La propiedad que fue de Tita Tamames se restauró por completo y hoy funcionan en ella espacios de arte y gastronomía a cargo de emprendedoras que permiten conocerla por dentro
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Cuando pasan por su puerta, muchos detienen la marcha para poder contemplarla. En la esquina ochavada de Güemes y Agüero, en el barrio de Recoleta, se yergue una tradicional casona porteña donde vivieron personalidades destacadas de la historia argentina. Después de muchos años de estar deshabitada y pasar desapercibida por su falta de cuidado, una profunda restauración le volvió su esplendor y ahora despierta la curiosidad de quienes se topan con ella.
La buena noticia para estos espectadores que la admiran desde afuera es que no solo van a poder entrar a conocerla sino también van a poder vivir una experiencia culinaria completa. A partir de este viernes 12 de abril, la casa se sumará al catálogo de restaurantes a puertas cerradas y recibirá mensualmente a 40 comensales bajo la tutela de la cocinera Teodelina “Toti” Quesada.
Construida en 1918 para una familia aristocrática, la casona se mantuvo vigente en los círculos de la alta sociedad cuando pasó a manos de Tita Tamames, destacada productora teatral y cinematográfica oriunda de Francia. Hasta que falleció en 2004, Tamames invitaba a almorzar casi a diario a sus amigas y de esta forma su hogar sentaba las bases para el proyecto que hoy lo mantiene vivo. En el pasado y en el presente, el espacio es un lugar de encuentro que se funde con la comida y el arte.
Sin planearlo, hoy la casa vuelve sobre sus pasos y mantiene firme su espíritu. Sin conocerse, Tamames le pasó el testimonio a Quesada, quien será ahora la responsable de recibir invitados con un banquete en Casa Néctar, como la rebautizaron.
Desde el año pasado que la cocinera abre el espacio para eventos especiales junto a otras dos emprendedoras. En el lugar conviven los cursos personalizados de cocina de Quesada con el estudio de fotografía de Magalí Polverino y los círculos de reflexión para mujeres organizados por Astrid Hoffmann bajo el nombre de Carpa Rosa.
“La gente todo el tiempo me pregunta qué funciona hoy en esta casa y si pueden entrar a verla”, cuenta Quesada, y agrega: “Desde que estamos acá siento el compromiso de que, al ser un patrimonio histórico tan importante, tengo que abrirla, compartirla; siento que no es solo mía y tengo que permitir que venga más gente a disfrutarla”.
Con ese llamado fue que le agregó una nueva faceta a la casa. Este viernes inaugurará el ciclo de restaurante a puertas cerradas junto a Mesa Garzón, la propuesta de cenas itinerantes vegetales de su amiga personal Lucía Soria, cocinera argentina radicada en Uruguay, dueña del restaurante uruguayo Jacinta y ex jurado en MasterChef Uruguay.
“A las 20:30 los esperamos en el jardín, en el lugar externo con una mesa de quesos y un vino rosado. Después pasan a las mesas a la luz de la velas donde se van a servir tres platitos de entrada, el plato principal y por último el postre”, relata en pocas palabras el curso del evento.
Ese es el esqueleto del formato que planea replicar 12 veces al año, y reconoce que le gustaría variar con los autores detrás de cada velada. “La idea es que vengan distintos chefs todos los meses y también me gustaría hacer una fecha exclusiva de la casa en donde los otros espacios que conviven conmigo también tengan protagonismo”, agrega Quesada.
Esta nueva propuesta para quienes quieran conocer la casa y estén interesados en la experiencia gastronómica se puede reservar vía WhatsApp (+5491171328323) y el valor fijo es de $65.000.
Más allá de las cenas mensuales, la casa ya está acostumbrada a recibir gente. Además de las actividades que organicen cada una de las emprendedoras, un pedacito de los 760 m² de la casona está dedicado a un mercado con bienes vinculados al hogar y la gastronomía abierto todos los días al público. Asimismo, por un precio que ronda entre los $600.000 y los $1,5 millones por el alquiler de la jornada -según qué tanto hay que adaptar el lugar-, el espacio se suele reservar para eventos corporativos de team building, civiles, reuniones y cumpleaños.
No conforme con este abanico de actividades, Quesada tiene entre manos un plan para abrir las puertas a través de otros tipos de eventos para que la gente pueda conocer la casa. Por ejemplo, el 25 de mayo van a hacer un “locrazo” en el que una cantidad limitada de comensales podrán ir a comer con reserva previa, aunque desde la ventana del taller también venderán locro y empandadas para 500 personas, según sus cálculos.
Un lugar simbiótico
La casa no funciona sola sino que convive con su vecino. A su lado se construyó Pasaje Calas, un pasaje semipúblico que atraviesa el terreno donde solía estar el parque y donde hoy se levanta un edificio contemporáneo de 56 departamentos de uno, dos y tres ambientes. El proyecto fue llevado a cabo por la desarrolladora inmobiliaria Rukan, la cual adquirió la propiedad en el año 2018, en colaboración con el estudio de arquitectura Lacroze Miguens Prati.
El edificio consta de 10 pisos con vistas a la casona y al pasaje en el que están vendidas más del 90% de las unidades, en las que el valor ronda los US$3400/m². Además, en la planta baja hay disponible un local comercial de 180 m² en alquiler, pensado para propuestas de cafeterías.
En total, una inversión de US$8.300.000 motorizó la restauración de la casona, además de la construcción de 3900 m² destinados a la nueva estructura.
Además, en línea con la tradición de sus desarrolladores, el emprendimiento integra el arte como parte esencial de su estética. Durante la construcción, se convocó a proyectos artísticos para los espacios comunes, y la artista Carola Zech creó la instalación “Nosotros IV” que incluye un relieve de placas coloreadas y reflectantes en el muro del jardín y una escultura dinámica con tres piezas giratorias de libre activación por parte del espectador.
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