La propuesta se basa en una tecnología limpia que procesa los alimentos en forma no térmica.
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Un amigo en común los presentó y les dijo, palabras más, palabras menos: “Ustedes tienen que hacer algo juntos”. Así fue que el abogado especialista en negocios Atilio Grimani (42 años) y el bioquímico investigador del Conicet, Nahuel Olaiz (43 años), se propusieron transformar la producción en las industrias de alimentos, la cosmética y la farmacéutica, hacerlas menos contaminantes, y fundaron Einsted, un emprendimiento que utiliza un bioelectroprocesador para reducir el uso de químicos contaminantes y de agua en la producción de alimentos.
“En Einsted, promovemos la transformación de los procesos productivos limpiándolos de químicos contaminantes. Estamos electroquimizando la producción en las industrias de alimentos, la farmacéutica y la cosmética”, explica Atilio Grimani.
Pero su frase amerita una explicación: los dos socios están desarrollando un bioelectroprocesador capaz de aplicar pulsos eléctricos para inducir las reacciones que promueven la elaboración de nuevos almidones, y así optimizar su producción. Puesto en contexto, hay que saber que muchos de los alimentos que se consumen están saturados de azúcares, sales, conservantes y colorantes, para hacerlos más atractivos a los ojos y al paladar y para darles más durabilidad en el mercado. La propuesta de Einsted se basa en una tecnología limpia que procesa los alimentos en forma no térmica (sin utilizar calor), que se apoya en la bioelectroingeniería.
La plataforma de Einsted consta de un sistema de electrodos, con un generador de pulsos de alto voltaje y corta duración, que modifican los tejidos de los productos. Esta tecnología les permite desarrollar dos líneas de trabajo: la primera consiste en inactivar enzimas o destruir patógenos sin levantar la temperatura del alimento, y la segunda, en el desarrollo de biomoléculas para generar reacciones químicas o modificar macromoléculas a partir de los campos eléctricos.
“Así podríamos reducir o reemplazar el uso de químicos, y lograr una producción más limpia”, explica Grimani y agrega: “Estamos trabajando en la producción de alulosa, un reemplazo del azúcar. Se trata de un derivado de la fructosa que mantiene todas sus características, pero con un 90% menos de calorías”. El emprendimiento está en tratativas con empresas multinacionales interesadas en su tecnología y que, al tiempo, colaboran con otras startups en busca de sinergias.
Además de la producción de alimentos, tienen en carpeta otras industrias a las que pueden aportar valor, como la farmacéutica y la cosmética.
Por ser un proyecto altamente tecnológico en etapa temprana, los tiempos de desarrollo son largos. “Por eso, hoy en día nos financiamos con aportes de capital de riesgo. Hasta el momento hemos recibido inversión de Grid Exponential, una company builder especializada en biotecnología. Y, ahora, estamos buscando una nueva inversión que nos permita llevar la compañía al próximo nivel”, apunta Atilio.
Sus proyecciones señalan que un nuevo escalón de su proyecto les permitirá implementar su tecnología a escala industrial. “Con esto esperamos disminuir un 10% la utilización de químicos y mejorar un 20% el ahorro de agua potable”, concluye el cofundador de Einsted.