Algo que en 2011 parecía una proeza imposible y más aún en estas latitudes.
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Cuando Facundo Calabró decidió dejar sus dos carreras universitarias para dedicarse a los videojuegos, no quería ser un jugador profesional de eSports, algo que en 2011 parecía una proeza imposible y más aún en estas latitudes. “Mi objetivo era crear el mejor equipo de eSports”, dice hoy el fundador y CEO de Isurus, el equipo de deportes online más grande de Argentina y, quizás, de Latinoamérica.
Visto con la perspectiva de una década, “Kala” –como es conocido en el mundo gamer– alcanzó de manera sobrada lo que se propuso. Isurus es más que un equipo. Es una marca de eSports con sedes en Argentina, Chile, Brasil y México. Una franquicia multigaming que tiene equipos que compiten en más de 10 juegos –League of Legend, Counter Strike, Free Fire, Rainbow Six Siege, Poker, Ajedrez y Fighting Games, entre otros–, en los que han obtenido más de 100 títulos. Además, se encarga de la preparación y desarrollo de jugadores; para seguir creciendo en este plano, hace unos meses, por ejemplo, montaron su propia gaming house en el DF mexicano.
345.000 seguidores poseen en redes.
Isurus es, también, una productora de contenidos digitales y marketing: Isurus Studio. Tiene un equipo de Comunicación a nivel regional que realiza documentales y muestra la intimidad del equipo de LoL, administra decenas de cuentas en redes sociales, produce una cantidad demencial de contenidos audiovisuales (de fotos, de clips de videos, de animaciones), genera eventos, asesora a empresas para meterse en la escena.
“El primer objetivo fue tener el mejor equipo de eSports a nivel mundial. Después fue escalando diferente, porque nos fuimos convirtiendo en una empresa de eSports”, dice Kala. “Nos abrimos más allá de la competencia. Porque veíamos necesidades en la escena. El objetivo, entonces, es ser un top mundial: tener la mejor empresa de eSports en el mundo”.
Fueron dos años: el tiempo que Kala –nacido en 1990 en una casa de clase media trabajadora de La Plata– duró en la Facultad y fuera del mundo de los videojuegos. Estudiaba Ingeniería Informática y Matemática. Cuando se anotó, supo que debía dejar de lado los jueguitos para no complicarse con los tiempos de estudio. Y lo hizo hasta que, en 2010, se empezó a juntar con sus amigos a jugar StarCraft, un juego de estrategia con partidas online.
“Ahí estuvo el quiebre para volver. Y fue maravilloso. Ese juego me cambió la vida”, cuenta. “Cuando salió, me puse a jugar mucho y me dieron muchas ganas de competir. Entonces empecé a dejar de lado la Facultad y a ir cada vez más a competencias”.
Cuando salió de una de esas competencias presenciales tomó la decisión. Todo lo que vivió aquella tarde lo impulsó: la pasión colectiva por los juegos, el sonido de los teclados, las luces frías de las pantallas. Tomó una hoja de cuaderno y anotó las ideas que creía necesarias para armar su propio equipo, tips que había registrado al observar con ojo de empresario los equipos que veía en Estados Unidos, Europa y Asia. En Argentina no había ninguno y él apuntaba a inaugurarlo todo. En el verano de 2011 empezó el armado. En abril de 2011 nació Isurus.
40 jugadores integran el plantel.
Junto con amigos que había hecho en la comunidad del StarCraft empezó a competir, muchas veces con computadoras hogareñas o prestadas. Para ese entonces, Kala había conseguido dos trabajos, entre los que sacaba unos $2000 al mes. Todo lo invertía en el equipo: hacer camisetas, comprar mouses y teclados. A finales de ese año, luego de ganar un torneo –en el que compitieron en las finales gracias a computadoras que la organización les permitió llevarse a sus casas–, obtuvieron el primer sponsor.
“Arrancamos y no paramos”, dice Kala. “En 2012 tuvimos una entrada económica que nos ayudó mucho a producir contenidos, a hacer camisetas, a poder pagar algún viático y sueldos a jugadores, a invertir en hacer torneos”. De 2013 a 2016 Isurus se consolidó como potencia, sumando juegos a su franquicia, obteniendo títulos, consiguiendo sponsors internacionales, compitiendo en todo el mundo. Para 2016 ya tenía su sede con una megaestructura en Santiago de Chile. En 2018 llegaron a Brasil y en 2020 a México.
“El éxito deportivo impulsa el crecimiento como empresa”, sentencia Kala, que a medida que construía su equipo de eSports veía que la escena se expandía y le demandaba más. “Hoy en día, un equipo de eSports no es solamente competir, como quizás pensábamos hace 10 años. No tiene solo el lado de los partidos, va muy de la mano de los contenidos. Ahí es donde tenés que ser más fuerte para ser una gran empresa de eSports”.
La principal diferencia a nivel estructural entre un deporte tradicional y los eSports es que en los eSports las ligas no están federalizadas internacionalmente: “No hay una FIFA”, explica Kala. “Cada juego tiene su publisher, que es el que controla ligas, mundiales, reglas. El liderazgo es privado. Y vos, teniendo un equipo multigaming, no tratás con una sola «federación», sino con muchas. Cada eSports tiene su propia normativa”.
5 son las categorías de eSports en las que compiten.
Se empieza a competir a los 13, 16, 17 años. “Competís desde muy joven en ligas uno. Algo que no pasa en el fútbol, por ejemplo: nunca vi un chico de 13 años en la Champions League. El desarrollo que hay en los eSports es más rápido que en los deportes tradicionales. Pero dependiendo del juego, están los mínimos de edades. En algunas ligas podés jugar con 13 años, pero en otras, como la de Riot –la creadora del LoL–, no podés tener menos de 17 para estar en las primeras ligas. Y la edad de retiro sí es parecida al fútbol: no hay jugadores de 40 años”. ¿Por qué? “Primero, porque uno se cansa”, sostiene Kala. “Se suele arrancar desde muy chico y son muchos años. Y también porque hay un desgaste físico; normalmente se cree que, por estar sentados, los jugadores no sufren lesiones y no es así. Hay problemas de articulaciones, en las manos, en la espalda, por las posturas de juego”.
Kala pasó de ser jugador a un híbrido entre técnico, manager y dirigente. “En nuestro caso, el primer equipo lo armamos entre amigos. De hecho, yo jugué los primeros dos años de Isurus. Después ya fue contratar a los mejores jugadores que veíamos. Y eso es lo que hay que hacer. Ver a los mejores y tratar de traerlos”.
En Latinoamérica, el pase mínimo entre equipos cotiza en los US$100. Pero el crecimiento a nivel regional es exponencial y puede superar los US$100.000, mientras que a nivel internacional llega al medio millón.
US$ 500.000 cotiza el pase de un jugador a nivel global.
De aquel sub-20 que abandonó sus estudios por dedicarse a los videojuegos a hoy, Kala se convirtió en más que un jugador profesional de eSports. Es el fundador de una marca líder de una escena en constante crecimiento: el universo del gaming mueve más de 3 millones de personas en todo el mundo y proyecta para este año ingresos por más de US$200.000 millones.
“En 2010 había una escena muy chica; incluso en el exterior la competencia profesional era algo muy reciente”, dice. “Yo arranqué con el objetivo de tener un equipo porque veía lo que no había en Argentina. No sé si le veía proyección a Argentina en sí, pero sí veía que hacía falta. Había un terreno libre”.