Cuando aterrizó asilada y despojada de sus bienes en Cuba, Alicia Cervera nunca había trabajado en su vida; hoy, con 92 años, tiene una calle del downtown con su nombre, la llaman la reina de Brickell, y ha forjado el perfil cosmopolita de Miami
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MIAMI.- “La vida te da sorpresas”, dispara, sentada en una sala de reuniones con fotos de rascacielos y tomas aéreas de Miami. No sólo su prodigiosa memoria me hacen desconfiar de sus 92 años. También un cutis de poco desgaste, su sonrisa juvenil, y los ojos grandes y celestes que de vez en cuando cierra para hacer una pausa, y así recordar algún año lejano, un nombre perdido en el tiempo, un detalle que cualquier mortal pasaría por alto.
De nacionalidad peruana, Alicia Cervera, llegó a Miami en 1961 con su marido como asilada política, huyendo de la revolución cubana. No tenía un centavo, y con 30 años, nunca había trabajado en su vida. Con el correr de los años, no solo vio crecer a esta ciudad hasta volverse alta, pujante, cultural y cosmopolita, sino que fue artífice de dicha evolución.
Desde que creó Cervera Real Estate en 1969, ha representado y vendido exclusivamente más de 115 condominios de nueva construcción en todo el sur de Florida para 85 desarrolladores, sumando más de 70.000 unidades por un total que supera los US$21.000 millones en ventas. Hoy continúa al frente de la inmobiliaria familiar junto a sus hijas, Alicia Cervera Lamadrid y Verónica Cervera Goeseke.
“La reina de Brickell”, como la llaman, es un ejemplo vivo del sueño americano. El mes pasado, el Condado de Miami-Dade nombró una calle en el downtown como “Alicia Cervera Way”.
- ¿Cuándo llega a Miami y por qué?
- Mi padre era marino de guerra, y embajador político del Perú. Lo destinan a Cuba, donde conocí a mi marido, y tuve mis dos hijas. Cuando se acerca la revolución cubana, un grupo de gente, entre ellos mi marido Javier, se da cuenta que Fidel era comunista y quisieron hacer una contrarrevolución. Recuerdo una vez que acompañé a Javier a Varadero, porque íbamos a sacar a una persona en balsa, y pusimos sus tarjetas de identidad en la mitad de un sándwich largo. La idea era que escapara llevando información de lo que estaba pasando en Cuba, pero nunca pudo salir. Otra vez llevamos a alguien escondido en el auto, y vimos una barricada policial más adelante. Apaciguamos la marcha para que esta persona pudiera tirarse del auto y esconderse en los matorrales. Tiempo después los amigos de Javier y su hermano quedaron presos. Finalmente tuvimos que huir. En nuestro caso, primero saqué a mis hijas de Cuba. Me agarró un ataque de nervios cuando llegué a mi casa y pensé que quizá nunca volvía a verlas. Nosotros pudimos salir vía México, y llegamos a Miami en 1961.
- ¿Cómo empieza en real estate?
- Mi marido se puso a trabajar en haciendas de caña, se levantaba a las seis de la mañana, cortaba la caña y eso daba para vivir. Al tiempo de estar acá me agarró una desesperación al ver a mi marido tan pobre. Le pagaban por semana lo mismo que él pagaba en Cuba para que tuviera su avión en el hangar. Yo lo miraba y lloraba de pena. Quedé embarazada y cuando nació mi hijo me di cuenta que tenia raíces en este país y que tenia que cambiar mi actitud. Mi mamá tenía mucho empuje y le gustaba construir casas, y empecé a trabajar en la oficina de un broker. Bueno, antes llené un formulario para trabajar en las tiendas Sears, pero lo llené tan mal que nunca me llamaron (risas).
Hice el curso de bienes raíces. No entendía nada de lo que estaba leyendo. En el examen final, me faltaba contestar una pregunta, y el profesor me ayudó con una pista que me hizo aprobar.
El primer año me gané todos los premios. Llegaba temprano y atendía todas las llamadas. Hoy todo está en la computadora pero en aquella época los avisos estaban en los libros, yo me los leía enteros y cuando llamaba la gente y pedía, por ejemplo, un dúplex en determinada zona, yo ya sabía todo lo que tenía para ofrecer.
Yo siempre pensé que Miami debía crecer vertical. Al sacar mi licencia de broker, me daba cuenta que los americanos no sabían vender internacionalmente, no sabían si Argentina y Brasil eran lo mismo. No conocían la moneda de otros países, y yo pensé acá hay un nicho. El primer enfoque fue enseñarle a la gente que estaba conmigo a vender Miami internacionalmente. Yo había estado en las Naciones Unidas como secretaria de mi padre cuando estuvo allí destinado, y sabía bien cómo tratar a un chino, un italiano, un español. Allí supe la diferencia entre los latinoamericanos, por ejemplo: aprendí que a un venezolano lo tratas de tú y está perfecto, pero a un colombiano lo tratas de tú y metes la pata, hay que hablarle de usted. De alguna manera, mandé embajadores entrenados a otros países.
- ¿Cómo era Miami en esa época?
- Era campo y puros americanos. Los cubanos ayudaron mucho, trajeron su encanto caribeño y ayudaron a aquellos que venían y no hablaban inglés, se sentían atraídos porque iban a una tienda y les hablaban español. Empezaron a venir los fines de semana los que querían hacer negocios con otros países del mundo, y de paso traían a su familia para bañarse en el mar. En ese momento una llamada telefónica para hablar entre Francia y Japón tenía que ser mediante una telefonista y tardaba tres días. Acá podías hablar en el mismo día. Toda esa gente eran clientes amarrados para poderles vender, pero no había espíritu de vender. No había en el año 69 o 70, por ejemplo un hotel cinco estrellas en Miami. Y mi casa era tan humilde que no podía hospedar a nadie.
- ¿Cómo fue la evolución de su carrera hasta llegar a donde está hoy?
- Un día veo en el periódico que Harry Helmsley y su mujer Leona, el dueño del Empire State, habían comprado una esquina en Miami y se me ocurrió escribirle. Le dije que había estado en Naciones Unidas, que conocía mucho la idiosincrasia de la gente que venía de Latinoamérica, que me encantaría conocerlo. Con gran sorpresa me llama su secretaria. Yo al principio pensé que era una broma de una compañera de trabajo que era americana. Helmsley me invita un sábado a su casa en Palm Beach y allí fui. Con él aprendí muchísimo, fue el primer proyecto grande que tuve, de US$65 millones (que hoy sería de US$650 millones), The Palace on Brickell. Me hizo poner el precio de cada unidad, eran 250 unidades que había que vender por un total de menos de US$100 millones, imagínate esos precios comparado con la actualidad. Eso fue haber entrado al Buckingham Palace por la puerta principal. No existía ninguna compañía de bienes raíces que trabajara para desarrolladores. Hasta el momento, ellos ponían tres jovencitas a vender y listo. Una de las cosas por las que me contratan es porque les explico mi plataforma de venta.
- ¿Como ve el futuro de los precios, cree que van a bajar?
- Una de las cosas que mas éxito me da en las ventas es que les digo que no soy dueña de la bola de cristal. Pero, históricamente, cuando las ciudades suben de esta forma, te puedo hablar de Niza, Londres, París, Toronto, Dubái, cuando llegan a tener cierto status, por lo general lo conservan. Es de esperar que Miami conserve su status porque ha llegado a ese clima.
- ¿Que la ha llevado a este lugar? ¿por qué se ha vuelto atractiva?
- Cuando llegué a esta ciudad no teníamos un museo. Ahora tenemos el Jorge Perez, o el de ciencias, que es una maravilla. No había un sitio para ir a una opera, ahora tenemos el performing arts center (Adrienne Arsht Center) que tiene uno de los sistemas de sonido más avanzados del mundo. No había restaurantes, ni hoteles cinco estrellas. Ahora los hay por todos lados. La última vez que fui a un restaurante en New York me pareció que estaban envejecidos, acá esta todo nuevo. Es un comienzo. Yo creo que entre los 18 y los 78 es el prime del ser humano. Yo creo que nosotros (Miami) no estamos en los 78, estamos en los 35.
Por otra parte, hay algo que no se le puede quitar a Miami, que es su posición geográfica. Es el centro para las reunificaciones familiares que están dispersas por el mundo. Tu vas a Boston y el agua es oscura, acá podés tener tu barco y vas viendo a los delfines. Y por supuesto, el clima.
- ¿Qué le falta a Miami?
- Más teatros. Iremos llegando. Creo que aún no somos los suficientemente agresivos para traer lo mejor todavía.
- En 2016, el alcalde de Miami, hablando de usted, dijo que ninguna otra mujer ha tenido un impacto mayor en el desarrollo de Miami desde que Julia Tuttle fundó la ciudad en 1895. Es fuerte…
- Han tenido que explicármelo varias veces porque yo lo encontré inflado. Pero me hicieron notar que he ayudado a mucha gente sin darme cuenta. Una de las cosas que aprendí es que la vida está llena de sorpresas. Yo siempre digo que me casé con un millonario, y me volví pennyless (sin un centavo). Tenia dos hijas mujeres y 10 años después fui madre de un varón, una sorpresa increíble. Era una persona que jamás había trabajado antes de los 30 años, me metí en un negocio y me volví millonaria. Y llegué a esta ciudad como inmigrante, y hoy tengo la sorpresa de que una calle tiene mi nombre.
- ¿Cómo compara Miami con New York?
- En cuestión de museos todavía no tenemos el Metropolitan. Pero a mí siempre Miami me produce sorpresas. Hace poco me dieron a vender un edificio que era el más caro que se puede vender en la ciudad. Si tomamos los primeros que vendí, hace tres años atrás, creo que esos compradores hoy tienen por lo menos US$1 millón en el bolsillo.
- No hay límite para arriba…
- También hay una gran demanda de los departamentos de extra-lujo, de US$19 millones o US$20 millones, que antes no había público. Últimamente tienen gran atractivo. Hace poco una persona de Chicago quiso comprar un departamento en un último piso de un edificio, y no pudo, alguien lo compró antes. Al edificio Aston Martin le quedan solo 17 apartamentos para vender de 391 unidades, y todavía le falta un año para terminar.
- ¿Cuál es el público para estas propiedades?
- Es gente de todo el mundo, el público latinoamericano es fuerte. Pero puede ser tanto una persona de El Salvador o México, como uno de Francia. De todos lados.
- Han vendido Natiivo que es un proyecto de rentas de corto plazo. ¿Es una tendencia ahora?
- Hemos tenido dos proyectos interesantes que se pueden rentar a corto plazo. Han tenido un éxito increíble, lo hemos vendido cuando faltan dos o tres años por terminarse. Creo que Miami se ha vuelto una ciudad tan vacacional, con tanto turismo, que falta este tipo de viviendas que en este momento se ha puesto de moda. Lo bueno es que estos edificios no tienen la protesta de los que viven y no están de acuerdo con la renta temporaria.
- Usted comercializa los departamentos de la torre Aston Martin. ¿Es una tendencia ponerle marca a los edificios?
- A algunos developers les gusta muchísimo. A Aston Martin con la calidad que tiene, el misticismo, y los acabados fantásticos que simulan a los autos, como por ejemplo las manijas que han puesto y son las mismas que las de los automóviles, creo que la marca ayuda. Pero también hay proyectos que no tienen nombre y ahí ayuda el background del desarrollador.
- ¿Como es su día a día, a los 92 años?
- Hoy estuve en la peluquería porque tenía esta entrevista (risas). Tengo esta reunión y una cena. Trato de venir una semana a la oficina, pero por teléfono actúo mucho. Hoy tenía que definir un aviso para poner en un periódico. Yo ya no vendo, vendo al developer o a través de contactos. Pero doy clase para vender. Ahora estamos saliendo con un producto maravilloso, Vita at Grove Isle que tiene solo siete pisos, y a mí me gusta orientar a los vendedores. Por ejemplo, al californiano le gusta más este tipo de edificios mientras que alguien de Chicago puede buscar más tipo rascacielos. Necesitas siempre interesarte humanamente en tu cliente, porque cambia que tengan chicos y de qué edades, de dónde vienen, qué presupuesto tiene.
- ¿Hay otros colegas con calle con nombre propio?
No que yo sepa. Pero tampoco hay ningún colega que tenga 92 años (carcajadas).
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