La reutilización hotelera es la nueva guardiana del patrimonio monumental y ambiental europeo
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BARCELONA.- Europa reconvierte edificios históricos en hoteles. Masías, fincas rurales, palacios, bancos y hasta un cuartel de bomberos transformados en hospedajes con encanto. El rescate de propiedades históricas es tendencia en la hotelería europea. El Viejo Continente renace desde su patrimonio arquitectónico para responder a un viajero que ya no se contenta con dormir con confort. A esta movida rehabilitadora se suma el plan gubernamental de reducción del coste económico y ecológico de los edificios, que suponen un 40% del gasto energético europeo y un 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La Unión Europea sabe que para conquistar la descarbonización en 2050 necesita actuar sobre millones de inmuebles. El coronavirus ha dado impulso a esta tendencia de restauración. España parte de unas 30.000 viviendas renovadas al año, lo que deja un amplio margen de mejora. El reto es hacer de las reformas un elemento dinamizador de la economía que genere empleo durante varias décadas. Además de dar trabajo y aumentar las reservas, la reutilización hotelera puede salvaguardar el patrimonio monumental y ambiental. La iniciativa privada está en la misma vereda. El turismo de la nueva normalidad y su impacto positivo en la conservación.
Hoteles exitosos en propiedades emblemáticas
Regenerar propiedades a través de usos diversos al original es una práctica cada vez más frecuente en la gestión del patrimonio europeo. También aumenta el número de establecimientos hoteleros emplazados en edificios de valor histórico, así como la creación de asociaciones que nuclean a estos hospedajes tradicionales en Italia, Francia, Portugal, España, Irlanda, Reino Unido, Austria, Suecia y Dinamarca. Muchas veces en este proceso, incluso, se logra redimir inmuebles abandonados que reabren comercialmente con fines turísticos. ¿Lo mejor de todo? Son los vencedores de la pandemia. Así lo confirman los datos de Paradores de Turismo -la cadena hotelera pública española que gestiona 98 hoteles-, que el verano pasado abrió todos sus establecimientos con una ocupación superior a la media de la última década (70% en julio y 80% en agosto, cifras que se ubican ligeramente por debajo de las de 2019). En la temporada más adversa, sin huéspedes extranjeros, los turistas españoles confiaron en esta red nacional que promociona y protege el patrimonio histórico-cultural, la economía local y el cuidado del medioambiente. La percepción de seguridad proviene del tamaño pequeño o mediano de los hoteles y su ubicación en lugares apartados, lejos del turismo masificado.
Madrid, el lujo y la antigüedad
Si nos movemos a Madrid, sus nuevos hoteles harán de la capital española la meca de los alojamientos de lujo y de época, con grandes cadenas que han fichado importantes edificios históricos para sus aperturas. Nombres como Marriott Starwood o Mandarin Oriental Ritz desembarcan en la ciudad con impresionantes proyectos. Ni el coronavirus ha impedido el estreno de Four Seasons Madrid tras una millonaria restauración de siete edificios históricos emplazados en un terreno de planta trapezoidal. La famosa cúpula de cobre -que es un símbolo distintivo de la ciudad- renace con un impresionante rooftop que acerca la historia a las nuevas generaciones. Precisamente, Four Seasons ha tardado en llegar a España hasta dar con un edificio único para su mega apertura: “Hemos tenido que ser muy pacientes para encontrar el equilibrio perfecto entre un edificio histórico con carácter ubicado en un lugar emblemático en la ciudad junto con un socio inversor que fuera acorde a los valores de nuestra marca. En ciudades con tanta historia como Madrid, era primordial encontrar un espacio en el que se respirara historia y estamos muy orgullosos de por fin haber abierto nuestras puertas después de siete años de reforma. El edificio principal, el antiguo Palacio de la Equitativa, es de finales del siglo XIX junto con el Banco Hispano Americano que es de principios de siglo XX. En todo el complejo se respira historia y nos sentimos muy felices de haber devuelto estos edificios a los madrileños”, narra Marta Centeno, Directora de Comunicación y RRPP.
Four Seasons Madrid alberga el innovador Centro Canalejas: un complejo de tiendas de lujo con más de 40 boutiques de las más prestigiosas marcas españolas e internacionales, sobre la esquina de la Calle de Sevilla y la Calle de Alcalá. La entrada principal exhibe la fachada de la oficina principal del antiguo banco, cuya construcción comenzó en 1902. La mayor parte del impecable trabajo de rediseño estuvo a cargo del estudio Lamela, pero hay otros espacios, como los restaurantes, que son obra del sueco Martin Brudnizki. “Obviamente el escenario en el que nos encontramos no es para nada el que todos hubiéramos imaginado para la apertura, sin embargo, estamos muy contentos de la acogida que nos han dado los madrileños desde el primer día. La obra ha sido larga y había muchas expectativas entre el público local y dado que nos encontramos en una situación en la que es muy difícil viajar, hemos visto como muchos ciudadanos locales se animan a disfrutar de nuestro hotel a modo de escapada dentro de la ciudad. En Madrid se respira historia y cultura, y nosotros estamos ubicados en el corazón de la ciudad a escasos minutos de los principales atractivos turísticos, así como de los tres museos más importantes, por lo que seguro que a medida que el turismo se reactive muchos de nuestros huéspedes se alojarán con nosotros”, cierra Centeno.
Justo enfrente, en un edificio del siglo XIX, en 2022 abrirá W Madrid, con interiorismo del estudio neoyorquino Rockwell Group. El nuevo alojamiento es una pieza maestra inspirada en el cuadro de El Bosco, El jardín de las delicias. Renovado por el arquitecto español Rafael de La-Hoz y los diseñadores parisinos Gilles & Boissier, el hotel se ubica en el Triángulo Dorado del Arte.
El Pestana Plaza Mayor Madrid celebró su apertura en una ubicación con más de 400 años de historia. El proyecto de recuperación y transformación de la propiedad de 87 habitaciones cuidó los detalles decorativos y estructurales de los edificios del siglo XVII (incluido un cuartel de bomberos), catalogados como Bien de Interés Cultural. Su nuevo restaurante RIB, que recupera la Casa de la Carnicería, quiere devolver a Madrid las exclusivas carnes de granjas ecológicas. Situado en el patio principal, bajo un techo de cristal y sobre el original empedrado portugués, se accede desde la calle Imperial. La cadena lusa invirtió 11 millones de euros en el primer hotel de la Plaza Mayor de Madrid, segundo del grupo en España, en una ubicación privilegiada y con una gran esencia (y vista) histórica. Las grandes cadenas de lujo internacionales tienen el ojo puesto en Madrid y sus importantes edificios.
Y hay más. CoolRooms de Atocha se ubica en un palacete del siglo XIX con una entrada custodiada por la figura del dios Hermes y otros rincones especiales como un antiguo paso de carruajes y la espectacular escalera más un abanico de experiencias personalizadas como shooting de fotografía guiado por los lugares más fotogénicos de la ciudad. Pasado y futuro se unen en la visión de esta marca que transforma edificios singulares ubicados en lugares culturalmente activos o en entornos naturales, en hoteles boutique donde se fusionan la historia del lugar y la innovación. Iberostar, por su parte, eligió el edificio del Teatro Albéniz para su segundo hotel en Madrid.
Acondicionar casas rurales
Algo parecido sucede en Mas Palou, una finca agrícola familiar con arquitectura y estructuras de 1623: “La verdad es que nuestra propuesta de escapada de teletrabajo entre viñedos tuvo una buenísima recepción y en muy poco tiempo hicimos sold out de tres semanas seguidas. La propuesta está dirigida a quienes quieran desconectar de su rutina de pandemia. Un buen subproducto de la tragedia del Covid-19 es que muchas empresas han tenido que adaptarse y permitir el trabajo remoto, así que cualquiera que esté cansado de trabajar desde su piso en la ciudad puede hacerlo en nuestra casa de campo”, cuenta Maria Vallès Beneit, managing director de este proyecto de enoturismo en el Pla del Penedés, a 45 minutos de Barcelona. ¿Cómo se vive la estadía tradicional en ese terroir de Cataluña? Junto a sus sabores, paisajes y estilo de vida único. “Paseos por el campo, desayuno con productos típicos artesanales, tomates del huerto y café proveniente de comercio ético. Degustaciones de productos de la zona en los restaurantes vecinos. Un tour en bicicleta por las bodegas que nos rodean. Quienes nos visitan se llevan una sensación de tranquilidad y bienestar”, enumera María. Además del trato personalizado de los anfitriones y el contacto directo con el acervo cultural de la región.
“No hemos recuperado nada porque no hemos perdido nada: esta masía es de la familia de mi marido, que según los documentos, vive aquí desde el 1500. Tenemos la historia más clara a partir de 1620, que fue cuando se realizó la capilla y la parte central de la casa grande. En las épocas de más movimiento de la finca se necesitaban casas para los labradores, y así se fueron construyendo anexos, la última es de 1920. Hasta hoy hemos conservado toda la propiedad”, relata Adelina Beneit, fundadora y decoradora de Mas Palou. Cuando su esposo Santi Vallès heredó el terreno, se encontraron con todo este patrimonio y ganas de hacer cosas, entonces le dieron forma y reforma a un proyecto de agroturismo. “Nuestra actividad es la agricultura, en esta casa vivimos de la viña. En los ’90 empezamos a hacer turismo rural en la casa más nueva por sostenibilidad económica, era la que necesitaba menos inversión. Fuimos la tercera casa de turismo rural en la comarca, ahora hay más de 100”, asegura Beneit.
Cal Joaquim empezó a tener éxito y fueron por más, arreglaron otra casa, Cal Lluís (de 1870), que estaba más deteriorada porque hacía años que no se habitaba; ahora los labradores vienen a trabajar en coche y regresan al pueblo. “El objetivo de la remodelación fue claro: todo lo que es antiguo se queda. Abrimos la cocina y mantuvimos el techo con unas vigas de madera, las paredes son de piedra. Hicimos de nuevo los baños, la escalera y el suelo. Son confortables pero no ostentosas, eran casas de labradores, el interiorismo tiene que responder a esa simplicidad. Mantener el estilo: cálidas y sencillas”, detalla Adelina que hasta reutilizó antiguas herramientas de trabajo de poda de la vid para componer el mobiliario. Hace poco reacondicionaron la Casa Sant Jaume y ya tienen planes de ir por otros anexos de la quinta.
Nueva vida a edificios antiguos
Otra opción genuina para adentrarse en Cataluña es Bouquet d’Alella, la aventura que dos hermanos viticultores emprendieron en una masía del siglo XIV en la costa del Maresme, a 15 kiómetros de Barcelona. Las visitas guiadas por la antigua bodega son la oportunidad de conocer al detalle el proceso de elaboración de sus vinos ecológicos de producción limitada y vivir la tradición de la Denominación de Origen más antigua y pequeña de España, que hoy tiene dos palabras claves: ecología y enoturismo. Cuando los hermanos Cerdà fundaron su bodega desde el vamos lo hicieron con el doble propósito de producir vino y de explotar el lado turístico, y así poder transmitir la cultura del vino que está presente en esta tierra desde hace 2000 años, desde que los íberos de la Laietania romana empezaron a elaborar vinos para las legiones y Alella era el epicentro de la producción. La inauguración del Hotel Arrey afianzó el posicionamiento de este terruño histórico en la escena turística con un cuatro estrellas singular localizado en la finca de Can Balcells, catalogada en el patrimonio histórico. La cuidadosa rehabilitación también implicó la recuperación de 120 años de tradición y la transformación de la casa y sus cavas: para preservar el alma vinícola de la zona, el restaurante fabrica su propio brut gran reserva.
A finales del siglo XX, la tendencia en restauración recomendaba usar los edificios históricos exclusivamente cuando existiera compatibilidad entre su función original y la nueva función demandada. Hoy se ha abierto el juego. En la era del Covid-19, el viajero prioriza los hospedajes con valores culturales, históricos y ecológicos
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