La experiencia es gratis: podés dormir la siesta y te prestan una almohada y hasta el pijama
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Hace cuatro años, el ingeniero Matías Burstein tomó la decisión audaz de dar un giro radical a su vida y apostar por lo que él consideraba un negocio con un futuro prometedor. Hoy en día, es el CEO de Calm, una empresa innovadora que revolucionó la forma en que se comercializan los productos para el sueño. En tan solo tres años, Calm facturó $3800 millones y vendió más de 50.000 colchones.
Todo comenzó cuando Matías, a los 29 años, se encontraba inmerso en el mundo de las empresas digitales, con experiencias previas en diversos marketplaces como Despegar, e incluso formó parte del unicornio brasileño Vtex. “Toda esa experiencia me volvió el referente de mis amigos en cuanto a compras por internet, desde zapatillas, relojes y perfumes”, recuerda Burstein. Sin embargo, fue una pregunta que le hizo un amigo sobre dónde comprar un colchón online lo que lo llevó a un punto de inflexión.
“No quería ir a un local físico, y no supe qué recomendarle”, recuerda el emprendedor. Esto lo llevó a darse cuenta de que no existía una experiencia de compra digital satisfactoria para productos relacionados con el sueño. La entrega demoraba semanas, los productos no estaban adecuadamente catalogados, los costos de envío eran excesivos y no se ofrecía la posibilidad de probar el colchón antes de comprarlo. Fue en ese momento cuando nació la idea de Calm, un emprendimiento que buscaría cambiar la forma en que los argentinos compran colchones.
Burstein se embarcó en una extensa investigación, analizando el mercado y buscando formas de mejorar la experiencia de compra. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que necesitaba una conexión más sólida con la realidad. Después de un año de investigación, finalmente tomó la decisión de renunciar a su trabajo y dedicarse por completo a su visión.
Conoció a Patricio Fiaschi, compañero de tesis de la facultad, y juntos dieron vida a Calm, una empresa que se dedicaría a vender colchones de forma completamente online, sellados al vacío, una tendencia exitosa en otros países. Lo que los diferenciaría en Argentina sería su enfoque en la experiencia del cliente, la calidad y la accesibilidad de los productos. Su particularidad es que venden colchones comprimidos y sellados al vacío, enrollados y empaquetado en una caja, incluso de dos plazas, en una dimensión compacta de 40x40 centímetros y un metro y medio de alto, con un peso de 20 kilos para favorecer su traslado.
Una de las innovaciones más destacadas de Calm fue el envío gratuito en todo el país, una hazaña logística que involucró trabajar con proveedores en todo el territorio argentino y desarrollar una flota de camionetas propias. Además, la empresa se compromete a recoger los colchones usados de sus clientes y donarlos a organizaciones benéficas, como Pequeños Pasos.
“Mejorar el bienestar de las personas a través de procesos simples se convirtió en la misión de Calm”, cuenta Burstein. A medida que el negocio crecía, se dieron cuenta de que muchas personas querían tocar y probar los colchones antes de comprarlos. “Ellos dicen que quieren probarlos, pero en realidad eso solo se consigue durmiendo una noche entera”, asegura el CEO. Así nació la idea de abrir locales físicos.
Cómo funciona el siestario
En 2022, Calm inauguró su primer showroom en Palermo, que rápidamente representó entre un 8% y un 10% de sus ingresos. Esto confirmó que había un mercado interesado en esta forma de compra. Hace dos meses abrieron su segundo local en la avenida Córdoba y Santos Dumont, en el barrio de Chacarita, más grande y con una innovación excepcional: un siestario.
Con una inversión de US$70.000 y una superficie de más de 181 metros cuadrados, este no es un lugar de ventas tradicional. Incluye una habitación especialmente diseñada para que los visitantes puedan reservar un horario y dormir una siesta de 45 minutos.
La experiencia es simple pero poderosa. Totalmente individual, se lleva a cabo mediante reserva para aquellos mayores de 18 años a través de la página web del local. Funcionará en el típico “horario de siesta”, entre las 12 y las 16 horas. En este sentido, el local estará abierto de lunes a viernes. Las reservas están diseñadas con un preaviso mínimo de 24 horas.
Con un enfoque en los detalles, cada cama cuenta con cuatro tipos de almohadas para elegir junto con una funda adicional, además de 20 antifaces y pantuflas disponibles en el local, listos para ser utilizados por los visitantes. Por supuesto, no pueden faltar los pijamas, con una amplia variedad de talles para que los siesteros puedan sentirse a gusto durante su tiempo de descanso.
La ambientación del espacio también juega un rol clave en esta experiencia atípica. No solo se trata de espacios aromatizados, sino que utiliza elementos como el sonido, la iluminación y el control de la climatización configurados con ayuda de Alexa para que los visitantes personalicen el ambiente según sus preferencias.
Para garantizar la seguridad de los clientes, se requiere la presentación del DNI al llegar, asegurando la autenticidad de cada reserva. La privacidad también es un factor esencial en esta experiencia, por lo que antes de acceder a las instalaciones, se solicitará la firma de un consentimiento debido a la presencia de cámaras de seguridad.
El tiempo de preparación es de 15 minutos para que los visitantes puedan acomodarse. Además, al concluir el período de descanso, se conceden 30 minutos adicionales para regresar gradualmente a la rutina. Una vez despierto, se ofrecen opciones de bebidas como café, mate o té, junto con bocados saludables.
Se implementa una ventana de tolerancia de 15 minutos para evitar superposiciones en las reservas y garantizar una experiencia sin complicaciones para todos los participantes. En caso de ser necesario cancelar una cita, se debe hacer con un mínimo de 24 horas de anticipación. ¿El dato? Ya hay reservas tomadas hasta octubre.
Tras el éxito de este concepto, planean abrir nuevos cupos cuando termine el mes. Además, se suma una nueva posibilidad de negocio dedicado a estsos espacios. Recientemente, recibieron una reserva particular en el siestario. Después de rendir exámenes en la universidad y anticipando una larga noche de estudio, una estudiante reservó el espacio para recargar energías. Burstein comenta: “Entendemos que esto puede llegar a funcionar; a la gente le re interesa y podría surgir como un nuevo negocio”.
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