Manual de historia y cultura pop para millennials y nativos digitales
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Amados u odiados, con un sabor poco convencional, los caramelos Media Hora llegaron en los años 50 y se convirtieron en una golosina de culto para las siguientes generaciones.
Qué son
La grieta, llevada al mundo de la golosina. Son de color ámbar oscuro, casi negros, redondos como bolitas y más duros que cualquier caramelo duro. Eso los hace casi imposibles de morder sin poner en peligro las muelas. Y quien lo logra obtiene una corriente concentrada de su gusto anisado, picante y, a la vez, dulzón. Las abuelas los solían tener siempre en la cartera, y eran la decepción de nietas y nietos.
El creador
Rufino Meana fue un empresario asturiano, radicado en Buenos Aires, que empezó a producir dulces en 1937. Hacía varias golosinas: entre otras, los alfajores Gran Casino, antecesores de los Havanna. Tuvo su primera fábrica en Chacarita y luego otra en Cañuelas. En 1952 lanzó estos caramelos, según él, de sabor anetol (un compuesto orgánico diurético y expectorante), a los que les atribuía cualidades digestivas. Tenían una fórmula secreta tan misteriosa como la de la Coca Cola y solo la reveló cuando le vendió la marca a Stani.
Misterios
Vienen en papelitos de colores llamativos, con forma de moñito. Algunos son azules, otros amarillos, también hay rojos, verdes o negros, y todos tienen un pequeño reloj de mancuernas en el centro. No existe explicación de por qué los envoltorios son diferentes si siempre tiene el mismo sabor. Eso sí: quedan hermosos en un bol de vidrio. Además, ¿se supone que duran media hora? ¿He ahí la gracia del nombre? Pero no: mito urbano asegura que nunca nadie terminó uno.
Curiosidades
- Peligrosos. Se siguen elaborando, ahora por Mondelēz Internacional, y traen en su versión siglo XXI una advertencia en letra chica. El envoltorio dice: “Riesgo de asfixia. No se recomienda para menores de 4 años”.
- ¿Qué hora? El reloj dibujado tampoco es siempre el mismo. A veces parece que es la una y media, pero también podrían ser las ocho en punto. Alejandro Dolina una vez dijo: “Tengo la ligera sospecha de que ese reloj anda”.
- Tamaños. Cada uno pesa cuatro gramos, pero antes era más grande. Según Alan Bawden, administrador de la página El gran libro de las marcas, “antes era una pelotita redonda y perfecta, ahora se parece más a un óvalo”.
Iluminados y eternos
Sobre el misterio de su nombre, corre un rumor maligno. Cuentan bífidas lenguas, sin sustento ni pruebas, pero con seguridad arrolladora, que media hora antes de cerrar la fábrica usaban los restos de otras golosinas para ensamblarlos.
Existen protestas públicas en su contra. El guionista Alejandro Turner, por ejemplo, en 2014 leyó en un programa de radio –y después publicó en su blog– una “Carta a los fabricantes de Caramelos Media Hora”, en la que reclama, entre otras cosas: “He descubierto con estupor que persisten en esa práctica inexplicable y maligna de fabricar y distribuir los autodenominados «caramelos» Media Hora”. También hace su hipótesis de que “circula como prenda punitiva. Si el comerciante nos lo da como vuelto, es apenas para castigarnos por la falta de cambio. También se sabe de niños que recibieron penitencias calculadas en número de caramelos Media Hora”.
Sin embargo, ahí siguen y no solo a la venta, sino sin dar pérdidas. Son, de hecho, después de los Sugus, los más longevos que aún persisten. Y se podría decir que tienen gusto a Buenos Aires, siglo XX.