Empezó con un número y, mucho tiempo después, terminó con el tatuaje de una ecuación completa
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Nadie carga tanto en su mochila con el peso de las palabras como alguien que dedica su vida a la escritura. Sin embargo, Flor Canosa decidió comenzar desde muy joven, cuando ya se consideraba escritora –por más que su premiada primera novela, Lolas, se editaría casi 20 años después–, en la carrera de la tinta sobre la piel, con el tatuaje de un número emblemático, y la terminó, al menos por ahora, con uno de una ecuación entera. La autora de Los accidentes geográficos confiesa haberse arrepentido de un par de tatuajes relacionados con las palabras: una frase en latín y el nombre de su propio hijo escrito en alfabeto rúnico, que se tapó con el permiso del nene.
¿Cuántos tatuajes tenés?
Hasta hace tres años, los podía contar, porque todavía eran todas piezas separadas. Pero cuando decidí cerrar los dos brazos, perdí por completo la cuenta, porque hay muchísimo fondo por más que tengo algunas figuras definidas.
Son más de 30.
¿Cuándo te hiciste el primero?
Arranqué de bastante chica, a los 19. Me hice el símbolo π en el hombro izquierdo. No me lo quise tapar cuando me hice todo el brazo. Lo conservé, así que se mantuvo durante 15 años y quedó integrado dentro de la pieza del brazo izquierdo.
¿Cuál fue el último?
La ecuación de Dirac. Me copan mucho los símbolos matemáticos. Es una ecuación de entrelazamiento cuántico que indica que pueden estar sucediendo dos fenómenos en lugares muy distintos del universo y sus partículas seguir afectándose. Los científicos dicen que es la ecuación más bella del mundo. Me la tatué el día que cumplí años en 2019.
Es curioso que como escritora hayas empezado con un número, aunque también sea una letra del alfabeto griego, y el último sea una ecuación.
Soy escritora desde siempre, pero mi formación académica fue en el mundo del cine. Y, en ese momento, era fanática de la película Pi, de Darren Aronofsky, que a la vez está inspirada en la obra de Borges. Me parecía fabuloso el universo que planteaba la película y me gustaba el símbolo. Además, tengo una relación con la escritura de ciencia ficción, así que todo lo que tiene que ver con ese ámbito me interesa mucho. Es un tatuaje chiquito, muy sutil. No llamaba la atención en su momento. Creo que ahora que está enmarcado en unas olas y espirales de tinta se vuelve más llamativo.
"Siento el placer de decir que mi cuerpo es mi casa y le pinto las paredes como quiero."
Flor Canosa
¿Cómo fue la transición desde ese primero a estar toda tatuada?
Fue un proceso paulatino. Después de ese me hice otros dos muy chiquitos. Me hice en la nuca el símbolo de USB. A las nuevas generaciones, ahora que me manejo con estudiantes universitarios muy jovencitos, les cuesta reconocer el símbolo y me preguntan si es un tridente o un cactus. Por lo general, queda tapado por el pelo, así que lo tengo oculto. El tercero fue horrible y, sí, lo tapé; era un estrella roja dentro de un círculo con el nombre de mi hijo en runas. Él era recién nacido cuando me lo hice y todavía era chico cuando me lo tapé, así que, con su autorización, me hice arriba un dragón que a él le encantaba cuando era chiquito. Eran runas que no se entendían bien: me preguntaban si era el idioma de Tolkien en El señor de los anillos o algún élfico. Y a mi hijo le parece mucho más bello que tenga tatuado un dragón antes que su nombre de una forma ilegible.
¿Te arrepentiste de algún otro?
El segundo que me tapé fue en el antebrazo, que tenía la frase en latín “per aspera ad Astra”, que sería “por el camino más difícil hacia las estrellas”. Era un tatuaje muy pesado. Las palabras tienen un peso que podría ser de un significado hasta casi mágico. Era como una especie de profecía autocumplida de que mi vida tenía que ser difícil para poder alcanzar algo, una cosa medio meritocrática, algo de lo que me di cuenta unos años después.
No lo quería ver más y encima era bastante feo.
¿Cuál es tu favorito?
La medusa con rostro de geisha del brazo derecho. Me parece un tatuaje bello. Y el otro que me gusta es una frase de Galileo que tengo tatuada en la cadera. Dice: “eppur si muove”, que significa “y, sin embargo, se mueve”.
¿Admirás los tatuajes de alguien?
Me gusta artísticamente cómo le quedan muchos de los tatuajes a la hija de Tinelli. Empezó muy fuerte, de muy joven, un camino que no tiene vuelta atrás, pero como objeto artístico me parece muy bello lo que tiene en el cuerpo. No me gustan, por ejemplo, las pistolas del Pocho Lavezzi. Debe haber otros peores, pero ese se me cruzó justo y es terrible.
¿Qué repercusión tiene estar tan tatuada dentro de tu ambiente?
Llama la atención. Me dicen “la escritora tatuada”, porque es fuerte tener los dos brazos a color y con tatuajes de una pieza total en lugar de desparramados, pero no sé si eso está relacionado con la literatura o con mi mundo personal. Siento el placer de decir que mi cuerpo es mi casa y le pinto las paredes como quiero. Es una forma de expresión y de estampar algo permanente, no es reemplazable como una prenda de ropa o un corte de pelo. En cualquier otra área del arte o de la ciencia o del deporte me hubiera tatuado lo mismo. Soy profesora universitaria, así que mis alumnos me ven toda tatuada. Me llama la atención cómo, en otros países, me han parado por la calle para ver los tatuajes. Por suerte, nunca tuve una mala experiencia y siempre fue con mucho respeto. Quienes estamos tan tatuados no podemos estar negando la mirada ajena, porque llevamos en el cuerpo una forma de arte y, de alguna manera, estamos propiciando la mirada, en tanto que sea respetuosa y sin ninguna otra intención.