El periodista y conductor recuerda los momentos de felicidad siguiendo a su equipo
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¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con Deportivo Morón?
El tren Sarmiento. Era como un ritual caminar desde Villa Luzuriaga hasta la estación de Haedo y colarnos una sola estación hasta bajar en Morón. Ahí deambulábamos porque éramos muy callejeros y eso significaba que durante la semana nos colgáramos por una pared para meternos en el estadio del Gallito a correr por el césped. Después empezamos a ir a la cancha, pero primero eran escapadas prohibidas de pibes. Ya más adelante, ir a los partidos y sentir ese olor a popular. Siempre fue así, eso no cambia con los años, no se parece a otra cosa y solo lo puede describir alguien que ocupó ese lugar en el fútbol.
¿Soñaste alguna vez con jugar en el Gallito? ¿Lo intentaste?
No. Si bien fui un centro delantero muy aceptable –y todavía lo soy porque sigo jugando–, ya en aquella época me parecía una locura tener que entrenar tanto. Pasa que en mi adolescencia yo era muy atorrantón, con mucha noche, veía que los pibes que se dedicaban al fútbol tenían una vida condicionada por los entrenamientos, y esa vida me espantaba. Igual, a los 18 quería ser el Beto Alonso.
¿La felicidad vive en el conurbano también para el hincha que deambula por categorías tan duras como el Nacional, la B o la C?
Si bien el título de mi libro no tiene otro contexto, podría decir que sí. Nadie nos asegura que un hincha del Real Madrid sea más feliz que un hincha de Morón, porque la felicidad engloba también a tu familia, un asado con tus amigos, tus hijos corriendo por tu casa, son momentos de felicidad que por ahí un tipo rico no tiene.
¿Cuál fue la mayor alegría que te dio Morón?
Una grande fue el ascenso hace pocos años, cuando le ganamos a Platense. Y aquel equipo del año 80 que ganó el campeonato de primera C, en esa época yo iba bastante seguido a verlo. Otra gran alegría fue cuando me invitaron a jugar un partido entre veteranos de Morón y de Racing. Para la Academia jugó Diego Capusotto.
En cuanto a lo sentimental, ¿en qué difiere ser hincha del equipo del barrio y a la vez de River?
Para los que tenemos un equipo barrial y otro elegido por familia, como es mi caso, el primero es la pertenencia, esa cosa que te lleva a tu adolescencia y forma parte de tu vida. El equipo grande es una religión, son sentimientos diferentes.
¿Llegó a cansarte el fútbol en algún momento? ¿Pensaste en dejar de verlo?
No, lo que ocurre es que cuando tenés 20 creés que a los 30 se te va a pasar con el casamiento y los hijos. Después llegás a esa edad y pensás que se te va a pasar a los 50, y ahora a los 60 mantengo el mismo interés y la pasión. Ya tengo la certeza de que me va a acompañar hasta el último suspiro.
Completá la frase
- La cancha más difícil a la que fui fue la de Rosario Central: mucha hostilidad. Los vi silbar a Fillol después de ser campeón del mundo.
- El día que hinché por otro equipo: Racing me genera simpatía, su sufrida hinchada tiene una liturgia que no abandona nunca.