mi vida. Eso sí que no lo entiendo, como que sucede algo mágico o milagroso, sin desmerecer en nada mi trabajo o el de los demás. Creo mucho en la presencia de mi viejo en todo esto. Yo veo una mística, la siento. Es muy personal, y creo que se supera todos los días un poco porque hay ahí un toque de acompañamiento.
"Como que sucede algo mágico o milagroso, sin desmerecer en nada mi trabajo o el de los demás. Creo mucho en la presencia de mi viejo en todo esto. Yo veo una mística, la siento."
Jey Mammon
–Tu papá falleció durante la primera semana del programa, ¿sentís que heredaste esta cosa empática de él?
–Sí, yo pienso que mi papá es la versión mía como ultraarchimejorada: desde la música, que tenía un oído espectacular; la ironía, el humor, la acidez, y a la vez era un ser querible, cien por cien. No digo que soy querible cien por cien, pero yo me siento querido. Y Roque, que era ingeniero mecánico, nada que ver con esto, es y era todo eso junto mil veces mejor que yo.
Quizás sea una paradoja, pero Jey no era un fanático del formato late night show. Durante la pandemia, empezó a hacer un programa de entrevistas por Zoom encarnando a Estelita (Estelita en casa). Y, a partir de allí, tanto los directivos del canal (Daniel Vila y Liliana Parodi) como la productora Jotax vieron el rumbo. “Hagamos un programa a la noche, que sea un late, pero que sea argentino”, explica. “Desde la productora empezaron a darle forma. Y yo, a la vez, también empecé a mirar muchos programas: a Letterman, a James Corden, a Jimmy Fallon… sí, vi todo eso. Pero también volví a ver entrevistas de Guinzburg o pedacitos de Atorrantes con el Pato Galván, el viejo Videomatch. Me parece que es un horario que invita a eso”.
–¿Cómo preparás las entrevistas?
–La producción labura un montón, entonces consiguen armarme toda la data del personaje, y yo con eso hago algo que aprendí de Guinzburg. Él se anotaba todo, lo leía, lo estudiaba... pero en la nota, los papeles los dejaba de lado. Me interesa más lo que sucede ahí, en el momento de la charla.
–Sos muy rápido y eso hace que funcione muy bien…
–Te agradezco mucho, pero me parece que es un trabajo en conjunto. Y siento que sucede algo ahí, entre el invitado y la nota, que es parte de la magia o del milagro o de la empatía o de todo junto a la vez.
Agenda completa
Todas las tardes, de 17 a 20, Jey conduce Mañana la seguimos por la Metro. Un nuevo mojón en su experiencia radiofónica, desde sus inicios online con Gay Hermano, y un derrotero que incluye a FM La Isla (con Nazarena Vélez), Pop Radio, Radio con Vos y Rock & Pop. “Cuando estaba en la secundaria, me gustaba escuchar a Pergolini o a Lalo Mir. Pero nunca fui un gran oyente. Me he perdido un montón de cosas: a la Negra, a Fernando Peña…”, confiesa.
–¿Estás contento con la radio?
–Como vos decías, se alinearon los planetas. En la radio encuentro mi lugar más maduro, me parece. De hecho, es la primera vez que puedo armar un equipo. Claudia Bonfante, que es locutora y estuvo siempre conmigo en todas las otras radios; Fer Metilli, que me parece espectacular; Felipe Colombo, que es un divino. Y también está Martín Reich, que ya venía trabajando en la radio y quedó para el oído del oyente de la antigua Metro. Lo que veo es que se escucha cada vez más. Y a mí me encanta la radio. Me parece que tiene algo similar al teatro, incluso que lo supera a veces, porque juega mucho la imaginación. De repente, estoy hablando con tres personajes que son míos y la gente por ahí se come el amague. Ya me han preguntado quién hace al payaso Topu, o quién hace al locutor Langalda, y por ahí, ya está, el misterio está develado, que soy yo.
–En la radio también hay música...
–Hacemos jingles para los negocios. Hace poco lo invité a mi primo, porque tiene un videoclub. Era una nota hermosa, más allá de que es mi primo. Y le hicimos el jingle. Se lo hacemos a emprendedores o pequeños comerciantes. Lo aclaro para que no llame ninguna multinacional para que le hagamos el jingle (risas).
–Sumás un montón de horas en el aire, de alta exposición mediática. ¿Cómo estás viviendo este suceso en medio de una pandemia global?
–A veces pasa que termina el programa y quedamos todos arriba, con los productores y demás, y en otro momento nos hubiéramos ido todos juntos a algún lugar. Yo creo que me salvé un poco de todo eso. Me hubiese encantado que suceda, vivirlo con una normalidad que hoy no es tal. Por ahí, eso me ayuda a focalizar en que cada programa sea más lindo que el otro y no en perderme en la boludez. Uno nunca sabe cómo hubiese sido si no hubiese estado esto de la pandemia, pero no corro riesgos. De hecho, tengo gente asignada para que me bajen a tierra si en algún momento me mando cualquiera.
–¿Te reconocen a pesar del barbijo?
–Sí. Hoy iba con el barbijo y con los anteojos, porque había sol y porque yo estaba recién levantado, y me di cuenta de que atrás de toda esa máscara, de repente también te encuentran, ¿viste? Y me encanta, porque las devoluciones son muy lindas. Muchas parejas y mucha gente grande me dice que se van a dormir con una sonrisa, o gente que se volvió a reír después de algún hecho medio desafortunado. Eso me encanta: la gente que volvió a reír a través del programa. Son mimos hermosos.
–¿Tenés muchas ofertas laborales y de publicidad en este momento?
–No agarro todo lo que pasa, porque me gusta poner energía en todo lo que hago. Si hago cosas, tengo que elegir, porque el desgaste es natural, como en cualquier persona, y yo quiero poner toda la energía en la tele y en la radio. La verdad es esa, porque quiero construir algo que exceda a un momento. Y después, como les digo a los productores de la radio y de la tele, no quiero esa cosa de “vamos a aguantar hasta fin de año”. No. Yo quiero que esto dure muchos años. Entonces no me voy a matar, porque sería autodestructivo.
–¿Los Mammones se transformó en una máquina de cumplir sueños?
–Sí, es una máquina que me está cumpliendo sueños. Y, cuando parece que no hay más, siempre aparecen algunos nuevos. Y lo que espero es que no se agoten.
Producción: Manuel Aversa. Asistente de producción: Agustín Barco. Maquilló y peinó: Clara Cristiani