La sustentabilidad como eje del encuentro reunió a profesionales destacados de Chile, Brasil y Uruguay
La sustentabilidad fue el foco del Seminario Internacional de Paisajismo organizado por la Revista Jardín y la Fundación Temaikèn durante dos días de la semana última. Para ofrecer diferentes visiones de un tema tan actual se invitaron a participantes de Chile, Brasil y Uruguay, que brindaron tanto miradas generales como datos prácticos para incorporar a los parques los recursos naturales del lugar y, en ese cambio, hacer más placentera la vida de las plantas y los animales. Las personas, entre ellos.
Por eso la primera exposición del seminario, la que presentaría el chileno Juan Grimm, había colmado el salón del Bioparque Teimakèn. Atraídos por su prestigio internacional, los asistentes esperaban con expectativa la oportunidad de recorrer los trabajos de su mano y conocer de cerca su mirada. Pero en ese momento los ojos de Grimm estaban lejos de las plantas. A un costado del salón escudriñaba con rabia una computadora que se negaba a abrir y proyectar el material de fotos, dibujos propios y planos que había preparado para la ocasión. Rascó incesamente su barba, anduvo como un ratón por la sala, recibió ayuda de un indolente técnico hasta que la presentación por fin se abrió paso e iluminó las pantallas. No fueron más que unos minutos de demora, pero su padecimiento inicial y su irritación posterior con los dispositivos dejaron al descubierto la personalidad de un artista casi subyugado por lo natural, cada vez más molesto con los artificios, como luego lo demostró la secuencia de sus trabajos.
Arquitecto de formación y paisajista autodidacta, en su relato Grimm comparte el mérito de su obra con la influencia del paso del alemán Oscar Prager por Chile, donde dejó la huella de sus parques; con su íntima vocación de pintor, y con la propia naturaleza, que incluye con referencias constantes e imágenes de cataratas, ríos, montañas y selvas. En su búsqueda del infinito, como la denomina, se ha dejado "seducir por las formas de la naturaleza". En ella, "la intervención del hombre puede eclipsar o potenciar un sitio" y por eso menciona constantemente el lenguaje del lugar y su obsesión por copiar el patrón natural que éste le dicta. Para muestra basta la imagen de su casa de Los Vilos, que simula una roca en un paisaje que parece haber estado desde siempre.
Tratando de describir su estilo, destaca la sobreposición de tramas como uno de sus fuertes y con la combinación de caduco y persistente. Procura "restituir a la naturaleza lo que hace el hombre", huyendo de los jardines que coleccionan plantas, a los que llama bolsitas de caramelos.
La historia de cada jardín que fue recorriendo en la charla está construida sobre hechos que refrendan sus palabras: las plantas recolectadas con un botánico y una pala en la selva peruana, la fuerza del diseño en un jardín realizado hace tiempo y ahora abandonado en Chile, o los dibujos con los que traza sus primeras impresiones de un lugar. Un arte reconocible y cercano que se inspira en el paisaje natural, lo pasa por el tamiz del hombre construyendo su propio espacio y lo devuelve realzado. En ellos, la sustentabilidad parece una obviedad.