Se dice que son los olores y perfumes los más fuertes disparadores de recuerdos, y debe ser así, porque el aroma avainillado del heliotropo me remite a la tan lejana infancia y al gesto de mi padre, que al pasar frente a ese arbusto en flor cortaba un pequeño ramillete y nos lo traía.
Ya siendo socia de la Sociedad Argentina de Horticultura obtuve con él una preciada copa a La mejor flor perfumada y he repartido gajos entre quienes me pidieron, comprobando que prende sin dificultad.
La temprana primavera es la temporada más apta para su reproducción: se plantan gajos leñosos y parecen secarse totalmente, pero luego brotan y prosperan con facilidad.
Se trata, en este caso, del Heliotropium peruvianum, originario de Perú, descubierto en esas
regiones de los Andes centrales por el botánico Joseph de Jusieu, y que interesara, sobre
todo, por el uso medicinal que los indígenas hacían de esta especie.
Es importante destacar que es un arbusto de finas ramas
leñosas, arqueadas, muy ramificado desde su base, de hasta 2 metros, con hojas ovales y puntiagudas, y rugosas.
Las pequeñas flores agrupadas en ramilletes tienen tonos de azul, lila o blanco, y lucen en la planta muy abundantes durante casi todo el año. Destacamos que los viveros suelen confundirlo con una semileñosa de hasta medio metro de altura, poco ramificada y con flores azules, sin aroma.
Si bien en nuestro clima crece bien a la intemperie, aconsejan repararla de fríos más intensos. Pero por otra parte, si,
como su nombre lo indica ama la luz, en mi jardín sombrío, orientada al sudoeste, florece sin problemas ya que enfrente hay una pared blanca que refleja y refracta la luz solar.
Las descripciones se explayan sobre sus posibles aplicaciones medicinales e industriales.
Nuestra experiencia sólo conoce un bonito arbusto de jardín.