El proyecto con foco en la sustentabilidad nació hace dos años en Seattle, Estados Unidos, y hoy produce 50 toneladas por mes
Un círculo virtuoso entre las grandes empresas, los consumidores y los constructores que impacta de manera positiva en el medioambiente. La misión, que parece imposible, se logra de a pequeños pasos: en este caso, gracias a piedras plásticas de unos 10 a 20 milímetros. El producto fabricado por Arqlite se presenta como “un reemplazo más económico y sencillo para la leca”, el árido cerámico ligero que se emplea en construcción.
Se trata de piezas livianas, que pesan tan solo un tercio de un canto rodado y aíslan térmica y acústicamente hasta 10 veces más que las alternativas tradicionales. El emprendimiento nació hace dos años en Seattle, Estados Unidos, adonde Sebastián Sajoux se fue a presentar la idea luego de trabajar como consultor ambiental para empresas multinacionales de consumo masivo e investigar sobre el problema del plástico no reciclable. De vuelta en la Argentina desde 2016, reclutó dos socios, Gastón Viau y Javier Goyret, ambos ingenieros, y comenzó una ronda de inversión con capitales locales que les permitió comprar su primera máquina en China, encargada de derretir plástico, y acondicionarla para que genere las piedras plásticas.
Las cuales tienen tres usos básicos. El primero, el hormigón: “Cuanto más se reemplaza la piedra común por la nuestra, más liviano y eficiente se vuelve. Un detalle importante es que se utiliza para hormigones no estructurales como paredes internas, contrapisos y premoldeado”, explica Sajoux. El segundo, como relleno para drenaje de humedad en vialidad o en canchas de golf, por ejemplo. Finalmente, para proyectos de paisajismo a distintas escalas.
Por ahora, el emprendedor tiene clientes que compran las piedras para hormigones no estructurales y paisajismo, porque el relleno de drenaje requiere de mayor volumen de producción. Actualmente, la fábrica ubicada en Boulogne genera unas 50 toneladas de piedras por mes. Este año, con inyección de capital, los emprendedores desean comprar una nueva máquina que les permitirá llegar a las 200 toneladas mensuales. La materia prima que les permite producir esa cantidad de piedras es el plástico no reciclable y llega desde grandes compañías que les acercan sus desechos limpios de producción. En ese caso, reciben las bovinas sobrantes de un packaging especial para Navidad, por ejemplo. Es decir, se trata de residuos de preconsumo y limpios. Además, comenzaron conversaciones con el Gobierno de la Ciudad para tomar el rechazo de post consumo.
De acuerdo con Sajoux, los plásticos no reciclables conforman el 70 por ciento del total de este tipo de residuos. En este grupo ingresan desechos de lo más variados, desde alfombras hasta tubos de dentífrico. El otro 30 por ciento es el que se clasifica en los centros verdes, donde trabajan los recuperadores urbanos que los dividen en siete categorías. Mientras que aquellos que se descartan luego forman parte del relleno sanitario.
Como la compañía encargada del enterramiento, la Ceamse, les cobra a las empresas por recibir sus desechos, señala Sajoux. El les pide el mismo monto pero con una ventaja extra: las “piedras plásticas” les brindan a los grandes generadores de residuos la posibilidad de cumplir con cuotas ambientales. Para las constructoras y contratistas del Estado, indica el emprendedor, la oportunidad está en la posibilidad de sumar puntos LEED, la certificación que distingue proyectos de construcción que mostraron compromiso con la sustentabilidad. “Hoy las empresas constructoras están yendo a una cantera que quizás queda a 400 km, que además genera impacto ambiental por la explotación para extraer la piedra, para enterrarla o utilizarla en edificios en Puerto Madero. Eso es muy ineficiente”, señala Sajoux. La fábrica donde se producen las “piedras plásticas” está ubicada a unas 20 cuadras del predio del Ceamse. Sajoux aclara que su proyecto aún no es rentable, pero que la segunda ronda de inversión que abrió junto a sus socios les permitirá tener escala e ingresos mayores. “El producto tiene ventajas técnicas, pero lo que tracciona al mercado de la construcción es el precio, ya que no hay regulaciones que pidan mayor sustentabilidad, y a las compañías las empuja la ley”, sostiene. No obstante, considera que el cambio vendrá de la mano de los clientes: “Así como existen personas que solo comen orgánico, también hay otras que reclaman edificios más verdes”, concluye.