Con sus dos nuevos rascacielos lanzados al mercado, Jules Trump, pionero del real estate en Sunny Isles, compara a Miami con Los Angeles, Nueva York, Londres o Tel Aviv
Jules Trump ha sido uno de los artífices de la transformación de Sunny Isles, una de las playas más exclusivas del condado de Miami. Creador de Williams Island, una isla cerrada con 2000 unidades residenciales construidas en la década del 80, donde debutó el concepto high-end, su visión lo llevó a apostar por un hotel sobre la arena, en una época en que la costa estaba habitada por pequeños moteles sin ningún atractivo. Así nació Acqualina Resort. Trump (quien nada tiene que ver con Donald), me recibe en una confitería casi sobre la arena, en jeans y camisa. Este hotel, que combina el turquesa de la pileta y el mar, con sombrillas y reposeras en rojo, lleva cinco años consecutivos elegido como el resort costero de lujo Nº1 de los Estados Unidos continental. Este hombre sí que sabe de atención al cliente.
En el lote anexo se alza su última creación: las dos torres de Estates at Acqualina, el último grito de excentricidad y amenities para billeteras abultadas. Pero nada es caro para este mercado. La pandemia ha traído más compradores a Florida. Es hoy la elección nº1 para habitantes de Nueva York, Nueva Jersey, Illinois y Massachusetts. Y aún hay espacio para crecer, porque según el empresario, Miami seguirá subiendo de precio. Los invito a un recorrido por la historia de Sunny Isles con uno de sus protagonistas.
¿Cómo empezó su carrera en real estate?
Mi hermano y yo crecimos en el mundo del retail en Sudáfrica. Toda nuestra vida aprendimos a tratar con el cliente, eso tiene mucho que ver con la hospitalidad. Llegamos a este país en 1974, y en 1980 vinimos a Florida. En nueve días compramos un pedazo de tierra hoy conocido como Williams Island, una isla privada en Sunny Isles que mira a la bahía. Tuvimos que llevar las conexiones de agua, electricidad, todo. Fue muy exitoso y para ese momento era high end. Creamos de la nada un pueblo mediterráneo con su propia marina.
¿Por qué allí y no en la playa?
Por alguna razón en esa época la playa no era tan popular. Los condominios de moda se posaban en la bahía como Jockey Club, Cricket Club o Turnberry. En los 60 eso era lo que estaba de moda, y en cambio toda la calle que bordea la playa estaba poblada con moteles bajos, daba miedo venir. Pero enseguida identificamos un pedazo de tierra sobre el océano y elegimos hacer un hotel y condominios de primera clase. Pusimos estándares altísimos y así nació Acqualina. Casualmente Argentina es un mercado importante para nosotros. Los argentinos son el mercado internacional nº1 del hotel, lo vienen siendo por mucho tiempo. El año pasado Brasil empezó a crecer, pero Argentina todavía está en el primer lugar.
¿Cómo sigue su carrera hasta hoy?
Tras inaugurar Acqualina, compramos el terreno lindero hacia el sur, y construimos The Mansions. Muchos habitantes del Acqualina se cambiaron de edificio siguiendo la marca. Hace ocho años compramos el lote pegado del lado norte, donde estamos construyendo The Estates at Acqualina, dos torres con servicio 5 estrellas. Empezamos por la torre sur que está vendida en un 90%. Se trata de residencias más grandes, de 4 a 8 dormitorios, orientado a familias. Con la pandemia la gente se quiere mudar desde Buenos Aires, New York, Chicago, porque pueden hacer funcionar sus negocios desde aquí. Los precios arrancan en US$4 millones y hemos tenido ventas recientes de US$27 millones.
¿Qué aprendió desde su primera torre hasta ahora? ¿Cómo cambió la demanda?
El mercado se mueve hacia las residencias de lujo más grandes. Buscan ambientes para home office, sus hijos cursan clases online, se ponen su gimnasio en su casa, y sobre todo buscan más amenities. Estates at Acqualina tendrá, por ejemplo, pista de patinaje sobre hielo y bowling. No conozco ningún edificio en el mundo donde exista esto. Tendrá más de 5000 m² solo en un edificio de instalaciones comunes, un restaurante mediterráneo, simulador de golf, sala para adolescentes, entre otras atracciones. Es como un barco en el océano pero más cómodo (se ríe).
¿Si tuviera que invertir hoy en real estate, dónde lo haría?
Seguiría en el área de Miami. Yo creo que se va a seguir fortaleciendo. Mire, hay solo tres ciudades en los Estados Unidos que tiene un atractivo internacional: New York, Los Angeles y Miami. Veo que la demanda que proviene de Nueva York para aquí será astronómica.
¿Cómo observa el crecimiento que ha tenido esta zona hasta ahora?
Esta tierra me costó US$16 millones en el 2000. Doce años después, el terreno de al lado me costó casi diez veces más. Cuando vendimos los primeros departamentos el precio al mercado era de 350 dólares el pie cuadrado. Ahora cuesta 2000. El crecimiento fue fenomenal. Miami es un lugar para amar donde experimentas la vida a full.
¿Cree que los precios pueden seguir subiendo?
La gente la comprara a New York. Si miras otras capitales, como Londres, Tel Aviv, Los Angeles, los precios aquí son más bajos, incluso las casas. Estamos quedándonos sin tierra rápidamente. El gran consumo de tierra fue Sunny Isles, todo esto es nuevo y queda poco. Un high rise toma de seis a ocho años desde que ves el terreno hasta que entregas las unidades. No hay nada que esté construyéndose en la playa por los próximos años, hay un pequeño edificio en Miami Beach y eso es todo. Sí, los precios van a seguir subiendo.
¿Cómo ve la costa oeste de Florida, como Tampa o Cape Coral?
Estoy seguro que Florida crecerá como un todo, tiene buen clima, está muy bien gobernada, no tenemos situaciones de gente sin hogar como San Francisco, no hay protestas. Seguirá floreciendo, pero sobre todo Miami es el lugar. La gente rica encuentra más cosas para hacer aquí que en otros lugares de Florida.
Trump cierra la charla interesándose por la Argentina. Cada tanto, interrumpe la conversación para saludar a algún huésped frecuente, con la calidez que alguien saluda a un viejo amigo. Y vuelva a hablar de la Argentina. Asegura que tiene allí buenos clientes, incluso algunos han comprado unidades en las torres en construcción. Y se despacha, con gracia y una pícara mirada: “Espero que cuando construyamos un Acqualina en Buenos Aires…”
¿Pensaría en llevar Acqualina a Buenos Aires?
Mirá… Argentina ha tenido altos y bajos. Es un país increíble con mucho potencial. Lo pensé alguna vez, sí, y sin duda es una de las ciudades en las que me gustaría estar.
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