El escritor, fanático del equipo azulgrana, extraña sus encuentros con los plateístas del sector sur
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¿En qué momento se despertó tu pasión azulgrana?
Fue paulatino. Mi viejo es cuervo y nunca dudé de que yo también seguiría ese camino. De chico era un poco antifútbol, no lo entendía por esa cosa borgeana de que son 11 tipos atrás de una pelota. Era un divorcio que tenía entre mi forma de ser y las cosas que hacían los machos, entre ellas el fútbol. Recién a los 13 coincidió que San Lorenzo jugó contra Boca una final de Liguilla; eso se sumó a un amigo futbolero y me enganché. También empecé a jugar y a escuchar todos los partidos por radio. Me compraba la revista Mi San Lorenzo querido y me fui convirtiendo en fanático. El pico fue con el campeonato del 95 y la Libertadores.
En el libro que compilaste, Cuentos cuervos, hay momentos gloriosos y otros con pena y sin gloria. ¿Cómo los atravesás como hincha?
Creo que la mayoría son pálidas y eso es porque los hinchas de San Lorenzo estamos acostumbrados al bajón. Estoy muy en paz con esos polos emocionales porque son muy reales, muy parecidos a la vida. Como cuervo te tocan 10 malas y una buena, y la vida es así. La buena se disfruta mucho más y yo como hincha tengo una cautela eterna. Por ahí están saliendo las cosas, pero sabés que pronto puede estar todo mal. También siempre queda un resquicio para esperar el milagro.
¿Qué reflexión hacés de la vuelta a Boedo?
Son sentimientos encontrados. Estuve muy presente en la gesta heroica del Nuevo Gasómetro desde los primeros pilotes, poniendo plata, comprando cerámicas. Estoy muy feliz de volver a Boedo, pero también supone un pequeño duelo despedirme del Bidegain. Sueño con que el estadio no sea solo eso, sino una vuelta a los bailes, a los eventos sociales, los carnavales. La idea es la de un club solidario y con un fuerte vínculo con los vecinos.
¿Aportaste metros con las regalías del libro?
Aporté de muchas maneras. Primero compré mi metro cuadrado en cuotas y después del libro, con todos escritores cuervos, decidimos juntar las regalías y aportar. Llegamos a comprar 12 metros cuadrados y, una vez que cada uno tuvo su metro, empezamos a ponerlos a nombre de otra gente. Yo se lo pude dar a mi papá y fue muy emocionante.
¿Qué es lo que más extrañás de ir a la cancha?
Fui desde el 91 hasta que se suspendió por la pandemia. Tengo platea sur y vamos al mismo lugar con el mismo grupito, y también fui con mi papá y mi hermana. Extraño estar metido en ese microclima bizarro con gente de todas las edades. Hay personajes con los cuales tenemos profundas diferencias ideológicas, pero ahí hablamos de otras cosas: los viejos cuentan que el mejor fue el gringo Scotta; el más joven dice que fue Ángel Romero y yo digo Paulo Silas. Se añora el encuentro y la conexión con otra gente, más que el propio partido. Ahí estamos con el mismo objetivo, similares emociones, y compartimos el vínculo con nuestros padres.
Completá la frase...
- No veo muchos partidos si no juega San Lorenzo… porque me gusta estar involucrado emocionalmente.
- El papa cuervo no se te hubiera ocurrido para una novela… ni uno argentino y mucho menos peronista. Estoy contento con las tres cosas.