Mike Evans pasó de trabajar en campañas políticas en Estados Unidos a desarrollar un original y súper exclusivo emprendimiento en Mendoza; la pasión enológica y gastronómica se combinan en un proyecto que se expande por el mundo
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Corría noviembre de 2004. Mientras la Argentina empezaba a mostrar signos de recuperación tras la trágica salida de la convertibilidad, un politólogo norteamericano llegaba de vacaciones al país para descansar de la intensa campaña política presidencial del candidato John Kerry. Serían dos semanas que cambiarían sustancialmente en su vida y que, con el correr del tiempo, darían lugar a una propuesta inmobiliaria, enológica y gastronómica muy particular: un hotel bodega en el que los visitantes pueden hacer su propio vino.
Michael Evans, de él se trata, es cofundador y actual CEO de The Vines, un emprendimiento ubicado en el mendocino Valle de Uco pensado para los amantes del vino. En un predio de 500 hectáreas y con la Cordillera de los Andes a la vista, se trata de un hotel bodega con un loteo de viñedos, con el distinguido restorán del chef Francis Mallmann Siete Fuegos y con residencias frente al majestuoso paisaje. “Es un Disneyland para aquellos a quienes les encanta el vino”, resume Mike.
Hasta su llegada a la Argentina, Evans repartía su tiempo entre la política y el vino. Graduado en Ciencias Políticas en la Arizona State University, había trabajado en las campañas de Bill Clinton, Al Gore y John Kerry, entre otros. La pasión por los varietales, por su parte, lo habían llevado a recorrer las mejores bodegas del mundo. Finalmente, el sueño de producir su propio vino lo cumplió en el generoso terroir mendocino y lo amplió para que otros puedan también tener botellas propias: hoy hay unas 350 personas que tienen un viñedo propio de entre media y cinco hectáreas en The Vines.
“Nunca me había imaginado viviendo en otro país que no fuera Estados Unidos. Pero cuando llegué a Mendoza quedé impactado. Era como estar en Napa Valley, pero hace 50 años, un lugar con un potencial enorme por sus vinos, sus vistas y su gente”, le cuenta a LA NACION quien dejó las campañas políticas para radicarse definitivamente en nuestro país. Sin hoteles que estuvieran a la altura de la calidad de la uva, Evans vio entonces la oportunidad de comprar una tierra para cumplir su sueño y desarrollar, además, un excelente negocio. Cuando les comentó la idea a algunos de sus amigos norteamericanos, muchos se entusiasmaron e invirtieron con él. “En Napa Valley hay bodegas, hoteles y clubes de vino, pero un acre cuesta un millón de dólares. En Mendoza, US$120.000”, precisa.
Con precios promedio de US$600.000 por residencia, de más de 150 m², actualmente se están invirtiendo US$22 millones para triplicar la capacidad de alojamiento. Es decir, de las 22 villas que hay hoy se pasará a 55 residencias de lujo, con dimensiones de 136 m² o 270 m² cada una.
Hágalo usted mismo
Dado el alto poder adquisitivo que se necesita para poder disfrutar de las mejores etiquetas, el mercado del vino mueve en todo el mundo enormes cantidades de dinero. Y no se limita, claro está, a la mera compra de botellas caras. El disfrute, hoy más que nunca, pasa por las experiencias: rutas del vino, clubes selectos y catálogos exclusivos son solo algunas de esas vivencias que hoy valoran los consumidores más exigentes. Pero en ningún lugar del planeta, jura Mike Evans, las personas pueden acceder a un pequeño viñedo para producir su propio vino o simplemente “armarlo” siendo clientes de un hotel.
Ezequiel Miedvietzky es ingeniero industrial, estudió Management y Desarrollos en Harvard y ha ganado premios de construcción sustentable por los proyectos de su Estudio Amarilla. Acompaña a Mike Evans en The Vines desde 2022 y, aunque vive en Miami, viaja seguido a al Valle de Uco porque tiene por delante el plan de expansión. Reconoce que, hasta toparse con The Vines, no sabía nada de vinos. “Cuando empecé a tratar con Mike, le dije que quería tener mi propio vino. Y la experiencia fue increíble: vinieron enólogos, me hicieron probar cuatro o cinco botellas y luego me hicieron preguntas sobre cuánto quería de uno y cuánto de otro. Al cabo de dos horas, mientras comíamos un asado, ya tenía mi vino”, cuenta.
La experiencia de Ezequiel se multiplica por cada turista que llega al hotel. Se trata de un modelo que se inicia en el momento en que la bebida ya se encuentra en barrica y se mezcla para el corte final. El otro formato de producción es el de los vinos propios de los propietarios de los mini viñedos. Según Evans, por año producen más de 500 etiquetas distintas, con 36 variedades de uva. “Más que en cualquier otra finca”, se enorgullece. De cada producción salen 25 cajas que luego se envían a domicilio a cualquier lugar del mundo. “Hicimos envíos a 19 países”, comenta.
Por otra parte, la presencia de Francis Mallmann y su restorán Siete Fuegos amplía la experiencia enológica para dotarla también de un expertise gastronómico. Y es que los turistas aprenden a hacer empanadas, asado y otras destrezas culinarias con un maestro patagónico de la cocina. Y todo con los Andes detrás, por supuesto.
De sueño propio a negocio exitoso
Además de las experiencias inmersivas, The Vines demostró con el tiempo ser un gran negocio. La ocupación casi plena de un hotel en el que la noche cuesta más de US$1000 motivó a Evans a expandir el proyecto con residencias. Las primeras 10 casas se vendieron en apenas cuatro días. Y mientras se planifica la segunda etapa residencial, la marca The Vines prepara su desembarco en Portugal, España y Estados Unidos.
“A partir de la pandemia y de las dificultades para viajar, empezamos a tener mucho más público argentino. Pero transcurrida la crisis sanitaria, la gente local no mermó. Creo que The Vines es un escape, un retiro, pero también es un buen negocio, porque cuando alguien compra una residencia nosotros la alquilamos como parte del hotel y tiene un retorno entre 10% y 15% anual en dólares”, detalla Evans.
Para Miedvietzky, por su parte, lo interesante es que “hoy es un proyecto inmobiliario exitoso independientemente de cualquier situación, lo están comprando de todo el mundo y tiene una orientación pensada en el que compra una propiedad como inversión pero que también quiere disfrutarla”.
En el fértil Valle de Uco, con los Andes de fondo, la pasión de un norteamericano se convirtió en la posibilidad única de que cientos de personas puedan tener su vino propio y, a la vez, en un gran negocio inmobiliario.
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