El pasado miércoles 8 de julio se despidió de este mundo Toribio Achával. El hombre que con sólo 20 años, en plena década del 50 fundó la inmobiliaria que lleva su nombre y que se convirtió en un verdadero referente del mundo de los negocios inmobiliarios. "Una vida vivida con pasión es una vida que merece vivirse". Esa es la frase que mejor lo define, asegura Toribio Achaval hijo, a pocos días de la pérdida de su papá, mentor en la vida y en su desarrollo profesional.
"Tobín" como lo llamaba su círculo más íntimo tenía 85 años, y un recorrido por una vida más que intensa. En 1955 durante una charla con un amigo surgió la idea de dedicarse a los inmuebles cuando descubrió que se trataba de un sector con oportunidad para hacer buenos negocios. "Eran tiempos en los que había poca competencia", recordaba en las charlas sobre sus inicios que mantenía con colegas o con sus hijos, todos dedicados a la comercialización de inmuebles. Así fue como junto a su primo hermano y amigo, Iván Achával, fundaron Achával y Compañía, la empresa que antecedió a la actual firma.
Hombre tenaz, emprendedor, capricorniano de pura cepa, famoso por su carácter fuerte, se puso el objetivo de crear una compañía referente y lo logró: hoy tiene más de 100 empleados, una cartera con más de 5000 propiedades y 17 sucursales.
Tobín arrancó la empresa, el 25 de junio de 1955 cuando "inventó" un aviso. El objetivo, conseguir propiedades para ofrecer. "Extranjero busca propiedad bien ubicada con tres dormitorios", decía el anuncio publicado en La Nacion. Ese fue el primero de una serie de publicaciones con las que fue sumando propiedades para ofrecer, y el inicio de una prestigiosa carrera de corredor inmobiliario.
Padre de Moira, Toribio, Facundo, Florencia y Fabián, sus cinco hijos siguieron el legado familiar: hoy se dedican a la venta de inmuebles. Toribio y Facundo lideran junto a Martín Boquete, la casa central y el ala femenina de la familia se dedicó a zona Norte, mientras que Fabián fundó su propia inmobiliaria, también de apellido Achaval.
Apodado por colegas y competencia como "el decano". Tobín fue consciente que no siempre se gana en el negocio inmobiliario. Obsesionado por pensar en grande, en sus inicios cuando las inmobiliarias eran empresas casi unifamiliares, se ocupó de expandir el negocio, fue uno de los primeros en sumar promotores (vendedores) en los equipos de trabajo. En 1988 dio un paso al costado para dar lugar a la nueva generación y el inició de la empresa que lleva su nombre y de la que formó parte de su directorio.
"Siempre nos aportó sus conocimientos y experiencias y fue muy exigente y crítico. Cada paso que queríamos dar nos decía que nos íbamos a fundir", relata con una sonrisa su hijo Toribio, quien recuerda un papá dedicado full life a la empresa con asistencia perfecta a la oficina siempre con traje y corbata; sus enojos porque sus hijos se tomaban vacaciones, muchos momentos de esparcimiento dedicados a la náutica –su otra pasión- y a su compañera de vida, Florens – también de familia de inmobiliarios, por influencia del propio Tobín-, la mujer con la que compartió 60 años. Una historia de amor en la que la boda se hizo desear. La anunciaron dos veces con bombos y platillos pero la tercera fue la vencida. Lo decidieron sólo antes cuatro días, informaron a la familia que estaba en el exterior por telegrama y sellaron el compromiso con pocos asistentes por la rapidez con la que la organizaron. Así era Toribio "Tobín" Achaval. El mismo hombre que cuando sus hijos, Facundo y Toribio decidieron armar un equipo comercial para trabajar en una oficina en Puerto Madero, armó el propio en Recoleta. "Era un hombre que se sentía un emperador", lo describe Toribio (h).
La náutica su otra pasión fue clave en su vida: recorrió los mares del mundo, corrió todas las regatas del Río de la Plata y realizó en varias oportunidades el trayecto que unen a la ciudad de Buenos Aires con Rio de Janeiro, Punta del Este y Mar del Plata. Además, representó al país en la trágica regata Fastnet que se desarrolló en Inglaterra, entre otras experiencias en España, Francia e Italia. "Su liderazgo se demostraba también a bordo del barco. Era un gran contador de anécdotas, eximio jugador de truco, amante de la vida, la familia y los amigos. Hoy los clubes náuticos lo lloran y lo extrañan por eso han puesto la bandera a media asta en homenaje a ese gran marino que supo armar equipos de vela y formarlos", confiesa su hijo Facundo.
Hoy, a pocos días de la pérdida de su padre, sus hijos ya extrañan las charlas que surgían tras las caminatas que Tobín realizaba por el barrio de Recoleta y la queja recurrente: "no tenemos propiedades, son todos los carteles de la competencia". "Aún cuando la mayoría eran nuestros", aclara el progenitor.
"Fue un verdadero maestro, era un gran comercial pero también sabía perder, un hombre que defendía a capa y espada los valores de la industria: jamás mentir e ir siempre para adelante. La transparencia en los honorarios también eran parte de su decálogo", concluye Martin Boquete socio de sus hijos con la pena de haber despedido al hombre que lo ayudó a "soltar" una gran carrera corporativo para dedicarse al sueño de jugarse por un proyecto propio.
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