Creo recordar en la versión traducida de un libro inglés, los resultados de una investigación respecto de las plantas que nombra la Biblia. Ahora aparece publicado en Internet, en castellano, editado en Rosario, Santa Fe, por el padre Ignacio, un sacerdote con fama de cura sanador, cuyo nombre completo es Ignacio Peries Kurukulasuriya, nacido en 1950 en Balangoda, Sri Lanka, y nacionalizado argentino. La lectura de los Evangelios ya nos indica la importancia que el pueblo judío daba a las plantas, ya que todas las parábolas establecen esa relación, como para que la gente más simple entendiera esos mensajes.
Como la época bíblica está muy lejos de Linneo, el científico que creó una nomenclatura en latín (considerado lenguaje universal para nominar a las plantas), ubicar a aquellas que responden a esos nombre bíblicos ha desvelado a muchos investigadores, que Israel era la tierra prometida con la que Dios premiaba, después de la huida de Egipto, al pueblo que le había sido fiel, pero sucesivas guerras habían devastado su territorio y producido zonas desérticas.?Los famosos cedros del Líbano ya eran un recuerdo. Pero muchas especies han conservado su simbolismo, el nombre con que se las conocía y su valoración económica y cultural.
Avanzando más en la época navideña se recuerda la visita al Niño de los Reyes Magos, que llevaron como ofrendas, oro, incienso y mirra. Este nombre misterioso designa una resina exudada por un árbol del desierto de Omán, que aquí no existe. Pero otras y diferentes especies se han adaptado a las condiciones y los gustos de este lejano hemisferio sur. ? Así, es fácil reconocer al olivo y la vid, las palmeras, palmas y tantas otras. Y como se han unido y mezclado las plantas, también lo han hecho los pueblos. En este contexto de hermandad esperamos y deseamos para todos, y para nuestro querido país, un ¡feliz año nuevo!