Alrededor del sector histórico, que mantiene vivo el clima residencial, los valores se recuperan por la demanda creciente
El casco de San Isidro es uno de los más atractivos ejemplos de la ciudad colonial española, que ha adoptado en cada país iberoamericano características propias. Ese puñado de manzanas que se despliegan hacia la barranca alrededor de la catedral, con el eje zigzagueante de una Avenida del Libertador de adoquinado irregular, veredas angostas y viejos faroles, tienen una fisonomía única que la ha identificado a través del tiempo y que todavía conserva.
Alrededor de ese enclave, en el cual se mantienen en pie magníficas muestras de la arquitectura del siglo XIX, se desarrolla una urbe activa y moderna que extiende su influencia a Martínez y Acassuso
Allí la vida cotidiana no perdió su aire de distinción y exclusividad ni el ritmo pueblerino que tenía en los tiempos de Victoria Ocampo y que constituyen uno de sus mayores encantos. Y el atractivo principal para que mucha gente siga soñando con radicarse en la zona.
"San Isidro es una plaza privilegiada de este mercado -confirma José Beccar Varela, de la firma homónima-. Su forma de vida, el encanto de su paisaje costero y de su arquitectura, su ritmo, que todavía nos permite sentir que vivimos en un pueblo si lo comparamos con todo lo que ocurre en la Capital, hacen que la gente lo elija como lugar para vivir."
Por eso, aunque no se pueda hablar de un boom, el mercado inmobiliario en San Isidro parece haberse recuperado de la crisis de hace tres años y entrar en un período de franca evolución.
Manuel J. de Anchorena, de Anchorena Propiedades, dice que en noviembre y diciembre se registró bastante movimiento, con demandas muy concretas. "Enero y febrero se redujo por una típica cuestión estacional, aunque se lograron operaciones importantes."
Asegura que el actual será un muy buen año inmobiliario, "pero en la medida en que la reactivación del crédito en general traiga un movimiento genuino. Los bancos deberían flexibilizar las condiciones para los tomadores de crédito, bajar las tasas, extender los plazos y ser más realistas a la hora de calificar a la gente". Beccar Varela coincide en que la actividad es fluida, "pero haría falta un poco más de oferta. Hay demanda de departamentos chicos, ya que la inversión es buena en relación con la renta que produce su alquiler".
Para algunos operadores, 2004 fue un año muy positivo en materia inmobiliaria. Es el caso de Raquel Rodríguez Lascano, de la inmobiliaria Díaz Usandivaras Rodríguez Lascano, que el año último realizó un promedio de 4 operaciones por mes. "Por suerte, 2004 fue muy activo. Ante la escasez de crédito y sobre todo ante la falta de confianza en los bancos, la gente invirtió mucho en San Isidro, sobre todo en departamentos chicos para poder alquilarlos, y en algunas propiedades de no más de 300.000 dólares."
Una de las ventajas de este sector, desde el punto de vista inmobiliario, es que cuenta con todo tipo de propiedades y los terrenos muestran una amplia gama de precios, que van desde los 200 dólares por m2 en algunos barrios alejados, pero pintorescos, hasta los 600, en las residencias más lujosas, asentadas en las barrancas que miran el río. Hay además algunos barrios cerrados con alta cotización, como San Isidro Chico, donde se verifican los valores más altos por un metro cuadrado de terreno.
Precios que se acomodan
Sin embargo, los precios no parecen haber alcanzado aún los niveles de las mejores épocas, aunque sobre eso no hay coincidencia.
Mientras Beccar Varela afirma que "afortunadamente los precios se fueron recuperando y, en algunos casos, han igualado los niveles anteriores", Horacio Mieres, de Antonio Mieres Propiedades SA, no es tan optimista: "La crisis de 2002 hizo que durante un semestre no tuviéramos parámetros serios en los valores y en general el mercado de propiedades disminuyó hasta un 50% la cotización con referencia a 1998/2000. Luego se fue recuperando y, en algunos casos, hoy está en el 70% del precio máximo y en otros un poco más".
Pero números más, números menos, lo cierto es que el mercado está bastante activo en este sector de la zona norte, en particular en estos días en los que la mayoría regresó de las vacaciones y ha reiniciado la búsqueda.
"Las viviendas de más de 20 años constituyen parte importante de la oferta y hay demanda -informa Mieres-. También se han vendido construcciones muy antiguas; la gente las demuele y construye algo nuevo."
El empresario aclara, asimismo, que la zona del casco histórico no es la más cotizada, sino que los valores más altos están en Martínez y Acassuso, en el tramo que se extiende de las vías a Libertador y de Libertador al río.
"En ese sector tenemos muchas propiedades en venta -aclara-. Por ejemplo, en Martínez, sobre Las Heras al 1800, una casa estilo inglés de 390 m2 cubiertos, sobre un lote de 650 m2, cuesta 320.000 dólares. En Acassuso, sobre López y Planes al 800, una propiedad de 350 m2 cubiertos, sobre un lote de 830 m2, se ofrece por 400.000 dólares."
Sin tiempo
Una historia que viene de lejos
La historia de San Isidro es tan antigua como la del país. Se inició en 1580, cuando Juan de Garay realizó la repartición de las tierras ubicadas al norte de la recientemente fundada ciudad de La Santísima Trinidad (hoy Buenos Aires). Dentro del llamado Pago de La Costa o del Monte Grande, se encontraba el territorio del actual partido de San Isidro.
Según cuenta una leyenda de la época, el capitán vizcaíno Domingo de Acassuso quedó tan encantado con el paisaje que, durante un recorrido por el lugar, prometió levantar una capilla en honor de San Isidro Labrador. Si bien nada quedó de la primera capilla, construida en 1707, alrededor de ella creció el pueblo y en esa ubicación se encuentra hoy lla catedral de San Isidro.
A fines del siglo XVIII San Isidro ya era importante y de a poco se asentaron las célebres quintas sobre terrenos arbolados. Algunas todavía pueden admirarse, como en el caso de Los Ombúes, construida en 1810 y que perteneció a Margarita Sánchez de Thompson, donde se cantó por primera vez el Himno Nacional , el 14 de mayo de 1813. Frente a esa casa está la quinta Los Naranjos, construida en 1850, y a pocos pasos, el célebre mirador de Los Tres Ombúes, un amplio balcón sobre el río que permite admirar un magnífico paisaje.
También resulta de gran interés la quinta La Porteña, reconstrucción fiel de la casa de 1840 donde vivió Luis Vernet, el primer gobernador argentino de las islas Malvinas.
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