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Desde que en el año 2004 se instaló en el paseo marítimo de Brooklyn el gigantesco estudio Steiner (el más grande de Estados Unidos fuera de Hollywood), la Gran Manzana ha vivido un resurgimiento en una de las industrias que alguna vez la hizo grande: la producción cinematográfica.
Las largas listas de nuevos programas que se estrenan en formato streaming y on demand, y que parecen crecer exponencialmente día a día, sirven para dar una idea de lo que está pasando con el mercado de las pantallas. Pero en la ciudad de Nueva York, también podrían revelar algo sobre el futuro inmobiliario de la ciudad.
Junto a la reactivación de la industria del cine y la llegada de gigantes como Netflix, llegó la valorización de áreas tradicionalmente postergadas de la ciudad, barrios de clase trabajadora alejados del glamour o los rascacielos de Manhattan.
Muchos de los estudios que producen las series de televisión, y que han convertido a Nueva York en un epicentro de producción de “pantalla pequeña” (producción para televisión), ahora planean abrir nuevas instalaciones o expandir lo que ya tienen ahí, algunos en zonas de la ciudad que no están acostumbradas a inversiones de gran escala.
Impulsados por el aumento de la demanda de entretenimiento en el hogar durante la pandemia, y por generosas exenciones de impuestos, los estudios de producción televisiva apuntan a una variedad de ubicaciones en Queens y Brooklyn, que incluyen históricos enclaves de ladrillo rojo, tradicionalmente áreas de clase trabajadora y pobladas por recintos industriales. Son manzanas conocidas no por las viviendas de celebridades, sino por sus plantas de hormigón.
Es posible que estas áreas cambien su cara en el corto plazo. Los desarrollos de enormes sets de filmación sonido y producción, con inversiones de cientos de millones de dólares, han tenido efectos transformadores. La creación de Silvercup Studios en una antigua fábrica de pan en Long Island City en la década de 1980, por ejemplo, ayudó a convertir esa parte de Queens en un recorrido de moda.
Revolución del mercado inmobiliario
Junto a la instalación de estudios y sedes corporativas de grandes productoras llegan los negocios minoristas, los comercios y los nuevos vecinos.
En el 2016, el tradicional estudio cinematográfico Kaufman Astoria, junto a la histórica constructora Procida Companies, co-desarrolló Marx, un condominio de 33 departamentos en la calle 35, donde una unidad de dos dormitorios con dos baños estaba a la venta el mes pasado por US$ 995.000.
Su próximo proyecto, para el que Kaufman Astoria se ha asociado con Silverstein Properties, es más ambicioso. Esperan reconstruir un tramo de cinco cuadras al sur de la avenida 35 con un distrito de uso mixto con parques, tiendas y 2.700 departamentos. Pero la ciudad primero tendría que cambiar la reglamentación que prohíbe la construcción de edificios más altos en el área, y eso podría traer resistencia.
Robert De Niro, inversor inmobiliario
Además, están en carpeta nuevos proyectos en la zona de Queens, en la que ahora hay depósitos de chatarra, talleres de techado y la entrada a la cárcel de Rikers Island. La primera, una versión de 11 etapas de un grupo de inversionistas que incluye al actor, director y empresario Robert De Niro, se levantará en una parcela azotada por el viento entre la fábrica de pianos Steinway & Sons y un arroyo. Los desarrolladores, que pagaron US$72 millones por el terreno el invierno pasado, esperan comenzar a construir en unos meses.
En el área donde East Williamsburg limita con Bushwick, la era industrial también está dejando lugar a la era de la información. Donde alguna vez estuvo una planta de impresión junto a las vías del ferrocarril en Johnson Avenue ahora está Netflix. El gigante del streaming, que entre otros está rodando actualmente Orange Is the New Black, Stranger Things y Emily in Paris, pretende tener seis estudios de sonido allí.
En Nueva York, como en todos lados, muchas industrias están en proceso de extinción, incluso algunas de cuello blanco. La industria de la pantalla chica, hoy en auge, pretende revitalizar el panorama inmobiliario de la Gran Manzana. Sus millones impulsan la construcción y la aparición de nuevos nodos comerciales en zonas olvidadas, ayudando a cambiar la cara de una ciudad en constante reinvención.
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