Por Cristina L. de Bugatti Para LA NACION
Estas pequeñas plantas ya desmitificadas por Darwin todavía soportan algunos equívocos. No son seres monstruosos, capaces de atrapar a quienes se aventuren en lejanas selvas, ni alcanzan a ser remedio ante la amenaza del dengue, pero es interesante que se conozca su curioso comportamiento. Son plantas verdes, producen sus sustancias nutritivas, pero tienen carencia de nitrógeno, y ante esto han desarrollado en sus hojas estrategias para capturar animales, digerirlos por medio de fermentos y asimilarlos.
En la naturaleza se encuentran en turberas o pantanos, donde el nitrógeno es escaso, y hay dos géneros cosmopolitas: utricularia y drosera, con presencia abundante en nuestro país. Los recursos de que se valen se clasifican como papel cazamoscas, donde la planta exuda secreciones pegajosas que atraen a sus víctimas, no pueden liberarse y son digeridas por fermentos tipo pozo de muerte; ya que la víctima se resbala a un recipiente con líquidos digestivos y la trampa de zorro, hojas rodeadas de dientes, que se cierran sobre la víctima, atraídas por la exudación de las hojas.
La Drosera brevifolia tipo papel cazamoscas común en la Mesopotamia argentina, algo mayor que una moneda de un peso, semeja una roseta de hojas cubiertas por pelos, en cuyos extremos segregan un líquido viscoso que brilla al sol, atrae a los insectos que quedan pegados y son digeridos.
La Utricularia platensis es autóctona de lagunas y bañados. En sus hojas sumergidas crecen recipientes, utrículos con la boca tapada, que en presencia de la presa se abren bruscamente y la atraen hacia el fondo del utrículo, ayudados por pelos. Esa acción ha motivado muchas investigaciones y se han encontrado tantas larvas de mosquitos muertos en su interior que se ha pensado en su eficacia como plaguicida.
El nepentes originario de Malasia aplica este sistema. Es trepadora, alta y la parte terminal de sus hojas se pliega formando un ánfora perfecta con su tapa, que es la trampa. El borde segrega néctar liso y resbaladizo, que atrae a los insectos que llegan y resbalan, ayudados por pelos orientados hacia abajo, que le impiden salir. Caen al fondo, donde el líquido formado por agua y secreciones digestivas de la planta lo ahogan y desintegran.
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