El presidente de la multinacional Estée Lauder invirtió millones de dólares en una propiedad y sus vecinos no pueden entender lo que hizo con ella
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En las altas esferas de la sociedad internacional, es común escuchar hablar de operaciones de millones de dólares. Los famosos y empresarios a menudo salen en los portales de noticias cuando compran un bien de lujo como un auto o una casa. En este caso, fue William Lauder, presidente ejecutivo de la multinacional estadounidense de cosmética Estée Lauder, el que sintió perforar su billetera con una transacción que le salió más cara de la cuenta.
El heredero del imperio de productos de belleza compró hace menos de un año una mansión en Palm Beach, Estados Unidos, por la extraordinaria suma de US$110 millones. Sin embargo, donde antes supo pararse una impresionante casa de estilo francés de Normandía ahora solo se ven escombros. Después de que el cartel de aprobación municipal pegado en su entrada alertara a los vecinos, Lauder dio el sí final y mandó a demoler la propiedad. De esta forma, pasó a la historia como la demolición más cara jamás realizada en Tony Island y la inversión de Lauder fue -en parte- tirada a la basura.
La inversión inmobiliaria ya descoloca a quien la analice desde su comienzo. Apenas un año antes de que Lauder la comprara, una empresa vinculada al financiero Thomas P. Salices la había adquirido por US$40,8 millones, casi un tercio del monto que pagó Lauder en 2020.
En el barrio no hay nada más que suspenso en cuanto al destino del terreno, ya que el diario Daily News reportó que todavía no se presentó ningún plan para construir una residencia que abarque los dos lotes que conforman la propiedad. A éstos se podría anexar un tercero frente al mar que también le pertenece a Lauder, aunque bajo el nombre de otra entidad. De esta manera, se formarían un megalote de 910.542 m² con 114 metros de frente.
Cómo era la casa demolida
La vivienda ubicada precisamente en 1071 N. Ocean Boulevard, había sido construida en 2016 por Hugh Davis y tenía 3344 m². Antes de demolerse, estaba dividida en siete dormitorios, 16 baños y garaje para ocho vehículos.
Para trasladarse entre las distintas plantas, sus residentes podían optar por usar tanto las escaleras como los ascensores. A pesar de tener pocos años de vida útil, los techos de teja roja fueron cambiados en 2019 por unos de tejas grises con un perfil más bajo.
Más allá de las habitaciones, la casa estaba repleta de amenities de lujo. Una biblioteca, un cine privado, una sala de vinos, un gimnasio y hasta una barbería integraban la mansión.
En el exterior, la propiedad incluía una cocina de verano, patio cubierto, una piscina climatizada con vista al mar y un spa, ideales para disfrutar en una zona que no conoce el clima invernal.
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