The Food Box avanza a paso firme en distintos barrios privados bonaerenses y sus creadores apuntan a llegar a todo el país
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En muchos barrios cerrados del Gran Buenos Aires lo conocen. Es que, de tanto recorrerlos y hablar con los vecinos para contarles sobre sus proyectos, Miguel Ayerza supo ganarse su lugar. Tras formar parte de diversos emprendimientos a lo largo de su trayectoria, uno de los cuales logró atraer al fundador de Nordelta Eduardo Costantini, creó junto a sus dos hermanos The Food Box: un nuevo concepto de markets instalados dentro de los countries, con productos de todo tipo, marcas de primer nivel, diseños arquitectónicos particulares y servicio de delivery propio.
Quienes más lo conocen lo definen como “un emprendedor serial”. Él no reniega de ese título. “Me gusta emprender desde siempre”, afirma el mayor de los tres creadores de The Food Box, quien conversa con LA NACION el día de su cumpleaños número 40. Hace más de dos décadas, su primer trabajo fue de cadete en una imprenta que habían fundado su papá y sus tíos. De esa experiencia aprendió lo bueno y lo malo de trabajar en familia y, con ganas de explorar nuevos horizontes, decidió ir en busca de otras posibilidades.
Así empezó a trabajar en una startup de telecomunicaciones, donde estuvo seis años. “Arrancamos siendo seis personas y cuando me fui había 40. Fue un proyecto muy bueno que me formó y gracias al que viajé por varios países”, cuenta. En esa época, estudiaba marketing, tras haber cursado dos años de la carrera de Derecho para luego abandonarla. “Mi vieja prendía velas para que me recibiera y, aunque me costó entre el trabajo, el estudio y el deporte, en siete años la terminé”, recuerda.
Los años posteriores, siguió formándose en el área de marketing, trabajó en eventos de polo y estuvo en los inicios de un proyecto de publicidad importante, algo que terminó despertando en él las ganas de fundar su propia agencia, en 2013. Avanzó a paso firme y consiguió trabajar para importantes marcas como American Express, Pepsico, Nestlé, Burger King y Starbucks, entre otras. También creó, en el mismo lapso, una plataforma de gestión integral para colegios y consiguió el primer cliente en Uruguay.
“Después de eso, quería hacer otra cosa y no sabía qué, hasta que me contrataron desde Puertos, la urbanización creada por Consultatio en Escobar y empecé a trabajar con mi agencia haciendo contenido”, dice. Fue entonces cuando se le ocurrió que uno de los proyectos académicos que había desarrollado en el marco de una materia de un master podía llevarse a cabo en el barrio de Costantini. “La idea era hacer una app para que los amigos de las personas que vivían allí pudiesen pasar más rápido por la puerta de seguridad con un código QR, que también se pudiesen reservar espacios comunes y que funcionara a modo de canal de comunicación”, precisa. “Lo planteé y a Eduardo le interesó”, agrega.
En 2015, el creador de Nordelta invirtió casi US$300.000 en esa propuesta, que resultó ser un boom. “Los vecinos se la bajaban y empezaron incluso a vender autos por ahí, adoquines de obras que sobraban y otras cosas. Se armó una comunidad virtual impresionante”, asegura. Se trata de Miiii, una plataforma fintech de gestión de servicios para barrios privados y edificios (del estilo de otras reconocidas como Open Key y Simple Solutions), que implicó una inversión de $1000 millones del Banco Itaú. El emprendimiento creció, pero más tarde Ayerza decidió dar un paso al costado para embarcarse en un nuevo desafío.
Qué es The Food Box
Es como el almacén de barrio, pero dentro del country. The Food Box es un nuevo concepto de retail, markets donde se comercializan más de 1200 productos: carnes, frutas, verduras, bebidas, congelados y elementos de limpieza. Además, cuentan con una categoría llamada “Very specials”, en la que ofrecen algunas cosas que generan furor, como pizzas congeladas de los clásicos El Cuartito y La Mezzetta, postres de la repostera Valu Ramallo, pescados de LaMar y una línea de pastas frescas congeladas desarrolladas por La Juvenil. “Los vecinos de los barrios son migrantes de Capital Federal y extrañan esos lugares gastronómicos con los que generaron una conexión emocional, por eso celebran que los estamos acercando”, afirma Ayerza.
¿Cómo nació la idea? En 2019, cuando decidió salir del proyecto de Puertos, Ayerza les contó a sus hermanos que estaba pensando cuál sería el siguiente desafío. En ese momento, Nicolás (38) y Joaquín (36) habían comprado un contenedor para empezar a vender productos esenciales en el barrio San Sebastián. “Después llegó la pandemia y la gente explotó el box. Compraban todo. Mis hermanos tenían que salir tres veces por día a reponer el stock”, recuerda. “Los empezaron a llamar de otros barrios y, en enero de este año, decidí sumarme y salir a buscar más oportunidades”, cuenta.
El primer año fue todo aprendizaje: el surtido de productos, su rotación y sobre todo la relación con los vecinos, que los adoptaron como si fueran del barrio. A comienzos de este año, firmaron el segundo contrato con Lagoon Pilar y luego llegaron a Santa Guadalupe en Pilar del Este, Ayres Plaza, San Jorge y La Comarca. “Estamos en tratativas con otros barrios, algunos más nuevos y tradicionales. Esperamos cerrar el año con 10 locales, sumar 20 o 30 más en 2022, posicionarnos como referentes y alcanzar 200 barrios en cuatro años”, afirma.
Las tiendas las arman en 60 días con contenedores marítimos reciclados. Cada Food Box tiene una particularidad desde la arquitectura, algo que lo distingue del resto. En Lagoon, por ejemplo, armaron un bar en la terraza con deck y jardín, que los vecinos pueden reservar para eventos. En San Sebastián, dejaron en el medio de la tienda un cubo de vidrio que va desde el piso hasta el techo para mantener un árbol que estaba plantado en el lugar. Cada proyecto es co-diseñado junto al barrio.
En algunos locales también brindan el servicio de gastronomía. Por ejemplo, sirven café de especialidad y hamburguesas premium. El equipo está compuesto por 12 empleados fijos, entre los tres hermanos, el chef ejecutivo Alejandro Recoba, el barista Federico Socin, los cocineros y quienes tienen a su cargo el delivery, porque el proyecto también contempla la entrega de productos a domicilio, que se hace en vehículos ecológicos. “Entregamos con monopatines eléctricos y estamos armando un carrito de golf lookeado con una heladerita atrás”, cuenta Ayerza, divertido con la idea.
El proyecto cuenta con la aprobación de los vecinos de los barrios, que sienten que The Food Box llegó para satisfacer la necesidad de tener todo a mano, pero además para acercarles lo mejor de Capital Federal. Los Ayerza son ambiciosos: no solo quieren posicionar a su empresa como la número uno del sector, sino que aspiran a abrir franquicias, llegar a la zona Sur y Oeste del Gran Buenos Aires y a ciudades importantes como Rosario, Córdoba y Mendoza.
Para Ayerza, la clave del emprendedor radica en una palabra: la resiliencia. “Este es un país que tiene cosas difíciles: la inseguridad, los cambios constantes de reglas, el acceso al capital y más. Nuestro secreto es este: nos caemos, pero siempre para adelante. Nos levantamos, estudiamos, mejoramos y no nos rendimos nunca”, expresa.
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