Frente a mi ventana, un jacarandá exhibe su completa floración, favorecida este año por las frecuentes lluvias. No puedo dejar de recordar las expresiones de los "espíritus sensibles" que lo han podido contemplar así en su plenitud.
Arisumi, botánico japonés que llegó al país para organizar el Instituto de Floricultura de INTA, Castelar, dijo que cuando lo vio en flor en Australia, su ánimo quedó en suspenso..., y cuando le dijeron que era un árbol de la Argentina, comentó: "Tengo que conocer ese país". Y así fue. Experimentó y trató de convertirlo en arbusto para cultivarlo en macetas, pero la experiencia no resultó aceptable, y se convenció de que el jacarandá debe seguir floreciendo, como árbol, bajo el cielo.
La recordada María Elena Walsh le cantó con una rítmica canción popularizada por Palito Ortega, cantada por los chicos en las escuelas y en todas partes: ...Al Este y al Oeste llueve y lloverá/ una flor y otra flor celeste / del jacarandá…
René Favaloro decía que, con los jacarandás en flor, dejaba su automóvil y caminaba por las calles para apreciar las copas florecidas.
Estamos de acuerdo: toda belleza impactante es misteriosa y no se la puede explicar, pero sí se puede tratar de reproducirla. Y cultivar un árbol de jacarandá es sumamente sencillo, ya que, pese a ser una especie subtropical, en nuestro país es apta para amplias zonas. Se lo considera de porte mediano, tronco recto y copa redondeada, hojas que recuerdan las de los helechos, compuestas por numerosos foliolos. Éstos van cayendo durante el invierno, y en primavera, antes de la foliación, aparece su impactante floración. Las flores, de color azul violáceo, están reunidas en grandes racimos y se transforman en frutos, que son cápsulas formadas por dos valvas leñosas, redondeadas de hasta 2 cm de diámetros, dehiscentes, que al abrir, dejan escapar las semillas aladas. El jacarandá tiene una segunda floración, hacia el otoño que aparece en medio de su denso follaje. Por estos días, si camina por el centro, no deje de levantar la cabeza y fijar su mirada en los jacarandás, capaces de mejorar el tenso humor urbano.