Al igual que el año que está terminando, el 2015 arrastrará los problemas del 2014 pero en el contexto de un año electoral que, a partir de 2016, puede generar importantes cambios en una economía que hoy está asfixiada por las regulaciones, la presión impositiva, la distorsión de precios relativos y la inflación, entre otros factores.
En líneas generales el 2015 se presenta como un año con inflación y recesión. La inflación será consecuencia de un creciente déficit fiscal producto de un gasto público que seguirá aumentando y una recaudación impositiva que correrá detrás del gasto.
¿Por qué el gasto público seguirá aumentando? Porque, por un lado, el gobierno cree que subiendo el gasto público reactiva la economía. Aplica la receta keynesiana, pero para un contexto totalmente diferente al que se refería el economista inglés.
Cuando Keynes propuso aumentar el gasto público y financiar el déficit con emisión monetaria, lo hizo para un momento en que el gasto estatal no representaba más del 12% del PBI y había deflación. Aún sin ser yo keynesiano, soy consciente que Keynes nunca hubiese propuesto aumentar el gasto público cuando éste representa el 45% del PBI y la inflación se dispara por encima del 40%.
Pero, además, aumentarán el gasto público porque en un año electoral intentarán obtener la mayor cantidad de legisladores de los que pone en juego el oficialismo. Recordemos que en 2015 el oficialismo pone en juego los legisladores que ganó en las elecciones de 2011, cuando Cristina Fernández obtuvo su segundo mandato.
Por el lado de la actividad económica, las exportaciones seguirán cayendo si el gobierno se empecina en retrasar el tipo de cambio real oficial. El consumo se verá afectado por la caída del salario real y la mayor desocupación. Y la inversión brillará por su ausencia.
Tal vez la inversión, entendiendo por tal, cambios de paquetes accionarios, puede llegar a moverse algo si las encuestas comienzan a mostrar resultados de una derrota oficialista. En ese escenario, habrá gente dispuesta a comprar activos que están retrasados. En mi opinión no es el caso de los inmuebles, en que hubo alguna baja de precios pero no tan marcada.
Mi visión es que el mercado inmobiliario tendrá que pasar el 2015 para, recién en 2016, tener mejores perspectivas. Un mercado inmobiliario pujante requiere de crédito hipotecario pagable, estabilidad monetaria y capacidad de ahorro de la gente. Todo eso hoy no existe y llevará un tiempo reconstruir el flanco fiscal, para tener disciplina monetaria y, por supuesto, crédito de largo plazo pagable.
Cuando el ahorro se vuelque nuevamente al mercado de capitales para financiar créditos de largo plazo, como créditos hipotecarios, ahí el mercado inmobiliario tendrá mayor volumen y, seguramente, enfrentará una demanda diferente a la actual, donde el comprador sea el que va a vivir con su familia y no tanto el que busca un refugio contra la inflación.*El autor de esta nota es economista