Somos testigos de un cambio de las reglas de juego de nuestra economía. Estos cambios se reflejan fuertemente en los indicadores de nuestra actividad. La construcción, particularmente en el segmento residencial, muestra una importante desaceleración en la generación de proyectos y en el comienzo de nuevas obras. Este nuevo escenario se explica por razones externas e internas: por un lado, la crisis económica de los países europeos; por otro, en nuestro país, las restricciones de acceso al mercado cambiario que afectan muy particularmente al mercado inmobiliario.
Estas restricciones se suman a las dificultades que produce una crónica tasa de inflación, por ahora irreductible.
Un mercado inmobiliario sometido a un estado de inflación casi permanente, de alguna manera ha podido encontrar hasta el presente los mecanismos para crecer y subsistir. Dos razones se han asociado para explicar este fenómeno: un altísimo y crónico déficit de viviendas que asegura una permanente demanda en el mercado de los alquileres, producto de un casi inexistente crédito hipotecario para la compra de viviendas, y concurrentemente la convicción de que históricamente este mercado es quizás el mejor y más seguro refugio de valor para los ahorros de empresas y personas.
La compra de la tierra para futuros desarrollos y la venta de casas y departamentos terminados, en particular los proyectos de mayor calidad y en localizaciones premium se pactan históricamente en dólares.
Pero el proceso de construcción de una obra se paga y financia íntegramente en moneda local. En todo caso y en el marco de las actuales altas tasas de inflación es necesario aplicar modelos de ajuste y adecuación de los costos de obra originales que permitan acompañar el inevitable incremento de los mismos. En un determinado momento de nuestra historia se decidió dolarizar nuestra economía: un peso igual a un dólar. Parece que este largo ciclo se está cerrando. En países vecinos como Chile y Brasil, las operaciones en el mercado inmobiliario se realizan en moneda local, tanto en épocas de estabilidad como de inflación. No son economías dolarizadas. Muy probablemente nuestro mercado deba lentamente redireccionarse a una gestión del mismo que opere en toda su cadena de valor en moneda local. Es un fuerte cambio cultural, de paradigma. La incertidumbre presente es producto de estas nuevas reglas que comienzan a afectar al mercado inmobiliario. Seguramente este cambio será gradual, se producirá lentamente y llevará varios meses en ser asumido plenamente por los actores de la extensa cadena de valor del mercado inmobiliario.