El director se luce en Cry Macho, donde encarna a una exestrella de rodeos que debe rescatar a un joven al otro lado de la frontera.
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Desde –por lo menos– 1991, venimos hablando de la última película de Clint Eastwood. Ese año el hombre había hecho Los imperdonables, que revisaba la mitología del western –y de su propio personaje– en tono crepuscular, como si hiciera una reflexión sobre el final de una vida y de un tipo de cine. Bueno, pasaron 30 años de esa película y ahí lo tienen a Eastwood, con 91 años, filmando y actuando, además. En esos 30 años, Eastwood hizo 23 películas. Entre ellas, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Million Dollar Baby, Río místico, Poder absoluto, Crimen verdadero, Francotirador, La mula, Richard Jewell... Bueno, hizo lo que quiso y como quiso. En Gran Torino parecía que dejaba de actuar. Y siguió (Curvas de la vida, que no dirigió, pero es igual, y después en La mula). Y ahora tiene Cry Macho. Que, dado el tráiler, puede ser su testamento final, su última actuación, su legado y todo eso. Pero lo mismo dijimos de todas las películas de los últimos –recordemos– 30 años. Así que...
Tampoco sorprenderse mucho con la edad. Recuerden que el portugués Manoel de Oliveira siguió filmando (e incluso bailando en alguna de sus películas) hasta casi el final de su vida (sus últimos cortos son de 2015, año de su partida con 106 años). Eastwood (como Oliveira u otro longevo como Éric Rohmer) es una persona tallada en madera dura que disfruta de lo que hace. Probablemente ese sea todo el secreto, claro. El punto es que la edad y la práctica han hecho que a las películas de Eastwood no les sobre ni les falte un fotograma. A esta altura, son perfectas. Y como pasa con los grandes artistas, pertenecen a un mundo propio con ideas sólidas que se sostienen bajo un imperativo moral: hacer lo que se debe a pesar de todo. Ese imperativo moral suele obligar a un personaje a redimirse (la de Eastwood, desde por lo menos Bird en adelante, es una obra que apela constantemente a la redención por un gesto o una acción que justifica una vida). La historia de Cry Macho va por allí. Un hombre viejo que alguna vez fue un durísimo y exitoso participante en rodeos tiene que pagar una deuda de honor: ir a buscar a un pibe en problemas tras la frontera con México (zona similar a donde ocurre La mula, y la camioneta es sustancial en ambas). En el camino de regreso hay que ser valiente porque hay peligros, todos mortales. Mientras, se piensa y se mira atrás: se pregunta si valió la pena ser “macho”. O, dicho en términos más contemporáneos, qué es ser “macho”. Eastwood, un tipo al que nadie puede tildar de machista (recuerden el rol que le imprime a Sondra Locke en Ruta suicida, por ejemplo: todas sus mujeres son de armas tomar), toma el discursito de la corrección política pour la galerie, lo acepta, lo desplaza y vuelve a regresar el foco donde corresponde: acá hay buenos, acá hay malos. A los malos se los vence a como dé lugar. Un hombre tiene sentido cuando, frente a una decisión moral, decide como corresponde. Lo demás (todo lo demás) es vestido o floritura o estorbo.
Bueno, veremos en estos días cómo es Cry Macho. Que difícilmente decepcione a alguien porque, como dijimos, es Eastwood y ya ha alcanzado el grado de maestro de su artesanía. Pero sí habrá que ver si aún interesa lo que tiene para mostrar, si el mundo –este mundo horrible de pandemias y de perversiones y de restricciones y de ventajeros– aún soporta mirar a los ojos a un tipo que le dice “déjense de joder”. Quizás sí, quizás no: los últimos Oscar, atenazados por el miedo al qué dirán los comisarios de la corrección política, dejaron de lado una obra maestra como Richard Jewell. Tampoco parece que a Eastwood le importe mucho. Eso sí, uno tiene la sensación de que esto no es lo último que escribirá sobre este tipo y que el año que viene se hablará de “la última de Eastwood”, seguramente otra película.
El rol de la vida
Resulta que Cry Macho, basada en una novela de 1975 escrita por N. Richard Nash, estuvo a punto de ser protagonizada por Eastwood en 1980, pero tenía compromisos para ser Harry Callahan en otro film de la serie Harry, el sucio. Y, en los 2000, ese rol lo tenía Arnold Schwarzenegger. Pero como ganó como gobernador de California, dejó el asunto. Recién las cosas se movieron el año pasado, y don Clint tomó la responsabilidad de dirigir y actuar.