En la actualidad invertir los ahorros se ha vuelto un asunto complejo. Las tasas de interés son muy bajas en todo el mundo; en la Argentina lo que pagan los depósitos a plazo fijo no alcanza para cubrir la inflación; los mercados de acciones en todas partes muestran mucha volatilidad, y los bonos de países desarrollados casi no rinden nada, y encima corren el riesgo de que se les baje la calificación. Por otra parte, el dólar parece debilitarse cuando lo comparamos con otras monedas, y lo mismo pasa con el euro cuando se compara con el franco suizo, el real o el dólar australiano. En este ambiente, no es de extrañar que las inversiones financieras estén dirigidas hacia las commodities, los metales preciosos, o en el caso de la Argentina, hacia los inmuebles. En el mundo desarrollado la inversión inmobiliaria está detenida debido a la crisis financiera provocada por los préstamos hipotecarios y el manejo de las hipotecas subprime. Sin embargo, en el país el boom de los inmuebles es muy diferente del de los países desarrollados. En primer lugar, aquí el crédito hipotecario es prácticamente nulo, lo cual ya es una diferencia fundamental, dado que la crisis hipotecaria en Estados Unidos nace de un exceso de crédito. En segundo lugar, en la Argentina las viviendas nuevas están pensadas en gran medida para inversores que buscan un refugio para su dinero. En este sentido, se puede decir que desde el punto de vista de los inversores el ladrillo aquí cumple un rol similar al que tiene el oro en países desarrollados. Si se analiza el mercado del oro en el nivel global, se puede observar la fuerte aceleración que experimentó el precio del metal desde 2008, con un alza del 94%. Esto se debe a que los inversores que salieron del dólar o del euro –porque los rendimientos de los títulos son muy bajos– se refugiaron en este producto. Análogamente, con tasas de interés bancarias tan bajas que no cubren la inflación y con un dólar débil en el nivel mundial, los inversores locales salieron a buscar refugio en el ladrillo. Esta demanda por dichos productos se encuentra con una oferta que tiene ciertas limitaciones. Si bien el oro se extrae todos los días de las minas y los departamentos se construyen continuamente, lo cierto es que la cantidad de oro que hay en el mundo es reducida –de ahí su valor– y construir una vivienda requiere tiempo relativamente largo. Esto provoca un alza continua en los precios. Las dos preguntas del millón serían qué tan alto puede subir el m2 en Buenos Aires, o el oro, y si con estos precios dichas inversiones serán rentables. Para la primera pregunta no hay una respuesta clara; sin embargo, es correcto pensar que mientras las tasas de interés sean bajas los inversores buscarán activos alternativos como éstos donde poner el dinero. Para la segunda hay que considerar que los inversores que apuestan por el oro o el ladrillo son aquellos que le dan más prioridad al bajo riesgo que al rendimiento per se.
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