Juan Wauters vive en Nueva York; colaboró con Mac DeMarco
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“Kaufmanesco, pero a la vez muy genuino”, comenta alguien sobre un recital de Juan Wauters en Brooklyn. Otros nombres que aparecen son: Eduardo Mateo, Mac DeMarco, Litto Nebbia, Daniel Johnston, El Príncipe, Pity Álvarez, Jonathan Richman. Casi todos los comentaristas siguen una fórmula similar al primero: dicen que suena parecido a X, o a X con una pizca de Z, pero que tiene una voz propia.
En el umbral de sus 40 abriles, Juan está de visita en Montevideo y nos juntamos a charlar en un parque cerca de la rambla. Le pregunto sobre la comparación con Daniel Johnston, quizá la más recurrente entre sus seguidores. “Siento que podemos ser parecidos porque los dos tocamos la guitarra y cantamos y nos encantan los Beatles”, me dice, y lo extraño es que no hay ironía en su respuesta, tampoco inocencia, sino una línea fronteriza sobre la que JW se mueve con una naturalidad asombrosa.
El cantante de culto Juan Wauters creció en Uruguay pero vive en los Estados Unidos desde sus 18 años.
Hace aproximadamente un siglo, el bisabuelo de Juan migró de Bélgica a Uruguay. Se dedicaba a la construcción de rutas y carreteras. “El hermano de mi bisabuelo puso la cruz encima del cerro Pan de Azúcar”. Unos 80 años más tarde, con la crisis de 2001, una rama de los Wauters volvió a migrar: esta vez de Montevideo a Nueva York. Juan tenía 18 años cuando se instalaron en Jackson Heights, Queens, un barrio de inmigrantes latinoamericanos, griegos, hindúes. Su padre empezó a trabajar en una fábrica de marcos para cuadros y Juan hizo lo mismo por un tiempo. “No sabía hablar inglés y pasaba mucho rato solo. Me compré un aparato para grabar casetes en cuatro canales. Me grababa a mí mismo: algunas canciones que trataba de sacar, pero también sonidos y conversaciones”.
Pero antes de eso hubo una infancia típicamente montevideana, en el barrio La Mondiola. ¿Qué recuerdos musicales tiene de aquellos años? El disco María de Buenos Aires, de Piazzolla y Ferrer; su padre lo escuchaba todo el tiempo. El otro recuerdo que evoca tiene que ver con el grupo de humoristas Los Bubys. “Era su época de oro, ganaban todos los años en Carnaval; con mi padre y mis hermanos íbamos siempre a los ensayos en la cantina del barrio y mirábamos a los muchachos cantar, y también salíamos con ellos en el desfile inaugural. Para nosotros eran estrellas”. Su primera guitarra la tuvo recién a los 17 años. “En esa época era impensado pedirles un instrumento musical a mis padres, pero un día encontramos una guitarra vieja en el armario de la madrina de mi hermano y lo convencí a mi hermano para que se la pidiera de regalo”. Unos meses más tarde, se llevaría esa guitarra a Nueva York.
No sabía nada sobre Queens. Ni siquiera había visto Un príncipe en Nueva York. “La vi estando allá, y me sentí reidentificado, y además la banda que toca en la iglesia, Sexy Chocolate, es de Jackson Heights. Yo pensaba que iba a estar viviendo a unas pocas cuadras del Empire State. De a poco te vas dando cuenta de todas las microciudades que existen dentro de la ciudad. La primera banda que formamos se llamaba Los Beets: éramos principalmente José García y yo, y Matthew Volz, que no tocaba ningún instrumento, pero siempre estaba ahí. Éramos vecinos de la misma cuadra y tocábamos en los patios para la gente del barrio. En ese momento, no sabíamos que había otras bandas en Nueva York, te juro. Éramos tan ingenuos. Después subimos un video a YouTube y nos empezaron a invitar para tocar en otros barrios, especialmente en Brooklyn, en unas fiestas en espacios abandonados donde cada uno tenía que llevar su propia cerveza. Una vez, Lou Reed pasó una canción de Los Beets en un programa de radio que tenía, no sé por qué lo hizo porque era un programa de música antigua americana”. Cuando se separó la banda, Juan empezó a tocar en formato “la guitarrita y yo”. Así sacó los discos NAP: North American Poetry (2014), Who Me? (2015), La onda de Juan Pablo (2019), Introducing Juan Pablo (2019) y el flamante Real Life Situations, con varios artistas invitados. Más allá de su prolífica discografía, Juan también ganó fama por algunas apariciones en Tiranos temblad, el resumen semanal de acontecimientos uruguayos en YouTube creado por Agustín Ferrando Trenchi.
En el primer capítulo de la novela El ruido y la furia, William Faulkner usa como narrador a Benjy, un hombre de 33 años, pero con una mentalidad de 3 a causa de su discapacidad. Benjy es incapaz de hablar, pero Faulkner mete al lector directamente en su cabeza, y el resultado es poesía en estado puro: Caddy olía a árboles cuando llueve. En similar sentido, el cínico profesor del cuento “Bala en el cerebro”, de Tobías Wolff, recuerda, un segundo antes de morir, dos palabras que escuchó cuando era niño en un campo de béisbol: they is. Y esta combinación, gramaticalmente incorrecta, toca un nervio elemental en su cabeza: Anders está extrañamente exaltado, iluminado por esas dos palabras finales, su sorpresa y su música.
"Me emocionan mis canciones: a veces me pongo a llorar. Todo artista coquetea con la locura. Me gusta asomarme a ver qué hay del otro lado. Hay que sacar información."
Juan Wauters
No quiero comparar a Wauters con Faulkner, ni con Wolff, ni mucho menos con Benjy, sino señalar un concepto en común. ¿De dónde vienen las canciones de Wauters? “Componer es un juego y un privilegio. Me grabo hablando y tocando cualquier cosa. Pero hay que estar en un estado particular, un poco débil, sin las trabas de la razón. Me emocionan mis canciones: a veces me pongo a llorar. En ese momento necesito sentir una pequeña explosión, algo puro, aunque después lo haga pasar por mil filtros de edición. Todo artista coquetea con la locura. Me gusta asomarme a ver qué hay del otro lado. Hay que sacar información”.
Juan empezó a componer en inglés incluso cuando no dominaba el idioma. “Quería comunicarme con la audiencia. No me importaba si hablaba mal”. En la canción “En mí”, dice: “Qué pasó che / Nadie sabe cómo me siento / me porto mal… En mí un auto que va a explotar… Yo cuando me porto no me porto bien ni me porto mal / en mí una sombra crece”. En su versión del clásico de Jaime Roos “El hombre de la calle”, JW hace varios cambios: la canta en inglés, la pasa a primera persona, cambia el significado de algunos versos, por ejemplo del último: en lugar de “y lo escucho en el café”, dice “and people think I’m hard to read” (y la gente piensa que soy difícil de leer).
Tanto su inglés como su español suenan levemente distorsionados, pero estas fallas aparentes, junto con la melodía, terminan por generar un efecto hipnótico y reconfortante que crece con cada escucha. “Para la siesta con un paragua”, dice el usuario Daniel Pobre en los comentarios de YouTube del disco Who Me?, pero también podría ser para andar en bicicleta o para manguerearse en el patio o simplemente para escuchar.
En su último disco, Juan colabora con la estrella indie Mac DeMarco. La canción se llama “Real” y en el clip se los puede ver andando en moto y a caballo y señalando cosas por las calles de Los Ángeles. “Para trabajar con otro músico necesitas crear una tercera persona, un alter ego conjunto”. ¿Y cuánto hay de personaje en el propio Juan Wauters? Creo que casi nada, pero me guardo esta pregunta porque los artistas, por derecho adquirido, suelen responderla con evasivas y, de todas formas, no creo que sea importante.
Un par de horas después de despedirnos, me llega un mensaje de Juan: “Che, Manuel, ¿de casualidad te estuve diciendo Marcos durante toda la entrevista? Te quería pedir disculpas si fue así y, en todo caso, reírnos de eso un rato”.