La cantora borra las etiquetas entre el rock, el folclore y el resto de los géneros.
- 3 minutos de lectura'
“¿Por qué hay que definirse?”, pregunta Barbarita Palacios. Y responde ella misma de inmediato, sin demora: “Es ridículo, viejo, atrasa… Me parece mucho mejor no definirse, no pertenecer a ningún género. Lo que antes era un conflicto –buscar dónde encajás, digamos– ahora dejó de serlo. Es mucho más interesante y también más natural, ¿no?”. La reflexión viene a cuento de una consulta: ¿Cómo es su nuevo disco, con qué tradición dialoga, a qué escena representa? O, en una consideración más pedestre, ¿en qué batea habría que buscarlo? Y la verdad es que Criolla se resiste a las etiquetas. Ya la gama de invitados da una buena idea del gusto heterogéneo de Barbarita: Lula Bertoldi, Julieta Venegas, Fernando Ruiz Díaz, Meme del Real (Café Tacvba), su mamá Egle Martin… Mundos conectados, ¿por qué no?, pero decididamente disímiles.
“Pareciera que hoy sigue siendo necesario quedar colocado dentro de alguna tribu: soy indie, rockera o pop, o lo que sea… A mí, nadie sabe en qué festival meterme [risas]. Como ya estoy más canchera, tengo un repertorio que puede adaptarse a un festival de rock y a uno de folclore. Puedo jugar en cualquier lugar de la cancha. Pero siento esa presión de tener que ajustar para poder entrar. Y lo veo como algo de otra época”.
En los días de la fluidez de género, lo que dice Barbarita Palacios suena superlógico. Y lo apoya con un disco cuyo patrón es entonces la diversidad. Un concepto muy contemporáneo que hoy más que nunca caracteriza su discurso artístico: “En Criolla ya sé quién soy: una persona atravesada por el feminismo, a la que entonces ya no le importa si a alguien no le gusta eso. También tengo claro de dónde vengo, dónde me crie y crecí. Y tener claro eso está bueno para poder romper, para inventarte. Quería hacer un disco que fuera todo lo que soy, por eso es un disco tan ecléctico. Pero tampoco es algo nuevo en mi caso… Ya con Semilla, mi proyecto anterior (se encuentra su disco en Bandcamp), pasaba lo mismo. Siempre es difícil decir en qué género encuadro”.
Los referentes de Barbarita Palacios también son variados. Primero que nadie, señala a una artista inglesa, PJ Harvey: “Me encanta, pero no solo por el rock. Es una artista integral realmente increíble. Se reinventa en cada disco. Para mí es una influencia muy fuerte. Como lo es Santaolalla. Todo el trabajo alrededor de la identidad que se refleja en su obra es muy interesante. Y bueno, León Gieco y Teresa Parodi también son referentes claves”.
Conectada con el presente, Barbarita también encuentra información valiosa en la música urbana: al trap lo tiene cerca por su hijo Lucero, joven productor de un género que, en los mejores casos, intenta escaparles a las reglas más rígidas. “Cuando pienso en un productor aparece primero Santaolalla. Pero eso es porque yo vengo de los 90. Un productor de trap no tiene casi nada que ver con lo que hace Gustavo. Son cosas muy diferentes, ocupan espacios distintos. A mí me parece alucinante el trap. Los artistas son muy grosos, son pibitos muy jóvenes, centennials, que se criaron escuchando música digital bien afinada, perfecta, puesta en grilla. Yo, en cambio, me crie escuchando discos que temblaban con la vibración de la bandeja, ni me preocupaba la afinación… Esta nueva generación tiene una musicalidad diferente a la nuestra. Y me encanta”.
Barbarita Palacios presenta Criolla el 10 de marzo en Café Berlín, av. San Martín 6656.