Turistas y locales visitan el Club del Progreso para compartir este plato XXL que es para toda una familia; su receta es un homenaje a la simpleza, pero con un toque porteño
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Si hay algo que los argentinos aman tanto como el asado, es la milanesa y la tortilla de papas. En el corazón del microcentro de Buenos Aires, el famoso bodegón del Club del Progreso se atrevió a fusionar estos dos íconos en un solo plato: la tortilla rellena de milanesas y coronada con cuatro huevos fritos. Una verdadera oda a lo porteño, tanto por su contundencia como por el sabor casero que despierta nostalgias y apetitos.
Un invento viral en el Club del Progreso
Esta tortilla XXL, que es prácticamente un plato familiar, nació en el restaurante del Club del Progreso, un espacio emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Fundado en 1852 y desde 1940 instalado en un majestuoso edificio en la calle Sarmiento 1334, en el barrio de San Nicolás, este club mezcla historia y tradición en cada rincón. Su planta baja alberga un bodegón clásico, donde la parrilla está siempre encendida, los platos son abundantes y los precios mantienen el espíritu de los tiempos pasados, accesibles para todos. Además del bodegón, el Club cuenta con el elegante Salón Alvear en el primer piso, que ofrece cocina gourmet en un ambiente de época, ideal para aquellos que buscan una experiencia más refinada.
Desde que esta tortilla rellena de milanesa llegó a las mesas, no tardó en volverse viral en redes sociales. Cada día, turistas y locales visitan el Club del Progreso para compartir este plato que, literalmente, alcanza para toda una familia. Según Jorge Alberto Hotasegui, el encargado de los dos restaurantes del Club, la tortilla es “simple y sabrosa, como tiene que ser”.
Cómo se hace la tortilla rellena de milanesa
La receta de esta tortilla es un homenaje a la simpleza, pero con un toque porteño. Para crear esta maravilla, primero se preparan dos tortillas de papa tradicionales. Aparte, se cocina una milanesa bien grande y, cuando ambas tortillas están listas, la milanesa se coloca arriba de la primera y se cubre todo con la otra, como el corazón de un sándwich. Luego, se vuelve a empanar con huevo, “se pone un poquito de harina para que la cobertura sea más fuerte y se fríe como una tortilla normal”, explica el encargado de ambos restaurantes.
El toque final lo da una decoración digna de cualquier bodegón porteño: cuatro huevos fritos que coronan el plato y lo convierten en una verdadera tentación. “Es una receta sencilla, pero que sorprende”, afirma Hotasegui, quien se encarga personalmente de supervisar la cocina del bodegón.
Un club con historia y tradición
La historia del Club del Progreso, tal como la cuenta Jorge Alberto Hotasegui, encargado de los dos restaurantes del Club, es rica en detalles y momentos significativos. “El Progreso fue fundado en el año 1850 y tuvo cuatro sedes a lo largo del tiempo; la sede en la que estamos hoy es la última de todas”, relata Hotasegui, enfatizando el valor histórico del lugar, que sigue siendo un emblema porteño.
Entre las numerosas anécdotas que rodean al Club, hay una especialmente memorable y trágica: la muerte de Leandro N. Alem, fundador de la Unión Cívica Radical (UCR). “El Progreso es famoso por muchas cosas, con numerosas historias y anécdotas. Quizás la más llamativa y significativa fue la muerte de Leandro N. Alem”, dice Hotasegui. Y continúa con el relato: “En una reunión en su casa, Alem se siente defraudado por sus compañeros y le pide a su chofer que prepare el coche, ya que iba a dirigirse a El Progreso. En el trayecto, toma la trágica decisión de suicidarse. Cuando el cochero abre la puerta, lo encuentra ya sin vida, con una nota en la mano (que pueden encontrar fácilmente en Internet)”.
Este suceso marcó un hito en la historia del Club, ya que, según Hotasegui, “se generó el primer velorio espontáneo de toda América Latina, algo realmente increíble. La gente acudió masivamente a despedirlo, ya que Alem era muy querido en ese momento. Durante tres días, su cuerpo fue velado aquí, con la multitud presente en este lugar”.
A pesar del paso de los años y de los cambios, El Progreso mantiene su esencia y sigue siendo un punto de encuentro. “El Progreso ha cambiado mucho. Hoy, para el deleite de los numerosos turistas que nos visitan y de todos ustedes, contamos con dos salones exclusivos: el Salón Alvear, donde pueden degustar todas nuestras comidas, y nuestro bodegón en la planta baja, uno de los más populares de Buenos Aires”, comenta Hotasegui. Y añade que allí “se puede disfrutar de una amplia variedad de platos, como pastas, milanesas y nuestro osobuco, que es la estrella”.
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