A más de 60 años de su primera publicación, la historieta se relanza en la Argentina
- 6 minutos de lectura'
Francia acredita una vasta y cruel tradición imperialista, compartida en la historia con momentos más loables. Con momentos heroicos como, por caso, la resistencia a la ocupación nazi, el revés exacto de su versión rapaz y colonizadora. El guionista René Goscinny eligió esta última faceta de la mutante identidad gala para crear a uno de los personajes más célebres del cómic: Asterix, el invencible guerrero de la única aldea de la Galia que, allá por el año 50 a. C., no ha caído bajo el yugo de Julio César.
Al valiente Asterix, menudo y sagaz, lo secunda su escudero fiel, ingenuo y de tamaño ropero, Obelix, cuya curiosa ocupación, además de devorar jabalíes, es repartir menhires, unas enormes piedras alargadas que se usaban como monumentos funerarios y que él traslada como si fuera un paquete ligero. ¿Por qué el minúsculo villorrio resiste al poder de Roma? Simple: el druida Panoramix prepara una poción mágica que proporciona un vigor sobrehumano para el combate. Así las cosas, aporrear soldados romanos es para los galos rebeldes un divertido entretenimiento.
Libros del Zorzal acaba de relanzar la saga completa de Asterix, la historieta creada por René Goscinny que se irá publicando a lo largo de todo el año.
Con ilustraciones de Albert Uderzo, las aventuras de Asterix vieron la luz en 1959, en la revista francesa Pilote. A los dos años, la historieta tomó forma de álbum y empezó a cosechar fanáticos a lo largo del mundo. Entre las muchas traducciones se destacan dos: al latín y al griego clásico, muy a tono con el mundo retratado en el cómic.
En la Argentina, el cómic francés también fue objeto de veneración. Aunque no explica su éxito en estas latitudes, un dato biográfico colorea la relación de Asterix con los argentinos: René Goscinny, nacido en 1926, vivió en nuestro país durante su infancia y adolescencia porque su padre, un ingeniero químico judío nacido en Polonia, consiguió un trabajo en Buenos Aires. La migración puso a la familia a salvo de la Segunda Guerra Mundial y su masacre racista. Hay quienes, con exacerbado nacionalismo cultural, señalan que los años en la Argentina, en momentos en que la historieta tenía ya un desarrollo considerable y un público atento, fueron una influencia decisiva en el destino del guionista parisino.
Segunda época
A más de 60 años de su primera publicación, el sello Libros del Zorzal acaba de relanzar la saga completa de Asterix, que se irá publicando a lo largo de todo el año. La noticia tiene un valor agregado lujoso: un episodio estreno, La hija de Vercingetorix, con textos de Jean-Yves Ferri y dibujos de Didier Conrad. La obra, publicada en Francia en 2019, ya vendió cinco millones de ejemplares en todo el planeta.
La nueva dupla fue la que tomó la posta hace unos años. Luego de la muerte temprana de Goscinny, en 1977, Albert Uderzo se ocupó también de los guiones y llegó a publicar nueve libros en solitario, que se agregaron a los 24 realizados por el tándem original. Pero cuando el dibujante, que murió en 2020, decidió que ya estaba muy mayor para afrontar la tarea, legó la prestigiosa marca a Ferri y Conrad.
La hija de Vercingetorix respeta la tradición de Asterix, aunque con algunas licencias de época. La heroína, Adrenalina, es la hija de un famoso guerrero galo que supo batallar con Julio César. Sus tutores (una pareja de varones) la llevan a la irreductible aldea de Asterix para ocultarla de los romanos, que la persiguen porque la consideran un emblema de la insurrección. La centralidad de un personaje femenino independiente y –digámoslo con el léxico vigente– hostil al patriarcado pone al día la noción de aventura y de conflicto. Además, Adrenalina se rodea de los jóvenes de la aldea, cuyos valores se diferencian de la preceptiva de los padres, protagonistas históricos de la serie.
También aparece un personaje más identificable con el flower power de los 60 que con la Galia precristiana, Letitbix. La épica pacifista del joven resulta irresistible para la hija del guerrero. Todo un desplante a su linaje. Sin embargo, Letitbix se integra a la perfección al humor clásico de Asterix, uno de cuyos rasgos constitutivos es el anacronismo. La presencia de rasgos modernos en el mundo antiguo. El otro quizá sean las bromas con los clichés culturales de los pueblos europeos.
La traducción de toda la colección está a cargo de Leopoldo Kulesz, editor de Libros del Zorzal. Entrevistado por el periodista Juan Pablo Cinelli para el diario Tiempo Argentino, el traductor reconoce que se permitió algunas libertades para Sudamérica, donde será distribuida la flamante Asterix. Por ejemplo, en La hija de Vercingetorix, fue necesario adaptar el argot adolescente de la Francia contemporánea. Por lo tanto, el lector se encontrará con expresiones como “¡alto bardo!”. Del mismo modo, en otros capítulos conocerá personajes como Capitanpilus, Elquetejedix y el bretón Vamoarribax. Tales intervenciones, dice Kulesz, tuvieron el visto bueno entusiasta por parte de Hachette, el sello dueño de los derechos: “El veredicto del auditor fue que este trabajo no parece una traducción, sino un original. Difícil imaginar mayor orgullo”.
Los matices temáticos acaso obedezcan tanto a la necesidad de capturar nuevos públicos como a la sombra amenazante de la cancelación, censura progresista de última generación a la que probablemente ningún autor, sobre todo de géneros de alcance masivo, permanece indiferente. De todas maneras, la estructura narrativa de Asterix, ese equilibrio prodigioso entre letra y dibujo, tiene una probada fortaleza y en ella se basa su perdurabilidad a través de las generaciones. Las peripecias vividas durante largas travesías, el mundo antiguo, el humor blanco de una dupla de buddy comedy, los actores de reparto infaltables como Abraracurcix, el gobernante subido a un escudo, Asuranceturix, el poeta desafinado, los centuriones y el perrito Idefix; las escenas recurrentes de palizas a los romanos o los banquetes con menú fijo de jabalíes... El inventario es entrañable y tiene todavía muy buena salud, como lo prueban las ventas del capítulo estreno. Y por más que el lector descuente que la poción mágica allanará todos los escollos y garantizará por siempre la soberanía de los inquebrantables galos, el goce de la aventura –el hechizo inmemorial de las buenas narraciones– se renueva en cada página.