Se trata de un palacete señorial en el barrio de Belgrano que se dividirá en seis unidades todas de gran categoría
En 2007, la Legislatura porteña sancionó una ley que obliga a quienes pretenden demoler una edificación anterior a 1941, a pedir autorización al GCBA. Al recibirla, éste la deriva al Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales y si el permiso es denegado, el inmueble queda incluido en un catálogo preventivo. Si bien el registro es aún muy incompleto, la medida colabora a que el consabido debate entre desarrolladores y vecinos conservacionistas no pierda el cauce. Todavía no hay consenso absoluto en cuanto a qué debe preservarse y qué no. Mientras unos insisten en argumentar con la contundencia de los números, otros lo hacen defendiendo conceptos incuestionables como el de preservación de la identidad. Pero entre ambos se vislumbran posibles soluciones. Una tercera posición es la de los arquitectos Andrea Guerrieri y Ricardo Carbone, que aplican el concepto de intervanción.
Ambos profesionales, con vasta experiencia en estrategias de intervención y varias veces premiados, se disponen ahora a restaurar, reciclar y ampliar con materiales originales y tecnología premium, el palacete de O'Higgins 2368, Belgrano.
"Construido a principios del siglo XX, de estilo ecléctico academicista, con elementos propios del Tudor, del neogótico y neocolonial, esta casa emblemática se potencia con las de su entorno. Linda con el Museo Casa Yrurtia y está considerada dentro de una reglamentación especial que afecta a toda esa cuadra del barrio. Que alguien comprase el palacete como vivienda unifamiliar era prácticamente imposible y demolerlo, más allá de la prohibición, hubiese sido un error grave. Intervenir es otro camino; en casos como éste el mejor camino", afirmó Carbone.
¿Qué significa exactamente intervenir una construcción?
Guerrieri intenta aclarar comparando: "En arquitectura intervenir equivale a actuar con la misma precisión que un cirujano en una operación delicada. Para mantener vivo el viejo edificio se necesita un equipo interdisciplinario, especialistas, estudios previos para un buen diagnóstico, la mejor tecnología". Carbone termina de definir la idea refiriéndose específicamente a la obra que los ocupa en este momento: "En el caso de O'Higgins se dará lugar a seis unidades de vivienda que mantendrán los estándares de calidad de la antigua construcción, pero con un lenguaje contemporáneo. La puesta en valor exige desde estudios científicos que hacen a los suelos y cloacas hasta investigaciones vinculadas con lo artístico. Además, para restaurar se necesita lo mejor de la nueva tecnología. Limpiamos con rayo láser para refuerzos estructurales y usamos fibra de carbón para la balaustrada en reemplazo de hierro. Se trata de conjugar lo mejor de otras épocas con lo bueno de ésta", aseguró.
Y su convicción no trastabilla siquiera cuando se le recuerda que en el mercado inmobiliario los proyectos suelen definirse en función de su rentabilidad. "Este modelo -dijo- puede alcanzar mayor rentabilidad que los convencionales. Se trata de sumar voluntades, de encontrar inversores con nuestra vocación y demostrarles que intervenir puede ser más conveniente que tirar abajo y construir dúplex o lo que fuere. Quienes inviertan en el palacete contarán con unidades bellas, innovadoras y de calidad. Y, por si fuera poco, habrán ganado dinero. Vivirán en un castillo tecnológico sin necesidad de ser millonarios."
El entusiasmo de Carbone no sólo es compartido por su socia; también alcanza a la gente de Tizado Propiedades, responsable de la comercialización de las futuras seis unidades. Según Maximiliano Bocacci, gerente de la firma, "se trata de un fideicomiso al costo. Se arranca en 2000 dólares el m2 y, con una expectativa moderada, se habla de 3000 dólares el m2 para la salida".
Ganancia para todos y especial celebración para quienes entienden que armónicos cánones de composición, cualidades espaciales, solidez constructiva, materiales nobles propios de otros tiempos, pueden sumar a la felicidad de éstos.
Características
El palacete se transformará en el fideicomiso Ryan I sobre un terreno de 804 m2 contará en todas sus unidades con jardín que conserva vegetación patrimonial, ornamentación, artesonado de cielos rasos y pisos de roble de Eslavonia originales, vitrales artísticos, calefacción central y cochera. Y en el pulmón de manzana compartirán piscina.
Los seis departamentos se desarrollarán en dos plantas de 55 a 142 m2. Los más grandes contarán en la planta baja con living, comedor, toilette y cocina; en la alta con dos dormitorios en suite, escritorio y patio. Otros dispondrán de escritorio, toilette y terraza.
Paula Gómez
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