BARCELONA.- Cooperación, colaboración, proximidad y sostenibilidad son las respuestas de los negocios para capear la crisis que ocasionó la pandemia y seguir adelante. El 2020 se llevó a dos cines de Barcelona, galerías de arte, la famosa tienda conceptual del interiorista Jaime Beriestain, cafés emblemáticos, gastrobares, salas de concierto y muchos pequeños comerciantes. Puso a prueba toda la estructura empresarial y el tejido comercial de la ciudad.
Tan solo al caminar por el famoso barrio Born se percibe la cantidad de locales vacíos, a la venta o en alquiler. Según la Asociación de Comerciantes de La Ribera y el Born, desde marzo, el 25% de los establecimientos ha cerrado. Los que continúan al filo del abismo padecen un descenso de la facturación de entre el 40% y el 90%. La agonía de una zona de Barcelona que año a año fue dependiendo cada vez más del turismo, a la par que la trama vecinal iba decreciendo. Con esta proyección, a fin de año, el porcentaje de locales cerrados del Born podría subir a 40%. Y a largo plazo, la situación podría empeorar porque las nueva tendencia del turismo son las ciudades secundarias, viajes cortos, destinos cercanos y más verdes. Aunque Barcelona sigue teniendo algo a favor: “Entre las nuevas exigencias que el turista requiere está la seguridad sanitaria, por lo que la capacidad de atención médica del destino va a ser un factor muy apreciado”, afirma Marian Muro, directora de turismo de la ciudad catalana. Tanto Born Comerç como Barcelona Oberta (la asociación que reúne los ejes comerciales turísticos de la ciudad) critican las limitaciones de circulación de vehículos que introdujo el Ayuntamiento durante la pandemia, porque muchos de sus locales de hotelería se encuentran en calles peatonales o estrechas donde no se puede colocar mesas para ofrecer gastronomía al aire libre.
A pesar de que la incertidumbre económica continúa (también los rebrotes en Europa), hay locales en la ciudad que eligen seguir y hacerle frente. Ante una crisis que es el mayor reto global en varias décadas, ciertas tiendas logran salir fortalecidas, aquellas vinculadas a las necesidades sociales o ambientales.
Esta vez toca ser dinámico y poder cambiar rápido, ante la nueva demanda y la evolución del contexto. Flexibilidad, desafíos a corto plazo, re-diseño del espacio y adaptabilidad del equipo humano pueden ser las claves para resistir. El compromiso social como eje para la recuperación. Y este es el caso de Praktik, el hotel con actual propuesta de co-living y panadería que se reinventó para sobrevivir, mientras espera que el turismo vuelva a ser lo que era en la ciudad catalana.
De hotel a hospital, panadería y co-living
El primer hotel-panadería del mundo se llama Praktik Bakery. “Al llegar, pasas por el horno, luego el mostrador de productos, y al final está el check-in, antes de hacerlo ya ves parte del show”, relata Magaly Julien, la Hotel Manager. Precisamente, la palabra recepción está escrita en una tabla de madera de cocina, y el mostrador que recibe cada mañana cobra vida con facturas, masas, panes y pastelería. Entonces, el olorcito sube por las plantas y ese deseo de despertarse con pan de payés recién horneado después de dormir en un hotel de L’Eixample barcelonesa, es realidad. El horno es el corazón de esta fabulosa intersección entre una panadería y un hotel. “Quisimos integrar el hotel con la población local, llegar a una simbiosis desde algo que todo el mundo consume -tenemos clientes que son vecinos- con lo que es el hotel y su público extranjero. Crear un espacio de intercambio donde, en una época normal, se sienta un viajero y al lado un catalán que viene a tomarse su café, conseguir ese mix y romper los paradigmas de que los hoteles son solo para turistas”, explica Julien Por eso dicen que este es el hotel más frecuentado por residentes en la ciudad. Y en esta situación inesperada, Praktik Bakery demostró que eso de vincularse con la comunidad es algo que de verdad le sale de adentro.
“¿Sabes que aquí monté un hospital en tres días?”, me interpela Magaly. “Con el gremio, el consorcio sanitario de Barcelona y la propiedad, vimos la necesidad y lo hicimos. Previas inspecciones de bomberos, policías, médicos y directores de hospitales, cumplimos con los requisitos establecidos y entramos en la rueda como hospital. El 26 de marzo estábamos abiertos, en el momento que todo explotó. Fue largo el proceso hasta recibir por la puerta al primer paciente. Yo pensé: esta es mi casa, lo ha sido siempre, en las buenas y ahora también, los recibiré a todos”, se emociona mientras cuenta cómo fue la reacción del personal para seguir trabajando ya no con huéspedes sino con pacientes: “Hablé con todo mi equipo para que se sintieran libres, porque participar era una decisión muy personal, muy respetada. El 80% me dijo: ‘Si tú vas, vamos contigo’. Re-adaptamos todo para convertirnos en un hospital, con sus circuitos, improvisamos una cocina y diseñamos unas cajas para hacerles llegar el plato sin tener contacto”. Pusieron todo su conocimiento de hospitalidad a disposición.
Recibieron a 700 pacientes. “¡Hemos aprendido mucho de Hotel-Salud!, eso fue un master de lo que vendría después, algo que también brinda seguridad”. Para empezar, tenían a su personal capacitado en los nuevos protocolos antes de poder volver a ser hotel. Fueron pioneros por ayudar. “Cuando ya no fue necesario continuar como hospital, hicimos los procesos de desinfección y re-abrimos como hotel y panadería. Sabiendo que no iba a haber turistas, ¿qué íbamos a hacer para sobrevivir? Inventamos un co-living en un hotel: tenemos las habitaciones, hay mucha gente nómada que no se puede atar con un contrato tan rígido de alquiler, necesita flexibilidad y un techo. Hoy tenemos 43 habitaciones -más de la mitad del hotel- con alquiler de larga estancia que se renuevan mensualmente”, concluye Magaly.
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